Nos dicen que pertenecemos a la era del conocimiento. Las antiguas balanzas han quedado en desuso, ya no interesa pesar kilos de materia; las nuevas y sofisticadas máquinas, analizan y cuantifican la calidad del producto, lo sutil de sus componentes. La era de las tecnologías es el resultado de la aplicación práctica y cuantificable del conocimiento.
Los investigadores son ejemplo de visión y misión empresarial; tienen muy claro a dónde quieren ir y para qué. Pienso que sienten un gran entusiasmo por llegar a la meta y así ayudar y beneficiar a la sociedad con sus logros: nuevos medicamentos, nuevas máquinas, etc.
El proceso, desde el nacimiento de una idea hasta la plasmación en una realidad tangible, lo observamos y lo cuantificamos todos con mucha facilidad. Entendemos y valoramos el trabajo investigador, y sabemos que en muchas ocasiones no se traduce en un producto o en una máquina concreta; son estudios que no cuajan y quedan guardados para otra ocasión.
El gran avance de las tecnologías ha supuesto una mejora, palpable, en los procesos de producción y en la calidad de vida laboral de muchos trabajadores. La tecnología de la informática ha sido una gran revolución en la mejora organizacional de las empresas. Sin embargo, desde mi punto de vista, aún no valoramos suficientemente las investigaciones en el ámbito de las ciencias sociales.
Entendemos perfectamente los datos que nos aportan, y también lo que debemos hacer para mejorar, pero algo falla cuando no percibimos con claridad la aplicación práctica y los grandes beneficios, en todos los sentidos, que nos aportan.
Parece que dichas investigaciones pertenecieran a una categoría inferior. Quizá pensamos que no aportan beneficios económicos. ¿Acaso el fracaso escolar no supone un gran coste a un país? El absentismo laboral ¿Quién lo paga?
El conocimiento puede generar un rendimiento que a todos nos beneficia. No debemos marginar el conocimiento de las ciencias sociales, tenemos que aplicar con decisión y entusiasmo las tecnologías del comportamiento humano, de la organización del trabajo, del aprendizaje personal, etc.
El conocimiento no produce ni genera rendimiento alguno si no se aplica y se desarrolla. Para construir un vehículo se necesitan equipos de trabajo cualificados, conocimiento y trabajo para transformar materiales en una nueva realidad. Para crear grandes empresas necesitamos equipos directivos con ganas de aplicar sus conocimientos y crear una organización óptima.
Últimamente reflexiono sobre cuánto sabemos y qué poco hacemos para mejorar nuestra calidad de vida sociolaboral; deberíamos rendir más con tanto conocimiento.
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