Conversaciones con un becario

Hasta el nacimiento del contrato de primer empleo francés, que ha provocado mayores y más violentas revueltas que las de mayo del 68, pensaba que el contrato de becario era el más penoso al que un joven se podía enfrentar: trabajar casi las mismas horas que un empleado normal, al mismo tiempo aprender cómo funciona la tecnología punta (máquina de café, fotocopiadora, máquina de agua, etc.), ganar poco o nada y, además, sin garantía de que, al finalizar la beca, se vaya a obtener un contrato de trabajo. Y esto es lo que hay; y a esto sí que están acostumbrados los jóvenes.
De repente, de momento en Francia, aterriza una nueva modalidad, que instaura el despido libre en los 2 primeros años de contrato. Nada se habla de salarios más bajos, ni de situaciones precarias, ni de otro tipo de condiciones que le hagan merecer el calificativo de contrato basura.
Hablando sobre esto con un recién licenciado, estrenado como becario en una multinacional americana poco antes de terminar su carrera, me comenta que ese contrato es una vergüenza, que lo que está pasando en Francia es normal, y que él mismo saldría ala calle si pasara en España. Le pregunto sobre sus condiciones como becario: un año de beca, 300 euros al mes, jornada completa, sin seguridad social y sin garantías de quedarse en la empresa. Y está haciendo un Master de Marketing en una Escuela de negocios en horario seminocturno.
Y en España puede haber unos 200.000 becarios en iguales o peores condiciones que este. Pero nadie se manifiesta, nadie quema coches, nadie tira piedras, nadie hace nada…
Y esta situación es todavía más basura que la del contrato de primer empleo. A todo esto, me imagino que a los jóvenes que trabajen bien en Francia no les pondrán en la calle, o sí. Si yo volviera a ser joven, y me dieran a elegir entre este contrato y una beca de “formación” en una empresa, elegiría el contrato; ya me ocuparía yo misma de que nadie me levantara la silla a los dos años. Aunque si me ofrecen un contrato indefinido, mucho mejor, aunque me puedan despedir con la misma facilidad pagándome una “indemnizacioncita”.