Ninguna empresa es perfecta. Todas tienen sus “muertos” debajo de las alfombras. Por ello en el tablero ultracompetido de la atracción del talento, todas quieren ser la que más brilla. Les da igual si es hablando a su público de la felicidad en el puesto de trabajo; de las grandes oportunidades de conciliación; dando la bienvenida a jornadas laborales novedosas de menos días; contando los beneficios de sistemas híbridos de prestación del servicio; o diciendo adiós a las jerarquías.
Pero, ¿qué pasa cuando de puertas para fuera lo que vendes no es lo que viven cada día tus personas? ¿Cuándo la imagen de marca empleadora hacía el exterior es incongruente con la realidad interna de la organización?
Escatimamos en sinceridad, honestidad y transparencia cuando explicamos nuestro proyecto, porque no queremos emplear todas las palabras. Las palabras cuentan lo bueno y lo malo de una organización, y en malas manos son la herramienta perfecta para bordear sus aspectos espinosos. En cambio, una palabra veraz y muy personal, prevendrá futuras situaciones no deseadas, que perjudican la experiencia del empleado: frustración, desmotivación y/o sentimientos de fracaso, fiasco y descontento.
Muchos seleccionadores olvidan dos verdades eternas sobre la mentira:
”Nadie perdona que le mientan”, y mentir cuando queremos atraer el mejor talento, es una tentación que está a la vuelta de la esquina, que asalta a las áreas de RR. HH. y de Comunicación cuando cooperarán en la creación de una marca empleadora externa y olvidan que su storytelling debe ser congruente con lo que los empleados viven internamente todos los días. Porque el candidato al que se le atrae con una mentira sobre la que se ha construido una cultura de empresa, será un gran detractor de tu empresa y, lo que es peor, querrá contarlo.
”Las mentiras tienen las patas muy cortas”. Hay tres momentos de verdad en los que los candidatos van a saber si mientes:
Antes del proceso de selección. Porque el candidato de hoy es un candidato siempre conectado. La información le es y seguirá siendo fácilmente accesible a través de la tecnología. Está y estará disponible en dispositivos electrónicos cada vez más autónomos. Lo sabrá todo de nuestra empresa y las opiniones de otros candidatos serán parte importante de su decisión.
Durante el proceso de selección. Porque tendemos a escatimar y ahorrarnos sinceridad, honestidad y transparencia cuando explicamos nuestro proyecto. Todo cuenta, lo bueno y lo malo. Bordear u ocultar aspectos espinosos como el salario, la jornada o la dedicación, solo generan desconfianza. Una información veraz, prevendrá futuras situaciones no deseadas, que perjudiquen la experiencia del empleado: frustración, desmotivación y/o sentimientos de fracaso, fiasco y descontento.
Tras el proceso. Porque al candidato rechazado se le miente con el silencio. Todo candidato, y especialmente aquél que llega a una fase final, merece una respuesta. El silencio para quien espera una respuesta, es la mentira más cruel. El silencio como mentira habla muy mal de uno mismo. Habla de un proyecto sin delicadeza por la persona, porque no se invierte tiempo en trasladar una decisión. Habla de un proyecto sin dialogo ni conversaciones, donde sólo cuenta el bienestar de la organización. Habla de una organización que no quiere escuchar a sus personas, porque les hurta el derecho a réplica.
O bien, porque una vez incorporado el candidato seleccionado va a vivir de primera mano con la bienvenida la realidad de las palabras dichas durante la entrevista para esbozar una cultura y una filosofía. Es un momento crítico, al que no se presta toda la atención debida. Es una nueva presentación de la empresa, pero esta vez de forma descarnada, sin disfraces ni artificios. Recuerda, que el proceso de selección no termina nunca. Empresa y persona se evalúan cada día.
Además, quién miente, tiene la falsa creencia que es capaz de controlar el monstruo que ha creado, porque le debe obediencia ciega. Nada más alejado de la realidad. Cada mentira descubierta por el candidato se traduce una pérdida de confianza hacía la empresa y sus personas. Toda mentira daña la confianza y la credibilidad de quien la pronuncia.
La honestidad es la mejor fórmula para mantener una buena reputación corporativa. El recruiter durante la fase de selección también es un embajador de la marca empleadora de una organización. Por ello durante el proceso de contacto con el cliente externo a la organización, todo buen recruiter debería ejercer un liderazgo honesto con el que expresa tanto respeto por uno mismo como por los demás.
Al ser sincero con uno mismo, se transmite una sólida y realista imagen del dónde. Por ello, quien, para potenciar las bondades de su proyecto, dedica tiempo a compararse con realidades ajenas, está dedicando su tiempo a estar más cerca de alejarse del candidato, porque le miente cuando sólo le importa ser mejor que los demás, en vez de hablar de sí mismo.
Al ser sincero con los demás, demuestra una actitud cuidadosa para con la verdad, incluso en cuestiones aparentemente insignificantes que pueden parecer inocuas. Descuidar esta faceta pone en riesgo la confiabilidad de la reputación de la empresa, ya que, si se miente en lo pequeño, no se será digno de confianza en las promesas que construyen la relación con el candidato para incorporarse al proyecto.
¿Sigues creyendo que tus palabras sostendrán para siempre una mentira sobre tu proyecto u organización?