¿Juventud divino tesoro? Pues eso parece ser a tenor de la ingente cantidad de jóvenes que evitan hacerse mayores.
Uno de los momentos más importantes al que se enfrenta una persona en toda su vida es su incorporación al mercado laboral. Es el salto administrativo (que no necesariamente biológico ni psicológico) a la edad adulta. Unos, con esta transición, habrán concluido su particular metamorfosis, y otros, una gran mayoría, tendrán pendiente la superación de una psicología adolescente.
Todo esto viene a colación de un hecho del que estoy siendo testigo en los últimos años: la falta de compromiso de los más jóvenes por su desarrollo profesional. Los que llevamos más de 10 años seleccionando trabajadores hemos podido ir percibiendo una predisposición cada vez más extendida de poco interés por el puesto al que se opta.
Una de las evidencias más elocuentes sucede cuando el candidato, con el que has hablado uno ó dos días antes (no un mes ni un año) y has concertado de mutuo acuerdo una reunión, no se presenta (ni avisa de su falta) a la cita.
Pero eso no es todo. Porque a menudo, cuando se presentan, es para poner encima de la mesa sus exigencias de horarios, lugar de trabajo, salario, etc. Como leía hace poco en un acertado artículo, los que nos dedicamos a este sacrificado arte de la selección hemos pasado de decir “ya te llamaremos” a que nos digan “ya te llamaré”.
Pues así es. Parece que nuestros queridos candidatos más jóvenes no tienen decidido si trabajar o no y esta incertidumbre, lo único que produce es que algunos procesos de selección se eternicen durante meses hasta que localizas a algún joven realmente comprometido con su desarrollo.
Las razones de todo esto pueden ser múltiples, desde una inmadurez sempiterna presente en todas las decisiones del joven, hasta razones de índole más sociales como el exceso de protección y atención tanto paterna como política que han tenido en su no tan corta vida.
Pero, sin pretender buscar la razón última y verdadera, lo cierto es que si la selección de personal ya era de por sí una empresa difícil, al tratar con estos jóvenes inconformistas que están más cerca de la niñez que de la edad adulta se convierte en algo quimérico.
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