30 de octubre de 2024
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Carta a un líder intermedio

Carta a un líder intermedio

Estimado jefe… Ya sé, ya sé que has seguido diversos cursos de liderazgo, pero yo sigo viéndote como jefe y no como líder. La verdad es que no acertamos en establecer una relación jerárquica que satisfaga a ambos en pro, y en pos, de la efectividad y la calidad de vida en nuestro entorno, de la sinergia, del trabajo en equipo… Sí, yo también, aun siendo ingeniero, leo libros y sé de la importancia de aunar efectividad y satisfacción profesional. Incluso he leído cosas sobre el liderazgo en la empresa, aunque no sé qué os cuentan en los cursos para directivos. Desde luego, y no querría frustrarte mucho, yo no te veo como líder (espero que no te moleste mucho que te lo diga).

 

Quería hablarte básicamente de profesionalidad y de conocimiento, y he preferido hacerlo antes por escrito para ahorrar tiempo en la charla que, ya en vivo y directo, espero que tengamos. Tenemos, más o menos, la misma edad y, desde mi experiencia de estos años en la organización, creo que no puedo igualar tu capacidad de gestión ni tu habilidad para las relaciones con colegas y clientes; pero, francamente, no te veo como líder (por muchos cursos que hagas, creo yo) ni me veo a mí mismo como seguidor. La verdad es que tampoco me veo como colaborador y ni siquiera como recurso humano; creo que soy un profesional experto en mi campo, en el que me desenvuelvo con acierto y responsabilidad, en conformidad con lo que supuestamente desea la empresa y dice el presidente, y porque al parecer pertenecemos a la “economía del conocimiento”.

 

Tengo iniciativas innovadoras, pero también tengo la percepción de que no son bien recibidas; a veces me pregunto si de verdad la organización persigue la mejora continua y la innovación, pero sé que también puede haber problemas, dificultades, intereses que a mí se me escapen, de modo que me resigno. No obstante pienso, y déjame confesarlo, que careces de conocimientos técnicos suficientes para evaluar mis sugerencias; admito que tú tengas el poder y yo, como mis compañeros, el saber (me cuesta mantenerme actualizado en conocimientos, aunque lo intento más allá de los cursos que se orquestan), pero tendría que haber mayor armonía entre ambas cosas: poder y saber.

 

Aquí va ya una de mis reflexiones. Tal vez podríamos ser más efectivos si yo tuviera algo más de poder y tú algo más de saber; pero también podría resolverse de modo que cada uno tuviera el poder que le correspondiera por su saber. Simplificando las cosas, yo no me metería mucho en lo que hay que hacer o conseguir, y tú no te meterías en el cómo hay que hacerlo. No sólo me refiero a procedimientos y normas que me parecen superados por el sentido común, sino también a todo eso de los valores corporativos, hábitos, etc., que con tanta falta de rigor se interpretan.

 

Dicho de otro modo, dime qué resultados cuantitativos y cualitativos se esperan de mí y de la colectividad, y déjame alcanzarlos sin encargarme trabajos paralelos, por cierto rutinarios y burocráticos, cuya necesidad no entiendo, y asimismo sin interrupciones litúrgicas. En efecto, tampoco creo necesario que me evalúes con tanta frecuencia y tanta riqueza de parámetros, ni que seas mi coach. He leído igualmente sobre coaching y sobre la mayéutica, y creo que ni tú eres Sócrates ni yo tu discípulo. Créeme que me ocupo de mi propio desarrollo como ser humano y como profesional, y de nuevo déjame que diga lo que pienso: poco me puedes enseñar al respecto.

 

Pero lo que más me molesta es que me obligues en ocasiones a trabajar sin profesionalidad, sin esmero, por mor de no sé qué motivos.  Seguramente hay razones, en nuestra organización y quizá en la del cliente, para que los plazos sean más importantes que la calidad, pero a mí no me gusta hacer las cosas mal a sabiendas: es como una especie de prevaricación. Un profesional es un profesional; si lo que la empresa quisiera fueran empleados, entonces ésa sería otra relación (en la que tampoco me parece ver la necesidad de líderes). El presidente habla (al menos en público) de la profesionalidad de todos, directivos y trabajadores; no le he oído yo hablar de subordinados o empleados, y tampoco utiliza la expresión “recursos humanos”, salvo para referirse a los recursos de los seres humanos.

 

Creo que es una contradicción demasiado manifiesta que se predique el aprendizaje permanente, la profesionalidad, la creatividad, la mejora continua, la calidad, el empowerment…, y que luego se me pida que inhiba mi saber hacer, o que mis iniciativas e ideas sean preteridas, si no sofocadas.  También he leído (quizá no debería yo leer tanto), que “un buen líder es aquel que sabe obtener lo mejor de sus colaboradores”… Mira, si yo hago las cosas bien, créeme que no es por ti, sino más bien a pesar de ti. Se sugiere igualmente por los expertos que liderazgo y coaching son casi sinónimos… Mira, en los delirios se están alcanzando cotas inimaginables, pero yo creo que el jefe tiene que ser un buen jefe, con un nuevo e importante papel en el siglo XXI, y sin necesidad de ser líder ni de ser coach, salvo que tenga que inventar cosas para llenar su agenda de reuniones y actividades.

 

Yo no necesito un líder, sino saber liderarme a mí mismo; pero es que creo que tampoco los júniores (así sugiere el plural la Academia) necesitan un líder sino, si acaso, un sénior que los tutele hasta su “mayoría de edad”. Dicho de otro modo, la función técnica debería tener mayor independencia del poder gestor, como el poder judicial lo tiene del poder político. Esto te sonará revolucionario, pero yo te hablo de autonomía en el cómo hacer las cosas para satisfacer al cliente, y de menos delirios culturales-doctrinales que parecen convertir a los directivos en oficiantes de una liturgia manipuladora. Así veo yo a los supuestos líderes: como oficiantes de una liturgia extraña que viene a desviar la atención de lo que sería la recta economía.

 

Como observador, me repugna la idea de que las empresas se empobrezcan (las acciones se desplomen) mientras los ejecutivos se enriquecen, y, ya más en mi entorno, me repugna que la profesionalidad se sustituya por el seguidismo de los supuestos líderes. Pero no tengo yo vocación revolucionaria sino profesional: me gusta saber, y me gusta aplicar lo sabido. Si tengo que obedecer contra mis criterios, entonces me desresponsabilizo, e inhibo facultades y fortalezas.

 

Esta es una reflexión que vale la pena. Parece haber empeño en sostener la superioridad de los profesionales de la gestión empresarial (directivos, líderes…) a expensas de los expertos en las áreas técnicas. A mí sólo me cabe confesar que, sin suficiente libertad de acción, no me considero un profesional experto sino un empleado pagado para obedecer. Creo que lo decía Pío Baroja: “En España no se paga por el trabajo sino por la sumisión”. En los tiempos que corren, el saber es cada día más importante y cuesta mucho esfuerzo seguir los avances en los diferentes campos; la gestión también es importante, pero tal vez el statu quo habría de reconsiderarse. ¿Estamos en una relación entre jefes y empleados, o estamos en una relación entre profesionales de la gestión y profesionales técnicos?

 

La empresa tiene derecho a funcionar como quiera y, porque me paga, a que yo me someta a sus propósitos e intereses; pero si me piden profesionalidad, eso es otra cosa. No se puede obligar a un médico a que recete un medicamento contra su criterio, ni se puede obligar a un maestro a que enseñe trigonometría antes que geometría. Si yo debiera someter a ciegas mi profesionalidad técnica a tus criterios de una profesionalidad distinta (la de la gestión empresarial), entonces mi empeño en hacer las cosas bien podría ser un obstáculo: de hecho, a veces creo que lo viene siendo.

 

Ya sé que nosotros no vamos a resolver los cambios necesarios en la empresa, pero yo me daría por satisfecho mejorando la efectividad y la satisfacción profesional de nuestro entorno. Ésa, pasa, créeme, por que te bajes del pedestal y nos veas como profesionales que saben bastante, y que desean hacer las cosas mejor cada día. Más que seguidores, colaboradores, subordinados, empleados o recursos humanos, somos trabajadores que, por vocación o prurito profesional, queremos hacer las cosas en armonía con lo que sabemos y en conformidad con los resultados que se nos exigen. Estimado jefe, por tener un despacho más grande no sabes más, ni eres infalible: simplemente, tienes un despacho de mayor extensión. Por hacer muchos cursos de liderazgo, no eres líder: simplemente tienes más cursos en tu expediente. Por estar continuamente evaluándome no eres superior, eres simplemente un seguidor de las normas internas. Ah, y lo que tú haces no es coaching: el coaching es otra cosa.

 

De todo esto podemos hablar si, como yo, buscas una mayor efectividad colectiva y una deseable satisfacción profesional de todos; si, por el contrario, lo que buscaras fuera defender una posición de privilegio a toda costa, entonces… Entonces en realidad no haría falta que habláramos. Este trabajador queda a tu disposición, pero también a la espera de ser convocado con la intención de encontrar una nueva y más idónea relación jerárquica.

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