Tengo la opinión, algunos me dicen que algo radical, de que hay dos profesiones en las que no se pueden permitir los errores: piloto comercial y médico. Por extensión, podría decir lo mismo de aquellas profesiones en las que un trabajador, profesional, empleado… -como queramos llamarlo- tenga bajo su responsabilidad la vida de otros. Profesiones en las que una negligencia o error impliquen consecuencias graves e irremediables para la vida y/o salud de otros.
También soy de los que piensa, sobre todo cada vez que se produce un conflicto colectivo en sectores muy concretos –pilotos otra vez-, que sobre temas salariales hay que darles la razón, que de ellos dependen las vidas de tantos viajeros que no merece la pena andar “racaneando” unos euros en su nómina mensual. Con los médicos ocurre lo mismo, así como con aquellas otras profesiones en las que apretar bien una tuerca o conectar el cable verde en vez del rojo es la diferencia entre vivir o morir, la diferencia entre la vida y la muerte… de otros.
Otra cosa es que utilicen el argumento de la seguridad de las personas para sus reclamaciones laborales, algo más cercano al chantaje que a una legítima reivindicación.
Corporativismo
Días atrás –coincidiendo con multitud de reclamaciones laborales por parte de profesionales sanitarios de buena parte de España- me encontraba con un amigo de la infancia, de esos a los que el tiempo no cambia a pesar del paso de los años. Entre otras cosas, divinas y humanas, me contaba que a su padre, médico jubilado, le habían operado para ponerle una prótesis de rodilla. Durante la intervención quirúrgica se “produjo” un problema: al retirarle la aguja de la anestesia epidural, el anestesista no lo hizo de manera correcta y le provocó un coagulo que le presionó la médula espinal y le causó una paraplejia; ahora necesita una silla de ruedas y a gente a su alrededor para poder vivir, sin entrar en otras consideraciones de salud mental.
Le pregunté si, dentro de su desgracia, había iniciado acciones legales contra el anestesista. Puso cara de resignación; su padre, médico, no iba a tomar medidas contra un colega.
Independientemente de respetar, aunque no compartir, una decisión como esa, mi pensamiento se iba hacia todas esas personas que ya se han puesto y se pondrán en manos de este profesional, de este negligente profesional. Debería existir un seguro de responsabilidad civil que, en caso de haber denuncia de los perjudicados, atendiera las indemnizaciones y retirara de la circulación profesional a todos aquellos negligentes que han dispuesto de la vida de los demás, aún pagándoles la nómina hasta su virtual jubilación.
Otras cosas
El reciente caso de los sabotajes del metro de Madrid ha sorprendido –aunque cada vez menos- a cualquier persona que se precie de bien. Trabajadores sin escrúpulos de esta empresa pública han delinquido y puesto en peligro la vida de los viajeros. Lo que no se sabe todavía, aunque se puede deducir, es el objetivo perseguido por estos delincuentes. Han llegado a inutilizar, incluso, sistemas de seguridad, aquellos que, supongo, están para evitar accidentes y muertes.
Los sindicatos, como siempre, piden que no se criminalice a todos los empleados, y se han mostrado dispuestos a colaborar con la Justicia. Qué menos. Los únicos que están criminalizando al resto de los empleados son los propios delincuentes. En cualquier caso, echo en falta una respuesta más enérgica de los representantes de los trabajadores, echo en falta que pidan ver a los responsables en la cárcel, que pidan que todo el peso de la justicia caiga sobre ellos, que pidan al resto de los empleados ayuda para identificar a los culpables y, si cabe, testificar contra ellos. Echo en falta una censura total de este tipo de acciones. ¿Corporativismo sindical?
La defensa legítima de los derechos laborales y sindicales no es contraria a la reclamación de Justicia; estamos a la espera de que se produzcan las detenciones lo más pronto posible, antes de que los saboteadores pasen a convertirse en asesinos.
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