Cuando llevas a tus espaldas muchas entrevistas de selección y, como es mi caso, todas ellas para puestos comerciales, te das cuenta de la importancia que tiene el saber venderse, máxime cuando el puesto para el que realizas la entrevista es del área de ventas.
Sin embargo, en muchas ocasiones, te llevas la desagradable sorpresa de que tu interlocutor, primer interesado en demostrar sus amplías y excelsas aptitudes comerciales, es todo lo contrario a lo que su interés por el puesto debería reflejar.
El problema no es que pierdas el tiempo con entrevistas inútiles ya que, estadísticamente, está calculado en los costes de todo proceso de reclutamiento. El verdadero dilema, lo que más me sorprende, es la falta de objetividad que muchos tienen sobre si mismos, por no querer pensar que, a muchos de ellos, alguien les ha engañado a la hora de abrirles los ojos ante su verdadera vocación.
En cualquier proceso de selección, sea para el puesto que sea, una de las primeras cuestiones que tenemos que tener claras es saber y aceptar el hecho de que tenemos que vendernos a nosotros mismos, tenemos que demostrar a nuestro interlocutor que somos el candidato idóneo para cubrir el puesto que están buscando.
Y aunque es difícil que a muchos buscadores de empleo les entre en la cabeza, dada su reconocida animadversión por todo lo que suene a ventas o comercial, lo cierto es que el primer paso positivo tiene que ser el que sepamos vendernos adecuadamente.
Yo, con todos los respetos, y salvando todas las distancias, siempre he dicho que venderse y ligar es lo mismo. En un caso, ofrecemos unos productos o servicios y, entre todas las posibles empresas, deben comprar los nuestros. En el otro caso, en el del ligue, lo que tenemos que conseguir es que de todos los posibles aspirantes al corazón ajeno, seamos nosotros los elegidos.
Pues en selección sucede lo mismo: si no sabemos vendernos, si no sabemos ligar, es difícil que podamos ser los elegidos.
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