27 de diciembre de 2024

Tiempo

Tiempo

2.522.880.000, 42.048.000, 700.800, 29.200, 80. Este es el tiempo que vive una persona promedio expresado en segundos, minutos, horas, días y años respectivamente. Sin embargo, desde el inicio del tiempo como lo entendemos físicamente, es decir, desde el inicio del universo, han transcurrido aproximadamente 13770 millones de años. Por tanto, podemos decir que más o menos, nuestra existencia en este universo se percibe en un 0,000000005809 % del transcurso de todo el tiempo hasta el día de hoy.

Además, teniendo en cuenta que nuestro universo está en constante expansión y que por ahora no tiene pinta de que empiece a contraerse, podemos decir que nuestra aparición en él es ínfima, casi inexistente.

Sin embargo, como ya sabemos el tiempo es relativo. Para muchos 80 años representan mucho tiempo. La cosa es que no es lo mismo pasar 80 años estando en una cárcel que 80 años viajando alrededor del mundo. Para el que estuviese en una prisión la vida pasaría mucho más lento y sería más aburrida mientras que para aquel que disfruta del viajar y conocer sitios nuevos se le pasaría más rápido. Y es que aquí llega la primera contradicción del ser humano. Como instinto natural tendemos a vivir todo el tiempo que podamos, escapando de la muerte y alargando nuestra vida (sólo hay que ver el aumento de la esperanza de vida en los últimos 100 años, un incremento de más de un 50%). Pero, por otro lado, tratamos de llenar nuestras vidas con cosas que nos hagan disfrutar y ser felices, como es obvio. Y es que, si nos damos cuenta, en cierta manera estamos acortando nuestro tiempo. Al vivir experiencias felices y placenteras tenemos una percepción del tiempo más rápida.

He ahí como consecuencia el primer pilar fundamental que toda persona debería aplicar en su vida: No se trata de vivir en cantidad sino de vivir en calidad. Y no, obviamente sé que no soy el primero en utilizar esta frase, pero de alguna manera siempre está bien recordar aquellas cosas que consideramos que son importantes. Lo esencial no es vivir mucho sino vivir bien. No consiste en alargar la vida sino en aprovecharla. Se basa en gestionar nuestro tiempo de manera correcta. El gran problema es que creemos que llenarla de cosas significa aprovecharla, o al menos si no nos paramos a analizarlas bien.

Como he dicho antes, tratamos de llenar nuestras vidas con cosas que nos hagan felices. El error es que en la mayoría de los casos creemos que atiborrándola de cosas que en principio nos gustan podemos conseguirlo. Para empezar, la vida es un constante cambio. La mentalidad que teníamos hace diez años no tiene nada que ver con la de ahora. Incluso la que teníamos hace un año puede haber cambiado drásticamente. Y voy más allá, lo que pensamos ayer mismo puede haber cambiado hoy y seguramente podría cambiar mañana. ¿Qué quiero decir con esto? La cuestión es que no nos podemos cerrar a nada en la vida porque las personas vamos evolucionando. Vivimos en una sociedad acelerada en la que actuamos en muchas ocasiones simplemente por inercia. Hacemos las cosas que hacemos porque «en teoría» nos gustan. Pero ¿acaso nos hemos parado a ver si nos gustan ahora? El problema es que quizá sí nos gustasen antes pero no tenemos tiempo para planteárnoslo de verdad. Más bien dicho, no queremos darle el tiempo necesario para meditarlo. Y es que es necesario. La gente cambia constantemente.

Muchas veces nos sentimos poco productivos porque no nos movemos mucho o porque no realizamos distintas cosas en un mismo día. Pensamos que estar tirado en algún lado durante unas horas nos hace ser más improductivos. Y la cosa es que depende de la manera en la que trabajemos nuestra mente. Porque sí, si somos capaces de mirarnos y analizarnos bien, estar tirados en un parque mientras pensamos acerca de nuestra vida durante unas horas puede ser incluso lo más productivo que hayamos hecho en el día. De hecho, creo que sería bueno dedicarle al menos todos los días un cierto tiempo a reflexionar, pensar, meditar. Al menos, mirar y cuestionarnos que hemos hecho ese día a día, pues vivimos en un mundo tan rápido que ni siquiera tenemos el tiempo para pensar.

En mi caso soy partidario de recordártelo a ti mismo mediante fuentes externas. Porque sí, ningún ser humano es perfecto y cualquiera de nosotros puede caer en la inercia del día a día y vernos absorbidos por la velocidad del mundo, es normal. Por ello pienso que aportarnos estímulos externos que nos ayuden a recordar puede ser de gran ayuda. Usar alarmas a determinadas horas para acordarnos de que debemos dedicar tiempo simplemente en nosotros, o escribirnos frases en nuestro alrededor, poner cosas en nuestro móvil o incluso cambiar nuestro fondo de pantalla. Al igual que pasa con la gente que se motiva por lograr un sueño mediante frases motivadoras creo que sería bueno también mensajes como «CUÍDATE”, «REFLEXIONA» o «QUIÉRETE» escritos así en forma grande y que resalten a nuestra vista.

En conclusión, tenemos que saber que la mente funciona como cualquier otra parte de nuestro cuerpo. Sin embargo, a diferencia del resto, el saber utilizarla y cuidarla correctamente puede llegar a ser un poco más complejo, pero no por ello tiene que dejar de ser igual de importante. Es como si usásemos las manos para caminar en lugar de las piernas, no tendría ningún sentido. Cada parte de nuestro cuerpo está estructurada para realizar una función específica, y de manera natural sabemos usarlas correctamente. O, como, por ejemplo, al igual que cuando nos sentimos cansados de correr nos tumbamos para que descansen nuestras piernas. En el caso de la mente, se nos olvida que esta también debe descansar. No podemos forzarla a que esté en funcionamiento durante todo el día con un rendimiento del 100% sin darle tan siquiera unos minutos de respiro. De algún modo, como si de un motor se tratase, también debe ser engrasada, sino se irá volviendo defectuosa con el tiempo y, tarde o temprano, acabará por romperse. 

Y para ello, dedícale TIEMPO. Dedícate TIEMPO.

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