¿Será posible que la inteligencia artificial pueda redactar y revisar contratos en cuestión de segundos, reemplazando el trabajo que hoy hacen los abogados? ¿Los medios de comunicación usarán Chat GPT como herramienta para redactar artículos periodísticos? ¿Es posible que en un futuro próximo se evalúen los resultados de una ecografía mediante una aplicación especializada en diagnósticos médicos?
Al hablar sobre la influencia de la tecnología en el empleo, los temores son cada vez más comunes. La creciente capacidad de las “máquinas» nos hace pensar lo peor; creemos que los algoritmos matemáticos tomarán decisiones más precisas y efectivas que nosotros, dejando obsoletos muchos trabajos que actualmente son esenciales. La desaparición del cartero que entregaba la correspondencia a domicilio, el empleado que recomendaba películas en el videoclub o el vendedor de periódicos que distribuía cientos de ejemplares con las noticias más reseñables del día, son claros ejemplos de cómo fue cambiando la forma en que consumimos productos y servicios.
La IA tendrá una influencia directa en nuestro modo de trabajar, queramos o no. Los pensadores más apocalípticos plantean escenarios de alto desempleo en las próximas décadas, mientras que otros hablan de una reconversión del mercado y del surgimiento de nuevas demandas que antes no existían, tal como ya ocurre con el desarrollo de software, el marketing digital, el análisis de Big Data o los pilotos de drones, por citar algunos ejemplos.
En mi opinión, considero que la inteligencia artificial tendrá impacto en tareas específicas y no tanto en puestos de trabajo completos. Por ejemplo, Chat GPT podría funcionar como asistente para un periodista en la redacción de contenidos, pero esos textos aún requerirán supervisión humana. Es probable que el periodista, con la ayuda de la tecnología, aumente la producción cuantitativa y cualitativa de esos textos, pero su papel seguirá siendo necesario como “director de la orquesta”.
Además, cada trabajo tiene aspectos contextuales que no pueden ser omitidos. Una empresa multinacional no dejará su estrategia legal en manos de una máquina. Los contratos de esa envergadura son demasiado importantes y complejos como para confiarlos completamente a una herramienta que tiene un alto margen de error y que no puede asumir responsabilidad legal por el trabajo que realiza.
La Inteligencia Artificial expondrá a los burócratas, a los intermediarios innecesarios y a los empleados que no agregan valor en nuestras empresas. Aquellos que sepan aprovechar la tecnología para ser más productivos y eficientes, tendrán una gran ventaja sobre quienes sigan realizando tareas que pueden ser fácilmente automatizadas, perdiendo así la oportunidad de destacar en un mercado laboral cada vez más competitivo. Es mucho más provechoso enfocarse en lo que la IA puede aportarnos para mejorar nuestro empleo en lugar de preocuparnos por lo que podría quitarnos. En esa línea, los oficios volverán a revalorizarse como nunca antes.
Por otro lado, se dice que la Inteligencia Artificial eliminará lo que se conoce como el “clerical work”. Es decir, las tareas mecánicas y repetitivas que no requieren de un alto nivel intelectual para ser ejecutadas. Sin embargo, estas tareas también ocupan parte de nuestro tiempo y pueden servir como un descanso mental. ¿Seríamos capaces de trabajar 8 horas diarias siendo altamente creativos o estratégicos si nos quitaran las tareas repetitivas? Es poco factible que podamos mantener un ritmo tan intenso sin una pausa mental.
Sea cual sea el futuro del empleo y la IA, es esencial tener en cuenta la importancia de la educación y la conciencia sobre el tema. Debemos discutirlo en entornos familiares, en las aulas, en las empresas y en los espacios políticos para comprender los riesgos y beneficios que la IA puede presentar y garantizar que se desarrolle de manera productiva y en beneficio de la humanidad. Alentar el debate es fundamental para dar forma a un futuro laboral más sostenible y equitativo.