Un descanso de cuatro días no es descanso ni es nada. Nada más salir ya se está pensando en la vuelta, y deseando llegar a nuestro destino cuanto antes, sin incidencias. Ya en el destino nos ponemos a pensar en cómo llenar esas escasas horas de ¿descanso?
Amigos, amigas, padres, madres, hijos, hijas, suegros, suegras, maridos, esposas……. muchos elementos que nos van a afectar en estas cuatro jornadas. Jornadas en las que, con seguridad, lo que menos vamos a hacer es descansar.
Lo más idóneo sería no plantearse objetivos de actividades a desarrollar, algo que hacemos más de la cuenta, y dedicarnos realmente a descansar, a no hacer nada, o a hacerlo de manera espontánea, sin planificar. Lo malo es que es imposible; por hache o por be tenemos ya pensado lo que vamos a hacer los dichosos cuatro días. Y cuidado con no hacerlo, será más grave que si no atendemos a un cliente, que si no vamos a un curso de formación, que si dejamos una nómina sin pagar o un contrato sin presentar.
Algunos hablan del síndrome postvacacional, cuando lo más acertado sería hablar del estrés vacacional. Salir de la rutina genera estrés. Volver a ella también. ¿En qué lugar se encuentra usted?
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