24 de noviembre de 2024
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Tengo un coach

Tengo un coach

Sí, al fin lo tengo. En mi empresa eso era antes un privilegio que te diferenciaba del resto, un símbolo de distinción, o sea, un puntazo. Ahora, en cambio, quien no tenga, haya tenido o tenga previsto tener su coach es un paria que sólo puede esperar un lastimoso futuro dentro de la organización. Y es que hay que rendirse a la moda de un recurso universal, todopoderoso y …. que sirve para superar crisis, afinar habilidades, afirmar conductas, orientar decisiones y despejar las incertidumbres de todo directivo que se precie.

Mi coach es un estereotipo de figura paterna investida de la seguridad y la sabiduría que su papel exige. Físicamente lo describiría como de edad “otoñal”, uniforme de terapeuta alternativo (cuello alto, blasier de lana, lentes progresivos, pelo entrecano, coleta testimonial, pipa de hueso), trato confiado y un tufo inconfundible a “Old Spice”; para concretar, como Chanquete pero un poco más sofisticado.

¿Y por qué yo? La verdad es que no lo sé, pero el caso es que ya me iba tocando. Después de pasar por todos los cursos de Desarrollo Directivo que a una mente medianamente sana se le pueden ocurrir, después de haber rotado por todos los departamentos, filiales y colaboradores asociados, después de haber superado dos masters y asistido a talleres, seminarios, conferencias… no podían dejar escapar la oportunidad de enchufarme un coaching para, según me contaron mis jefes, “estimular la materia prima que genera en tu carrera la demanda de tu propuesta de valor”. Sí señor, con dos c…

Después de 3 meses de entrenamiento, 14 sesiones semanales sin faltar una sola, ha llegado la hora de evaluarlo.¿Qué puedo decir? Me han puesto delante un papel con muchas preguntas, pero todas están referidas a tres aspectos de mi “entrenamiento”: el coach, el método y los resultados. Empezaré por el primero.

Mi coach, pese a su imagen de compleja y sofisticada afectación, se llama Fulgencio. Lo primero que hizo cuando nos presentaron fue darme un repaso de arriba abajo calibrando mis posibilidades como tutelado  o coacheeee… (creo que me sobra alguna “e”) , es decir, anticipando:

  • Mi disciplina para acatar todas sus guías, propuestas y sugerencias sin cuestionar ni lo más mínimo la certeza de su juicio.
  • Mi inseguridad que me llevara a asumir que, en el caso de que aquello no funcionara, todo se debería a mi resistencia o a mi incapacidad para elaborar y llevar a la práctica sus insuperables aportaciones.
  • Mi predisposición para establecer una relación de dependencia que me gratificara con su protección y amparo, algo que tan cruelmente me negaba el mundo.

Al método aún no le he tomado la medida. Alguna vez se lo he preguntado a Fulgencio, y me ha venido a explicar, con la suficiencia de un mayordomo británico, algo de “líneaconductualsobrepatronesracional-emotivosenbaseguestáltica competencialevaluativa…”, o algo parecido. O sea, los mismo que rascarme las vísceras para encontrar mi “yo” superchachi si antes no la palmo en el intento. Y el caso es que algo me está pasando: que ya no sé cómo hago lo que hago,  no sé qué he de hacer para hacer lo que tengo que hacer si haciéndolo hago lo ya hecho o lo que aún he de hacer. Como no podía ser de otra forma, he vuelto a fumar.

Los resultados se han hecho esperar, pero han merecido la pena. Ahora me siento diferente, capaz de hacer cosas que antes ni se me hubieran ocurrido: raparme la cabeza, pasear al perro en pelotas o desayunar café con anchoas. Es cierto, no son esos logros profesionales que yo esperaba (y mis jefes también), pero me doy por satisfecho; al menos conservo mi empleo.

Nunca olvidaré a Fulgencio. Y no lo haré porque no tengo oportunidad: ahora le veo todos los días en sesiones grupales de coaching en las que se tenemos que incentivarnos, marcar nuestras metas y prestarnos ayuda. Al final te quedas con las mismas preguntas que esperabas resolver antes de empezar, las mismas que me animan a seguir adelante: ¿dónde estoy y dónde he de llegar?, ¿qué camino debo seguir?, ¿qué me voy a encontrar?, ¿seré capaz de hacerlo?, y sobre todo, ¡¡¡¿CUÁNTO ME FALTA PARA LA JUBILACIÓN?!!!

 

*Artículo extraído de la publicación Training & Development Digest

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