Pero hay, a mi juicio, otra causa mucho más profunda que nos lleva a sufrir el “Síndrome Post-Vacacional”. Y planteo dicha causa con una pregunta con un punto de provocación: ¿Pensamos en unas vacaciones para descansar y recuperar fuerzas cara al curso, o, por el contrario, trabajamos sin descanso durante todo el año para poder disfrutar de unas vacaciones frenéticas, a ser posible en las Chimbambas? Porque dependiendo de lo que respondamos quizás estaremos asentando las claves del problema.
No se trata, a estas alturas, de proclamar loas y alabanzas por las obsesiones por el trabajo, ni las profesionalitis. Ambas –obsesiones e “itis”- son, per se, nocivas. Se trata de colocar el trabajo en su sitio.
El ser humano, como ser social que es, es un ser destinado a trabajar -all igual que el pájaro es un ser destinado a volar o el pez a nadar-. Es decir, el trabajo es connatural al ser humano. Es su cosa específica. Con el trabajo devolvemos a la sociedad lo que de la sociedad recibimos. Con nuestro trabajo -el que sea- estaremos colaborando con la construcción de un mundo más justo o injusto, dependiendo de la perfección con la que lo realicemos.
Y para el bien hacer de esa tarea profesional es imprescindible el compromiso. Sin compromiso, cualquier actividad humana que realicemos -y el trabajo es una actividad importantísima- se puede convertir en una carga insoportable. Y el último estudio aparecido en la prensa apunta un dato espeluznante: ¡¡Ocho de cada diez empleados no se implica en su trabajo!!
Por lo tanto no nos podemos extrañar que la vuelta al trabajo constituya una barrera infranqueable para las fueras de cualquier mortal que se precie.
Decía antes de que no se trataba de las obsesiones por el trabajo (¡ojo, lo sagrado sigue siendo la familia, no lo olvidemos!). Se trata del amor, la dilección por el trabajo. Es decir, solicitud, entrega, pasión, ilusión… Se trata de poner los cinco sentidos en cada tarea que realizamos. Sea la que sea. Se trata de concienciarnos y concienciar al vecino de la gran repercusión social tiene un trabajo bien hecho.
Se trata de que nos preocupemos por hacer cada día mejor nuestro trabajo antes que juzgar el trabajo de los demás. Se trata de ser conscientes de que mi trabajo, si está bien hecho, es la mejor contribución que puedo hacer para construir un mundo más justo.
Y si bien es verdad que cada cual debe empeñarse en este afán (nadie, nada más que uno mismo, es dueño y, por tanto, responsable de sus propias decisiones), no es menos cierto que los que nos dedicamos a este oficio de trabajar para las personas algo tenemos que decir y hacer.
Mucho se habla últimamente de la motivación colectiva como base para el desarrollo de una empresa, para hacer aflorar el talento y cosas por el estilo. Pero esa motivación colectiva tiene su cimiento y su génesis en la motivación personal de cada persona. Y es precisamente ahí donde los profesionales de los RRHH tenemos un vastísimo campo de acción. Entre otras cosas porque la motivación personal depende de cada uno, y, de la misma manera que no hay dos personas iguales, no existen dos motivaciones idénticas. Cada cual tiene la suya. “Cien empleados, cien excepciones”, lo leía hace poco de la política de RRHH de una empresa. “Cien empleados, cien motivaciones”, me atrevería a decir yo. Buscar la motivación de cada uno y saber aunarlas y crear, a partir de ellas, la motivación colectiva es una ardua tarea con unos sorprendentes y maravillosos resultados.
Es tarea nuestra ayudar -eso es “educar”; algo escribí hace algún tiempo sobre la labor de los profesionales de los RRHH como pedagogos- a cada empleado, a cada trabajador, a cada compañero nuestro (“compañero” al cabo, no lo olvidemos) a que encuentre su motivación, a que aprenda a trabajar con esa solicitud, entrega, pasión e ilusión que le lleve a adquirir el compromiso con el trabajo.
Y una vez conseguidas estas dos cosas, la dilección y el compromiso, el “Síndrome Post-Vacacional” dejará de ser un problema para convertirse en un chascarrillo propio del “Cámara Café” de turno.
Además, de paso, aprenderemos a sacarle todo el jugo a las vacaciones, a disfrutarlas al cien por cien y a valorarlas en lo que valen, que es mucho.
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