25 de noviembre de 2024
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¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? (y 2)

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? (y 2)
Las nuevas familias / los nuevos profesionales

Cuando la generación educada con la mentalidad tradicional empezó a ser sustituida por la siguiente, empezaron a suceder cosas. Tanta deslealtad, desequilibrio de derechos, el mantenimiento de formas de actuar rancias y casposas revestidas de modernidad sólo podía desembocar en la ruptura total de ese tipo de relaciones.

La relación para toda la vida ha desaparecido. Muchos se echan las manos a la cabeza preguntándose dónde vamos a ir a parar, pero casualmente suelen ser los que mejor han vivido con las viejas reglas.

Para mantener las viejas estructuras se han inventado todo tipo de conceptos, de ideas, de reglas de educación, de organización de los miembros. Pero todo esto ha sido inútil. Los más jóvenes han empezado a vivir su vida, a crear relaciones de todo tipo en las que se mezclan intereses de lo más variado.

El riesgo de “vivir en pecado” se ha eliminado, incluso está bien visto. Pruebas, y si no funciona lo dejamos. Hay relaciones prematrimoniales, volátiles, de amistad, celibato, cibersexo, sexo puro y duro, incluso hay onanistas y solteros vocacionales. A muchos les escandaliza y predicen el desastre, pero no se dan cuenta de que las viejas estructuras ya no aportan nada a estos jóvenes, ni sexo ni amor.

Los más conservadores les miran con recelo mientras se reúnen en sus clubes privados y se alarman por lo que está ocurriendo. No se dan cuenta de que son ellos mismos los que han creado esta situación. Dicen que se han perdido los valores, pero lo que realmente ocurre es que los nuevos valores no coinciden con los de ellos, que es muy distinto.

Metrosexualidad empresarial

Podría extenderme mucho en esta comparación, porque creo que hay muchos elementos comunes entre las relaciones sentimentales y las empresariales. Pero, para no hacerlo muy largo, me gustaría simplemente dar un par de vueltas de tuerca con algunos ejemplos.

Hubo un momento en el que las empresas dejaron de ser familiares o más o menos cercanas a los empleados. Empezaron a fusionarse o a ser adquiridas por multinacionales. El patrón pasó a ser una sociedad de capital riesgo de Illinois. El amor dio paso al sexo. Al salario por servicio y nada más. Sin embargo, muchos siguieron creyendo que estaban ahí porque les amaban, hasta que vino la primera reestructuración. La generación de nuestros padres sigue creyendo que un trabajo es algo sagrado que, como el matrimonio, dura toda la vida. No les cabe en la cabeza que un profesional quiera trabajar por sí mismo o exigir lo que merece su trabajo.

Las nuevas formas de relación han tenido como consecuencia todo tipo de “patologías”: SIDA, embarazos no deseados, familias desestructuradas… Consecuencias imprevistas, o no tanto, de esas formas de actuar y de pensar. No es muy diferente de lo que está ocurriendo en la empresa. Tantos años de malas prácticas, deslealtades y promiscuidad directiva han generado enfermedades organizacionales que sólo pueden ser tratadas con electroshock, quimioterapia o lobotomía.

De igual forma, la falta de tiempo y ganas de encontrar a la pareja o el profesional adecuado ha creado servicios similares: cazatalentos y páginas de empleo en la red, o empresas de contactos y servicios online de búsqueda de pareja. Se basan en lo mismo, en definir una serie de características o competencias que se supone que harán que ambas partes sean compatibles. Ya no es posible estar en la Calle Mayor viendo pasear al mozo/a de turno o al profesional de confianza, ahora hay que recurrir a otros sistemas. De nuevo, estamos traspasando la frontera del amor y el sexo.

Muchos expertos en gestión de personas han bendecido y fomentado durante años los viejos sistemas. No sólo han mirado hacia otro lado sino también bendecido las viejas prácticas. Muchas escuelas de negocios han sido los grandes templos en los que se predicaban las bondades del amor empresarial para toda la vida. Al ver el cariz que están tomando los acontecimientos, empiezan a cambiar su discurso y se dedican a inventar todo tipo de “técnicas de gestión por valores, confianza, conciencia…”. Incluso empiezan a incluir a presión y con poca convicción algunos ingredientes buscados por los nuevos profesionales: espiritualidad, técnicas orientales de reflexión… No es amor, pero pretenden convertirlos en sucedáneos.

Por último, creo que algunas empresas pretenden disimular muchos años de malas prácticas con un lavado de cara. Las cervezas, la comida basura, el sedentarismo y la falta de detalles con la pareja han creado muchos Torrentes. En las empresas ha ocurrido lo mismo. Sin embargo, la metrosexualidad también ha llegado a las organizaciones. Responsabilidad Social Corporativa, Sostenibilidad, Conciliación, Paridad, Marca del Empleador… De repente todas las empresas quieren lavar su imagen. Piensan que una depilación profunda, unas cremas para la cara y una sensibilidad fingida pueden transformar décadas de falta de cuidado. El problema es que un bronceado artificial no va a volver sensible al “machote” que hay detrás.

Creo que muchos profesionales de la gestión de personas no se dan cuenta de que los nuevos profesionales han cambiado sus criterios. Lo importante ya no es lo que diga o haga su empresa por el planeta sino lo que puede hacer por cada uno de ellos. Muchas organizaciones han perdido la confianza de los profesionales a pulso. Y hay que admitir que gran parte de la culpa ha sido de aquellos que ahora se echan las manos a la cabeza con sorpresa e indignación cuando ven que los jóvenes ya no creen en el matrimonio…, perdón, en la empresa.

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