Si Recursos Humanos tuviera en la empresa española, de manera habitual, la importancia que parece tener para la sociedad en general y para los políticos en tiempos de elecciones, otro gallo le cantaría a la propia función.
Y es que se acercan las elecciones del 27-M y comenzamos a leer y escuchar promesas en materia de recursos humanos que ya las querrían poder cumplir los propios directores de RRHH o encargados de las personas en las organizaciones.
Puestos de trabajo por doquier, pleno empleo, reducción de la temporalidad, plazas de guardería, trabajo para los mayores… Da igual a qué Comunidad Autónoma o Ayuntamiento se pertenezca, las ofertas al electorado suelen ser bastante coincidentes, dejando a salvo mínimos aspectos puramente territoriales. Parece como si el candidato de turno, da igual el partido, llegara a una población determinada, rodeado de periodistas, cámaras y micrófonos, alguien le apretara un botón de ON en la espalda, comenzara a proferir promesas “¡tantos puestos de trabajo, paridad, más empleo femenino…!”, el mismo alguien le apretara el OFF, le metiera en la furgoneta y hala, al siguiente pueblo.
Llegará el día, se votará, unos ganarán, otros perderán -al final ganan todos-, se producirán las habituales fiestas de celebración del éxito, las habituales manifestaciones de oposición constructiva y tal y tal. Y al día siguiente más de lo mismo. Para bien o para mal.
Ante esta indiscriminada emisión de promesas a diestro y siniestro, mi duda es qué puede prometer un político, en plena campaña electoral, ante casos muy concretos, por poner un caso, de grandes expedientes de regulación de empleo, sobre todo si se ha sido gobierno en el mandato próximo a terminar.
¿Qué se les puede prometer, por ejemplo, a los trabajadores de Delphi, SAS, Atento, Mildred-Pauni, GE Power, Lear, Airbus, Microser, Sintel, Vitelcom, Ercros, Ferrys, Babcock, Zincsa, Dogi, SEAT y de otros casos menos conocidos de despidos colectivos?
¿Realmente saben los candidatos en qué se meten cuando prometen algo tan a la ligera en asuntos relacionados con las personas, con los salarios, con la temporalidad, con el empleo? Porque todo lo que afecta directamente al empleo y al dinero que se lleva uno todos los meses no es comparable a la promesa de construir una carretera o de cuidar el medio ambiente.
¿De verdad piensan las grandes cifras que prometen? ¿De verdad se paran a pensar lo que dicen? Porque recursos humanos no se aprende en 2 tardes. ¿De verdad alguien se acaba creyendo esas promesas? ¿De verdad alguien va a acordarse de ajustar cuentas cuando los candidatos no cumplan las promesas? ¿Qué piensan los verdaderos profesionales de recursos humanos ante tanta promesa superficial emitida sin ton ni son? ¿No se echan a temblar?
Es una lástima que no tomemos nota de todo lo prometido en campaña electoral para poder comprobar, años después, que no se ha cumplido prácticamente nada, o casi nada.
Ojala me equivoque.
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