En la actualidad no es posible concebir lo laboral y lo familiar como instancias separadas y divergentes. La realidad demuestra que se trata de planos convergentes e interdependientes, esenciales para configurar una calidad de vida total para los seres humanos.
Hoy hay consenso en que un trabajador eficiente y productivo, comprometido con su empresa, con bajas tasas de absentismo y que disminuye al máximo el riesgo de accidentes laborales, es una persona que, necesariamente, ha establecido relaciones familiares estables, maduras y equilibradas, goza de una salud física y mental satisfactoria y tiene una claridad razonable sobre el sentido y las metas de su proyecto de vida.
Mejorar la calidad de vida total de los trabajadores, modificando sus conductas negativas fuera del trabajo y contribuyendo a un proceso de crecimiento personal y de consolidación de los valores familiares, es el mejor camino para asegurar y profundizar una alianza estratégica, que es básica en el desarrollo de la Empresa.
Vivimos una época materialista, en la que, a menudo, todos se limita a tener. En principio, ello parece bastante lógico. Mayores pertenencias = vida más cómoda y feliz.
La armonía y el equilibrio son fundamentales en todas las actividades humanas. De esta circunstancia no está exento el desafío que significa llegar a una calidad de vida integral. El concepto es transversal a los tres verbos claves de la existencia humana. No sólo el tener, sino también el hacer y el ser. Si uno de ellos se dispara, se produce un desequilibrio que, lejos de generar calidad de vida, se traduce en tensiones, conflictos e infelicidad.
Es necesario que los seres humanos tengamos claridad en nuestros valores. ¿Qué queremos hacer con nuestra vida, para qué vivimos, cuál es mi felicidad y la de mi familia? No son preguntas ociosas, ni inútiles. Sin un proyecto de vida claro y coherente, andaremos dando tumbos, y los bienes materiales no significarán solución alguna para el desafío de existir.
Otro tanto ocurre con el hacer. El trabajo no es solamente una «pega», que nos proporciona recursos para satisfacer nuestras necesidades. El trabajo nos da una dignidad, que pasa por el cumplimiento de una vocación. De lo contrario, más que un ser humano, me transformo en un «mercenario». «Quién no vive para servir, no sirve para vivir.»
Dos trabajadores pueden estar haciendo un mismo trabajo, pero su actitud frente a este hace la diferencia. Como la historia de aquellos dos obreros, a quiénes pregunta un individuo respecto a su trabajo. El primero le dice, algo enfadado: «¿No lo ve? aquí estoy, picando piedras». El otro, sin embargo, responde: «Estoy construyendo una catedral».
Estaban haciendo lo mismo, pero la diferencia era inmensa. Ojalá todo el mundo construyera templos.
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