Amarás al líder sobre todas las cosas

Desde hace unos años, como responsable editorial en España de una publicación norteamericana sobre liderazgo, y, sobre todo, desde hace 16 meses, los que lleva en Internet este modesto medio de recursos humanos llamado RRHH Digital, mi relación con todo lo que tenga que ver con ese dichoso término –liderazgo- ha sido siempre de amor-odio, muy poco de lo primero y mucho de lo segundo. Y no porque no crea en el significado del mismo, no, sino por todo lo que tiene a su alrededor.

Durante un año, todo lo que duró mi relación con esa publicación americana, sufrí un grave desdoblamiento de personalidad, como Jeckyll y Hyde. Elaborar cada número de la revista, de periodicidad mensual, suponía elegir artículos de la edición de EE.UU., leerlos, para decidir cuáles publicar, mandar a traducir los elegidos, volverlos a leer ya traducidos, corregirlos, mandarlos a maquetación, de ahí a imprenta, y vuelta a revisar los ferros para su posterior publicación. Sin hablar de los artículos que venían de autores nacionales, que sólo había que entenderlos y corregir estilo.

Todo este proceso significaba, sobre todo en lo que a los artículos extranjeros se refería, leer un mismo artículo tres o cuatro veces, y llegar a comprenderlo. Era como la lectura comprensiva del colegio, no bastaba con leer mecánicamente, había que entender y saber explicar. Era como vivir todos los días un continuo “Expomanagement”, sin dosificador, una pesadilla.

Si a este proceso añadimos las prisas propias de un medio de comunicación, los plazos por cumplir, el estrés propio y ajeno… imaginen cómo se le podía quedar la cabeza a uno cuando el número quedaba por fin terminado; el gelocatil era parte importante de mi avituallamiento diario.

Por eso lo de Jeckyll y Hyde. Por un lado, mi obligación profesional de hacer un número atractivo para el lector; por otro, el embotamiento que sufría mi cerebro y el ¿desprecio? que llegué a sentir por tanto gurú del liderazgo –con el tiempo me di cuenta- que llenaba mi cabeza con frases épicas sobre comportamiento empresarial vacías de contenido real.

Esta situación creaba un tenso equilibrio entre deber laboral y deber moral. Me daba la sensación de que muchos de los artículos publicados, no todos, llegaban a tener menos fondo de realidad que la genial obra de Charles Lutwidge Dodgson, y sin embargo los publicaba, facilitando – pensaba por aquel entonces- el engaño del lector.

Lo peor era cuando me venía alguien hablando maravillas de un determinado artículo, sobre todo porque no soy persona con facilidad para disimular emociones. Pensaba para mis adentros, “uf, otro engañado”, aunque siempre me consolaba recordando la mayoría de edad de los lectores, y su libertad para opinar lo que quisieran.

Hoy las cosas no han cambiado. Los gurús no se han extinguido, sobreviven, siguen siendo los mismos, aunque de vez en cuando se asoma alguno nuevo intentando meter la cabeza. Y siento curiosidad por el proceso para convertirse en gurú, en gurú del liderazgo, con el diccionario del liderazgo, con la coctelera del liderazgo, esa donde metes todos los términos del diccionario, aprietas un botón y empieza a dar vueltas escupiendo frases “históricas” sobre nada de nada.

Y siento curiosidad por cómo los gurús de hoy se convirtieron en lo que son, estrellas del liderazgo, de la estrategia, de la empresa. Y esa curiosidad me invade cada vez que oigo –cada vez escucho menos- a uno de estos gurús y veo su habilidad para llenar salas.

¿A dónde quiero llegar?

No hay día que no veamos en los medios de comunicación problemas empresariales de todo tipo, grandes corporaciones que se desploman, recortes brutales de empleo, empresas que son absorbidas, directivos que son cesados, directivos que son procesados, compañías que pierden ventas, acosos laborales, accidentes laborales, conflictividad laboral… y no veo a los gurús por ningún lado. Perdón, sí les veo, pero donde siempre, alejados de los interminables y reincidentes problemas que les reflejo aquí. Alejados de la realidad, en su mundo del liderazgo.

No veo que aporten nada para frenar la sangría producida por los accidentes laborales, ni veo que aporten nada para solucionar expedientes de regulación de empleo, ni las múltiples huelgas que nos asolan, ni el problema del mileurismo, ni del acceso a una vivienda, ni la inmigración ilegal, ni la discriminación laboral, ni el paro, ni la inflación, ni la formación de las nuevas generaciones… (Una lista interminable).

Es decir, no veo que aporten a la sociedad en general soluciones prácticas para mejorar todo lo mejorable: mercado de trabajo, conciliación, salarios, condiciones laborales, huelgas…

De ahí mi escepticismo ante los gurús conocidos, los famosos, conferenciantes habituales, aquellos que comparten su conocimiento y sabiduría para resolver problemas que sólo afectan a unos pocos; y el ser escéptico no significa que reste ningún merito a estos profesionales del liderazgo (tener multitud de seguidores no lo consigue cualquiera), simplemente no comulgo con sus ideas.

Me quedo con muchos otros líderes, desconocidos, que sí han hecho algo por resolver problemas que afectan a todos, pero que no han podido o querido ponernos al corriente de sus méritos. Esos son, para mí, los verdaderos gurús, líderes silenciosos que no participan en conferencias, ni escriben libros o artículos, pero que sí aportan esas soluciones prácticas para mejorar las cosas.

El día que los famosos aporten algo útil, de interés general, cambiaré de mentalidad.

El título de este artículo está tomado de un programa de televisión sobre el dictador (líder) norcoreano Kim Jong II que se emitirá en los próximos días en el canal CUATRO.