Recientemente tuve que ir a Londres donde se encuentra la matriz de Michael Page para cumplir con un programa de intercambio de ideas y de formas de trabajo. Fueron unas jornadas muy interesantes donde pudimos conocer su forma de entender este negocio, con una experiencia en el mercado enorme, y una posición de liderazgo en el mercado que concede un peso enorme a todo lo que allí ocurre. Lo que más me llamó la atención fue que desde hace años estaban trabajando con un enfoque muy diferente al que hasta hace muy poco era nuestro modelo: el candidato.
En España, la orientación comercial de las empresas de trabajo temporal y de selección siempre había sido claramente dirigida a las empresas. Quien tenía la empresa tenía la clave del negocio, tenía el proceso. A partir de ahí, el candidato salía de un vasto número de trabajadores ávidos de hacerse un hueco en el mundo laboral.
Desde hace algunos meses, venimos observando como, sobre todo en algunas áreas (comercial es una de éstas), los candidatos empiezan a tener un peso muy importante en la resolución del proceso, y, para nuestra desesperación nos percatamos del ascenso imparable de la contraoferta, del incumplimiento de las cartas compromiso, de la retirada de los candidatos en procesos ya muy avanzados, de la informalidad a la hora de los compromisos contraídos, de la incursión del mismo candidato en varios procesos, y en definitiva, de la elección y selección por parte del candidato de qué oferta decide aceptar.
Todos los que nos dedicamos a este negocio sabemos que la clave siempre está en el candidato ya que si no acepta da lo mismo que la empresa ofrezca más dinero, mejores condiciones, más formación, o proyección profesional, el candidato no se incorporará. Pero esto era sólo la teoría porque al final siempre acababa aceptando. Al fin y al cabo, cuando la demanda de trabajo supera a la oferta, o al menos la iguala, es la empresa la que selecciona al candidato. Cuando la oferta supera con creces a la demanda, el “producto” se encarece porque escasea, y en este caso, donde el producto es una persona con capacidad y criterio para elegir, pues ocurre lo que estamos viendo actualmente, el candidato manda.
A partir de ahora debemos adelantarnos a las siguientes jugadas, como en el ajedrez, y creo que será interesante ver cómo se adaptan todos los protagonistas a esta nueva situación, las empresas porque tendrán que acostumbrarse a seleccionar más rápido, sabiendo que compiten con su competencia en la elección del mejor candidato, y las empresas de trabajo temporal y de selección porque deberán dar la importancia que merece al candidato y ganarse su confianza que, en muchos casos, está menoscabada, así como ofrecerle las mejores ofertas, las mejores empresas, el mejor trato, dedicarle medios, marketing y tiempo. Este es el mercado del siglo XXI.
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