Como ya he escrito otras veces, para diseñar un programa de aprendizaje, los contenidos no son el punto de partida aunque muchos clientes insisten en enviar toneladas de powerpoints cuando solicitan una propuesta. Para aprender, sabemos que no es imprescindible hacer cursos. Basta que reflexionemos acerca de aquellas áreas en las que nos consideramos expertos y pensar en cómo hemos llegado a desarrollar ese know how. Desde luego, en muy pocas ocasiones ocurrió en un aula. De hecho, si estamos de acuerdo en que aprendemos haciendo, el propio concepto de aula, curso y profesor no tienen sentido porque en un aula no se "hace" gran cosa.
Por quinto año estoy participando como juez de los Brandon Hall e-learning awards donde me ha tocado juzgar el proyecto de una multinacional del software. Dicha empresa ha puesto un enorme catálogo de cursos a disposición de todos los empleados que cubre cada necesidad de capacitación que pueda imaginarse. Y lo que es mejor, no se han gastado un solo dólar en su desarrollo. Los empleados pueden tomar los cursos cuando quieran y sólo entonces hay que desembolsar el dinero de la licencia. Por curiosidad, analicé el curso denominado Calidad de servicio al cliente cuya duración es de 1h 25min. Si el curso dura 85 minutos y contiene 8 objetos de aprendizaje, imaginó que cada uno dura unos 10 minutos y medio. ¿Qué podría aprender alguien en 10 minutos y medio? Además se prometen 8 resultados así que imagino que en 10 minutos y medio sería capaz, por ejemplo, de descubrir y eliminar barreras que impiden fidelizar a un cliente. Eso equivale a 5,15 minutos para descubrirlas y 5,15 minutos para eliminarlas. Cualquiera que lleve algunos años trabajando sabe que no es fácil resolver esos problemas. Es impresionante saber que se puede aprender a descubrir esas barreras en solo 5,15 minutos y además on line. Y resulta todavía más impresionante aprender a eliminarlas en solo 5,15 minutos más. Está claro que los milagros existen.
Luego revisé el curso Liderando un equipo de alto desempeño de 12 horas de duración y que cubría mucho más material y contenidos que el anterior. Hacer funcionar equipos de trabajo no es nada sencillo pero se supone que si un empleado hace ese curso, 12 horas después sabrá cómo hacerlo: Sabrá impartir sesiones de formación, definir una meta, visualizar un objetivo, vender sus ideas, etc. Cuando pienso en esas situaciones, no me resulta nada claro cómo se manejan. Lo que estoy seguro es que lo que alguien pueda saber al respecto, lo ha aprendido de la dura experiencia. ¿Qué estarían aprendiendo realmente los alumnos de ese curso? Sabemos que cualquier cosa que queramos hacer bien (vender, liderar personas o sacar jugando al tenis) exige años de práctica y no cursos de 8 horas o libros con títulos prometedores.
Hay una pregunta que nunca falta y que formulan de manera constante muchos responsables de RRHH. ¿Cuánto cuesta un curso de e-learning? Lo perverso de esta pregunta es que implícitamente da por sentado que un programa de aprendizaje se corresponde directamente con un número, tiene un precio que cada proveedor anuncia en un cartel como en los puestos de un mercado, y se puede comprar por kilos como si fuese jamón, tomates o patatas. Cada vez que escucho esa pregunta respondo con otra pregunta similar que está idénticamente mal formulada ¿Cuánto cuesta una casa? Obviamente depende de muchas cosas.
Quien esté preocupado por saber cuanto cuesta un curso de e-learning debiese primero hacerse algunas preguntas: ¿Porque quiero hacer un curso? ¿Qué problema quiero resolver? ¿Cuánto me cuesta (y me importa) ese problema y hasta donde estoy dispuesto a llegar para resolverlo? ¿Qué resultados espero obtener y cómo los voy a medir? ¿Estoy seguro de que ese curso es la mejor solución?
Nuestra sociedad venera la velocidad, la cultura del correcaminos donde todo debe ser cada vez más rápido, donde no vivimos la vida sino que corremos la vida y donde el tiempo es dinero (hacer más en menos tiempo). Estamos obsesionados en medir todo con cifras y que cada año, esas cifras sean considerablemente mejores que las del anterior. Obviamente era muy ingenuo pretender que esta ola no iba a inundar también el mundo del aprendizaje:
Cada día nos ofrecen desde cursos de lectura rápida, hasta aprender todo sobre management en 1 hora (el best seller "Quién se ha llevado mi Queso" por ejemplo) o asistir a una clase magistral con el Profesor Peter Drucker en DVD. Pasamos del workaholic al speedaholic. Tomarse tu tiempo, ralentizarse un poco, ser pausado, está mal visto. Cuando corro, me evito pensar. No hay niños con déficit atencional sino adultos con ese déficit. Criamos niños estresados que no saben pensar y no saben soñar. y como dice mi amigo Marcelo Lasagna "en el vértigo, nada florece". Se busca lo más rápido, lo más efectivo pero al mismo tiempo lo más barato. El problema es que esa ecuación no se sostiene y alguien pierde.
No sé de quien es la responsabilidad: Si de la oferta que es capaz de ofrecer cualquier cosa con tal de vender en un negocio que cada vez resulta más apetitoso. O de la demanda, del mercado que ve una manera fácil y sencilla de gastar lo menos posible reutilizando los viejos manuales, powerpoints y CDs que ya tenía.
Cuando preguntas a un directivo de una empresa cómo miden el impacto de su formación, si están contentos con el esfuerzo que hacen y si se puede mejorar, todos coinciden en que la formación no le cambia la vida a nadie: no modifica comportamientos y por tanto no tiene apenas impacto.
Hay una historia de un maestro que contaba siempre una historia al terminar la clase, pero los alumnos no siempre la entendían. Uno de ellos se quejó de que no les explicaba el significado y el maestro se disculpó y en señal de reparación le invitó a comer un rico melocotón. Más aún, el maestro se ofreció a pelar él mismo el melocotón. Incluso lo cortó en trozos para que le fuese más fácil comerlo, lo que el alumno acepto aunque no quería abusar de su generosidad. Por último, el maestro le propuso también masticarlo antes de dárselo a lo que el alumno, esta vez, se opuso sorprendido. El maestro le contestó: "Si yo os explico el sentido de cada cuento, sería como daros a comer una fruta masticada". Para aprender te tienen que pasar cosas a ti, no al profesor, aprender cuesta trabajo Nadie puede masticar la comida por ti, ni nadie puede aprender por ti. Lo malo es que en los cursos pasan muy pocas cosas.
Todos estos temas los analizaremos en la octava edición de Edunet el 27 de junio en Santiago http://www.interexpo.cl/programa_edunet07.htm y los pueden profundizar asistiendo a estas discusiones virtuales con Roger Schank http://www.engines4ed.org/invite/index.html
En definitiva ¿Cuánto cuesta un curso? La verdad es que la respuesta a esa pregunta no es muy importante pero si no se conforman con eso, tengan los ojos bien abiertos porque en el supermercado cercano a su casa seguro que ya ha llegado el ofertón del mes: pague 3 cursos de habilidades directivas y llévese 1 de ofimática y 1 de inglés de regalo.
Los comentarios están cerrados.