Sin embargo, el mayor problema se produce cuando aquellos que piden que otras organizaciones o individuos actúen como policías o jueces en esa autopista no son capaces de actuar por sí mismos para evitar comportamientos inadecuados en la misma (mínimo de horas de prácticas, cumplimiento del código de ética y conducta de la ICF, etc).
Si cada vez que se produce una infracción en la autopista del coaching, los coaches que cumplen las reglas miran para otro lado, ya sea por dejadez o por evitar llamar la atención a un amigo o conocido, ¿cómo vamos a conseguir que a esta profesión se le tenga el respeto que merece?
Si no somos capaces de transmitir a ese amigo o a alguien que está actuando incorrectamente lo perjudicial que es su actuación para nuestro gremio, de manera que pueda corregir su comportamiento, ¿cómo le vamos a pedir a otros que lo hagan por nosotros mismos? ¿Cómo podemos esperar que nuestro propio trabajo sea reconocido?
Toda tribu, todo equipo, todo grupo, todo circulo de gente tiene normas de conducta. Están no son creadas por una persona, si así fuera sería una dictadura, sino que son creadas por consenso entre los miembros de esa tribu, de ese equipo, de ese circulo de gente o grupo social, y están pensadas para facilitar la convivencia y armonía de dicho grupo. Pero aquellos que sólo esperan a que otros actúen para que se cumplan las normas que a uno mismo le sirven, y no hace nada para que se cumplan, contradicen el espíritu de las mismas, y su actitud pasiva de no hacer nada al respecto se convierte en una actitud activa de promover el que se incumplan las normas de la ética y la buena conducta, al cerrar los ojos y hacer pensar a aquellos que son observados por coaches ciegos que lo que hacen es correcto, asumiendo así que su comportamiento es aceptable.
Claro, podríamos pensar, si uno le dice algo a su amigo para que se dé cuenta de lo que está haciendo mal, eso implicaría que uno mismo debe dar siempre el mejor ejemplo posible a los demás, evitando a toda costa comportamientos inadecuados. Pero nadie es perfecto; debemos estar preparados para aprovecharnos de nuestros propios errores y guiar a los que sabemos que lo están haciendo mal, ya que sólo así seremos capaces de cumplir las normas que nos permitirán mejorar nuestra propia actitud y aptitud. También debemos asumir que los demás puedan corregir nuestros comportamientos incorrectos.
Por todo ello, como conclusión, si uno desea entrar en la autopista del coaching profesional, debería ser consciente de que el peaje de la misma es el código de conducta y ética que supone dicha autopista para la profesión, y no el dinero que le paga a una escuela o asociación para poder llamarse o venderse como coach; dar a conocer a otros de los que están comportándose incorrectamente, tanto técnica como moralmente, y no asociarse con aquellos que no conducen adecuadamente por aquella autopista que todos deseamos se mantenga en buen estado para el disfrute de la mayoría.
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