Hace pocos días publicábamos la noticia de que la Fundación Universidad-Empresa lanza la página web “quieroserbecario.com”. Independientemente de ser, creo, una buena plataforma para poner en contacto a estudiantes y empresas en el inicio de una carrera profesional potencialmente fructífera, la misma me hace pensar acerca de los inicios profesionales en la actualidad y los inicios de hace veinte años.
Me parece llamativo que se lance una página web con dicho nombre, quiero ser becario, becario, sí, becario, porque lo normal sería encontrar webs tipo quiero ser ingeniero, piloto, sindicalista, juez, médico, arquitecto, abogado, funcionario, bancario…
Lanzar una web con ese nombre es como lanzar quiero ser barrendero, obrero, minero, pocero, chofer… Y que los de siempre no vean en esta analogía un sentido peyorativo. Quiero ser becario parece una declaración de principios, de intenciones, de defensa de una figura laboral o profesional; una figura denostada hasta límites insospechados por los propios interesados. Y lo digo por experiencia.
Hace veinte años, cuando nuestros hermanos mayores se incorporaban al mercado laboral, las oportunidades abundaban, por lo menos más que hace diez. Las dificultades aparecían cuando se era demasiado selectivo, pero finalmente se encontraba lo que se buscaba con mínimas desviaciones.
Hace diez años, las exigencias de acceso al mercado de trabajo ascendían varios peldaños en la escala de la dificultad. Las barreras de entrada, como diría alguien de marketing, eran casi infranqueables: entrevistas interminables con entrevistadores maleducados (recuerdo uno de un banco bastante conocido que, de buenas a primeras, me preguntó si mis padres me maltrataban, nada más comenzar el simulacro de entrevista), pruebas y más pruebas, dinámicas de grupo, plazos muy largos de respuesta, si es que respondían, etc.
Era en esta época cuando la figura del becario tenía un significado distinto al de ahora. Era una figura que respetábamos. Cuando preguntábamos por fulanito y nos decían que había entrado de becario en Procter & Gamble o en General Motors, nos alegrábamos y sentíamos hasta cierta admiración por él. A veces, incluso, recordamos a un compañero de estudios y comprobamos lo lejos que ha llegado habiendo entrado de becario.
En la actualidad, las nuevas generaciones de potenciales trabajadores que se van a incorporar al mundo profesional miran de reojo la figura del becario, no les suena bien el concepto. Tiene una connotación negativa. Y es ahora cuando esa figura debe tomar la importancia que merece. No se trata de explotar al recién licenciado, sino de formarle, retribuirle e incorporarle si lo merece después de finalizada la beca. Mientras lo tengan claro las empresas que van a utilizar esta figura y los estudiantes becados, no debe haber problema. Debe tratarse como el último eslabón formativo antes de incorporarse al mercado.
Confío en que quieroserbecario.com sea capaz de devolver a la figura del becario la gloria perdida en estos últimos diez años.
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