Conciliación (I)

Acabo de recibir el estupendo trabajo presentado por la Profesora Chinchilla sobre conciliación de la vida laboral, familiar y profesional: mi enhorabuena por los esfuerzos que están haciendo, el IESE en general y ella en particular, en la búsqueda de propuestas que solucionen este tema.

Llevo unos cuantos años dedicado a este “oficio” de los recursos humanos en una gran empresa como “Técnico Especialista en RR. HH.”, trabajando para las personas, para mis compañeros… que, quizás, sea de las tareas más gratificantes que existan. Y son esos años los que llevo empeñados en demostrar que en esto de los recursos humanos, lo más importante, el elemento crítico son los “humanos” y luego los “recursos”. Aunque tengo la impresión de que “el mercado” va en dirección contraria mostrándonos, cada vez con más asiduidad, novedosas e innovadoras herramientas de gestión que, al cobo sólo son eso, “herramientas”.

Pero quiero hoy, al socaire dicho trabajo, detenerme un momento en plantear alguna reflexión sobre el tema de la conciliación entre las vidas familiar, personal y profesional. La primera es que, desde mi punto de vista, algo no funciona en nuestra empresa (y/o en la sociedad), cuando tenemos que “enfrentarlas” obligando a una persona a encontrarse en la disyuntiva permanente de “o atiendo a mi familia, o me desarrollo profesionalmente”.

Algo no funciona en nuestra empresa (y/o en la sociedad) cuando después de que gobiernos, empresarios y sindicatos (apoyados por la Doctrina Social de la Iglesia, cuyo estudio recomiendo vivamente), hayan conseguido desterrar la explotación laboral fijando (¡por ley!) condiciones dignas de trabajo, salarios justos y horarios más o menos flexibles y razonables, tenemos el problema de jornadas interminables, salarios que no llegan a fin de mes (¿qué familia, hoy día, se puede permitir el lujo de vivir con un solo sueldo?) y unas condiciones de trabajo que dan como resultado unos notables incrementos de estrés.

Algo no funciona en nuestra empresa (y/o en la sociedad) que mira mal a aquell@s trabajador@s que se marchan una vez cumplida su jornada laboral (da igual el rendimiento obtenido). Algo no funciona en nuestra empresa (y/o en la sociedad) que exige cada ve una preparación mayor a sus trabajadores pero que cada vez le deja menos tiempo para formarse (“Aquí –oí una vez a un consejero–delegado de una gran empresa– se trabaja hasta las nueve de la noche; a partir de esa hora haga Ud. los cursos que quiera”. La hora de entrada, por cierto, era las 8 de la mañana).

Algo no funciona en nuestra empresa (y/o en la sociedad) que “permite” que sus trabajadores sean los que más tiempo pasan en sus puestos de trabajo y los que menos productividad consiguen. Y algo no funciona porque al final, ¿no será que lo que realmente estamos proponiendo, lo que realmente estamos buscando no son personas formadas y comprometidas con su desempeño profesional sino, como se apunta en “El Método Grönholm”, personas que sean “lobos con piel de cordero”?