Hace tiempo me contaron un chiste que estos días me ronda la cabeza una y otra vez. En medio de un proyecto, en reuniones, preparando un informe, no importa lo ocupada que intente tener la mente, el chiste se cuela y rebota en mi memoria hasta que no tengo más remedio que recordarlo:
Estaban dos hombres perdidos en el desierto, al que habían llegado tras muchas y esforzadas horas de vuelo en su avioneta. Los dos vestidos de traje y corbata, sin soltar sus maletines de trabajo donde llevaban importantes proyectos de clientes.
El tiempo pasa lentamente y los dos directivos siguen en su desierto, muertos de sed, sudando la gota gorda, sin atreverse a parar y dando un paso tras otro hacia delante. Después de largos días de vagar por las ardientes arenas, ven un oasis en el horizonte.
Sin dudarlo dos veces, salen corriendo con todas sus fuerzas hasta el deseado vergel. Al llegar al borde se divisa un enorme lago de agua potable, pero no excesivamente cristalinas. Uno de ellos salta al agua, con maletín y todo, y comienza a beber alocadamente. El segundo, más prudente, descubre en un rinconcito un precioso bar con terraza entre las palmeras. Tras ajustarse la chaqueta y la corbata, se sienta en una mesa y deja bien apoyado su Maletín. Mientras disfruta del paisaje, un camarero se acerca hasta él.
– ¡Buenos días! ¿Qué desea al señor?
– ¡Buenos días! Si no es molestia me gustaría tomar un vaso de agua… con hielo.
El chiste no es de reír y no parar, pero esta diferente percepción de la realidad tiene un enorme paralelismo con la formación del inglés en la empresa actual. Se plantean una serie de necesidades, de retos que conviene superar a fin de seguir siendo competitivos. Existen muchas formas de calmar la sed, de cubrir las necesidades del mercado o la empresa, pero no todas son igualmente válidas o efectivas.
Estamos sedientos
La empresa actual en España se encuentra en una situación de evolución, de cambio y adaptación a los nuevos parámetros de los mercados internacionales. En la mayoría de las empresas en Europa, destinan la mayor parte de su presupuesto de Formación al “inglés” siendo el que presenta un peor retorno de la inversión. Estamos sedientos y todo nuestro trabajo depende de la mejora de una herramienta esencial para los negocios: el inglés.
La empresa, los clientes, los negocios siguen su curso. El éxito no espera y no podemos detener nuestro avance. En relación con otros países España necesita hacer un mayor esfuerzo en su nivel de inglés empresarial. Nos abrimos a un mundo que habla en inglés en sus relaciones comerciales y de colaboración.
Para ser competitivos necesitamos prestar mayor atención a la formación de inglés. Sin embargo, todas las acciones emprendidas hasta este momento comparten una visión muy tradicional de la formación, un punto de vista académico que no parece obtener los resultados deseados. La empresa quiere que sus empleados tengan los máximos conocimientos del idioma y desde el punto de vista de ellos, nunca saben lo suficiente.
Año tras año se implantan los mismos sistemas sin tener en cuenta las necesidades reales de comunicación de los individuos en sus entornos de trabajo. Lo ideal sería que todos los empleados de una compañía dominaran el idioma pero en términos reales de basta con que sepan lo suficiente para realizar su trabajo de manera efectiva. Se trata de especializar la formación, concretarla. Para ello hay que saber y tener en cuenta dos factores:
– ¿Cuál es el nivel necesario para poder desempeñar de manera satisfactoria las tareas que comprende un determinado puesto de trabajo?
– ¿Cuál es el nivel que tienen los empleados que desempeñan ése puesto de trabajo?
Comparando ambos datos, podemos saber quien necesita formación y en qué medida. Esta información es muy útil a la hora de establecer prioridades formativas y de elegir el tipo de formación más apropiada a las necesidades de la compañía. De esta forma evitaremos el desequilibrio entre el nivel de inglés que un puesto requiere y el que la persona que lo desempeña posee y, además, conseguiremos un mayor retorno de nuestra inversión.
Beber de lo mejor
Indudablemente, cuando se tiene sed, cuando se necesita mejorar, hay que poner los medios para conseguirlo. Sin embargo, no todo lo que se bebe es igual de efectivo o positivo a la hora de cubrir nuestras necesidades. Podemos tirarnos de cabeza en la enorme bolsa de agua del Oasis y beber hasta que el agua nos salga por las orejas, pero ni hidratamos adecuadamente nuestro cuerpo, ni disfrutamos del hecho de obtener lo que estabamos buscando.
Invertir en formación de inglés ya no es una opción para la empresa española, sino una necesidad ineludible para su evolución y desarrollo internacional. No hablamos de cuantas cifras posee esa inversión, el número de personas que disfrutan de este beneficio o de las horas de “clases” impartidas, sino de analizar la calidad y la cantidad de inglés que un puesto y una persona requieren. Saber el inglés que el puesto requiere y aplicarlo en aquellas áreas más relevantes para su desempeño es la capacidad que tiene un individuo para comunicarse de manera efectiva y potenciar su labor.
La empresa necesita saber inglés para ser competitiva en los negocios, alcanzar el vergel de la excelencia y abandonar las ardientes arenas de sus limitaciones. Hay que dirigirse al mercado y seleccionar los mejores formadores, pero antes de beber sin distinción hay que saber evaluar, analizar y especializar esa formación, para que en verdad sea eficaz. Para que nuestro inglés se proyecte en nuestro trabajo es conveniente focalizar la formación directamente hacia las exigencias del puesto, disponer de evaluaciones separadas de cada uno de los niveles y trabajar en superar las diferencias existentes entre los niveles requeridos y los reales en cada habilidad.
Podemos chapotear y empaparnos en una formación sin garantía práctica, sin un beneficio tangible, o podemos dirigirnos al futuro con la seguridad de estar dando los pasos más adecuados. Usted elige, lanzarse al agua sin más o pedir “Inglés con Hielo”.
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