Asumo que me dejo llevar por mi deformación profesional y mi gusto extremo por la venta, con lo que reconozco que soy un enamorado de todo lo relacionado con el mundo comercial y me siento, antes que nada, un vendedor.
Por ello, creo que puedo hablar con criterio sobre la ética y las buenas artes en la calle; de cómo los vendedores tenemos que ganarnos nuestro sustento y de como es muy cierta la vieja frase que aprendí en mis inicios y que dice que “buen vendedor es aquel que vende lo caro, no lo barato”.
Viene este preámbulo a cuenta de que, en los últimos tiempos, me estoy encontrando con determinados profesionales de la consultoría de selección y recursos humanos que se dedican a vender sus servicios utilizando la vieja y absurda estrategia de “tirar los precios”.
Que cada uno controle sus costes y sus precios es algo que me parece correcto y a lo que no voy a poner ni una sola pega, pero cuando, los de siempre, tan sólo venden porque se dedican a rebajar la oferta que tu presentas, demuestra que conocen muy poco acerca de las estrategias de ventas basadas en la demostración de que unos productos o servicios pueden ser mejores que los otros, y no apuntalar el argumento de ventas que usamos en la pobre y triste solución de: pues yo más barato.
Los únicos beneficiados en la guerra de precios son los clientes, y no en todos los casos, ya que una bajada en los precios siempre va emparejada con una disminución en la calidad del producto o servicio contratado.
No seré yo quien se meta a analizar los costes de las empresas que pueden permitirse la licencia de reducir sus precios, pero mucha hambre debe haber en el sector para que, determinadas firmas, estén bajando los precios de la manera que lo están haciendo.
La necesidad no puede confundirse con el todo vale ya que, a la larga, los perjudicados son las propias empresas que reducen sus tarifas, los competidores que vemos como se complica el que podamos vender al adecuado justiprecio y los usuarios finales que, no nos engañemos, pagan menos, pero también reciben menos.
Y a las empresas que tengan tanta hambre, tan sólo puedo darlas un consejo: en Casa Duque de Segovia se come fenomenal.
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