Sin duda, los desafíos de la actualidad son de suma exigencia, tanto para las organizaciones como para los individuos que trabajan en ellas. Reina una exigencia severa de calidad, competitividad e innovación con la que satisfacer a clientes internos y externos como única vía para sobrevivir en condiciones esperanzadoras. La superación de estas dificultades propias de nuestro tiempo implica dotar de mayores dosis de protagonismo a los artífices naturales de los resultados organizativos: el factor humano.
En todo proyecto exitoso aparecen dos ingredientes básicos: competencias y emociones; sin embargo, la gestión empresarial tradicional ha despreciado el segundo de los componentes. En la actualidad emerge otra manera de gestionar el factor humano que pasa por el diseño e implantación de equipos de trabajo como unidad operativa de referencia que sustituye al obsoleto modelo que sólo es capaz de asociar al individuo frente al puesto de trabajo.
La filosofía del “trabajo en equipo” rompe rigideces organizativas y sociales, introduciendo valores de cooperación, confianza, consenso, apoyo mutuo, solidaridad, liderazgo compartido, etc. que hacen más humano el entorno organizativo posibilitando interacciones sociales estables y coordinadas desde la propia discrecionalidad e interés de los individuos.
Por eso, los “equipos de trabajo”, cuando desarrollan y aplican efectivamente las dinámicas que los hacen singulares, explotan la diversidad materializándola en complementariedad, para el desarrollo de procesos sinérgicos capaces de incrementar los resultados organizativos al mismo tiempo que aumentan la satisfacción de directivos y empleados. Es la paradoja del trabajo en equipo.
Son estas las ideas rectoras que ha tratado de desarrollar el manual “Fundamentos de trabajo en equipo para equipos de trabajo”, pensando en todos aquellos interesados en el tema bien desde un punto de vista teórico o bien desde la ambición por construir centros de trabajo excelentes.
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