26 de diciembre de 2024

Coser un traje a medida

Coser un traje a medida

La historia se repite, aunque es cierto que desde la pandemia con bastante menos frecuencia. Un hombre necesita un traje para un evento o solo para ir a la oficina en el día a día. Quiere la talla 42, pero los botones de la chaqueta se niegan a unirse. Con algo de esfuerzo, metiendo un poquito la barriga para adentro, alcanzan y los botones se mantienen unidos bajo presión. Mucha presión. Aun así, nuestro hombre se lleva el traje convencido de que adelgazará esos pocos kilitos que le sobran y que los michelines rebeldes quedarán bien ocultos bajo la chaqueta.

El objetivo principal de la reforma laboral del año pasado es reducir la alta temporalidad de los contratos en nuestro país y aumentar los contratos indefinidos. El objetivo principal de nuestro hombre es bajar de peso. Pero la realidad es caprichosa y resulta que no es suficiente comprar un traje para tu peso deseado ni tampoco crear una norma para tu temporalidad deseada. La alta temporalidad en nuestro país no es fácil de solucionar con una norma que no se adapta a nuestra realidad, aunque el objetivo sea de lo más loable, justo y deseado por todos.

Hace unos años se escuchaba en el mundo de la industria que el gobierno aspiraba a que el 20% del PIB proviniera de la industria en 2020. Cayó, como muchas propuestas inteligentes, en intenciones sin planes serios. Era un objetivo que de haberse cumplido hubiera reducido la temporalidad de los contratos: en el sector industrial los contratos son mayoritariamente de carácter indefinido y con salarios muy por encima del SMI ya que se requiere mano de obra cualificada. De haberse cumplido, también hubiéramos dependido menos de terceros países para bienes imprescindibles y la crisis en la que estamos ahora mismo ahogados se habría sobrellevado mejor. Dicen que habría resultado más caro, ya que comprar barato en países que no aspiran siquiera a contratos indefinidos, es desde luego más barato. Creo legítimo plantear si tener un paro tan alto y no tener control sobre tus bienes básicos es una decisión no ya barata, sino inteligente.

Igualmente, si hubiera un programa realista para atacar el tristemente alto paro juvenil se sumarían nuevos contratos, por ejemplo de profesionales graduados en Formación Profesional con alta cualificación, profesionalidad y conocimiento. Las empresas no dejarían escapar a profesionales perfectamente cualificados que continuamente vemos que escasean en nuestro país. La formación profesional, que por fin está viviendo un resurgimiento, necesita aun un mayor empuje. Cualquiera que haya necesitado en los últimos meses a un profesional para una necesidad personal (por ejemplo para una reforma en casa) o profesional (para una contratación) de estos grados sabe que no es en absoluto fácil.

Hay muchas más estrategias a medio y largo plazo que nos ayudarían a atacar la temporalidad, pero deseablemente tendrían que ser desarrolladas con todos los agentes sociales. En caso de habernos puesto con ello en, digamos, 2010, la reforma laboral sí se habría sido ajustado a nuestra realidad. Es decir, nuestro hombre del traje habría cenado lechuga, habría corrido un par de maratones y estaría ahora enfundado sin esfuerzo alguno en una talla 40.

Lo fácil es, sin embargo, comprar el traje con la ilusión de que sí nos vale o redactar una nueva norma. Lo difícil es adelgazar y que el traje entre sin apretar botones, o crear una economía que mantenga la temporalidad a raya. Los botones, aun así, se mantendrán unidos. Y los contratos indefinidos, con sus fijos discontinuos, seguirán aumentando para confirmar que fue una buena reforma.

Aun hay opciones

Llegados a este punto las empresas, especialmente desde los departamentos de RRHH, aun tenemos granitos de arena que sumar para bajar de talla sin que los botones revienten. En una época de dificultad para encontrar el talento que necesitamos en nuestras organizaciones, podemos fomentar soluciones creativas que se adapten a nosotros. Suelo decir que si el talento que necesitamos no existe, tenemos la obligación de crearlo nosotros. El tejido empresarial es clave para el desarrollo de una sociedad, a pesar de todas las trabas que pueden encontrarse en el camino. Trabajemos más mano a mano con las escuelas de Formación Profesional y las Universidades para guiar a los futuros candidatos; hablemos más con los colegios e institutos para explicar mejor qué competencias son necesarias en el mundo laboral y qué puestos no logramos cubrir; colaboremos más con los medios de comunicación para explicar mejor la función de las empresas en la sociedad; aumentemos descaradamente la inversión en innovación y formación continua de nuestros empleados, entre muchas otras medidas.

Sobre todo, trabajemos para romper ese estúpido binomio sin fundamento de estudiar algo “que te guste o algo que te de dinero”. Algo que gusta pero no permite lograr la independencia por falta de trabajo y por tanto de recursos económicos es imposible que de esa ansiada – sobrevalorada, infantilizada y mercantilizada- felicidad. Por el contrario, un trabajo que te permite independizarte sí puede hacerte feliz, dentro y fuera del trabajo. Trabajo y felicidad no son términos contrapuestos. Y de hecho, el trabajo puede hacernos sentirnos una felicidad más plena, en vez de una felicidad ilusa basada en fotos para redes sociales. Hay muchísimos puestos con escaso o ningún paro en nuestro país, mientras que otras carreras con paro demasiado alto sigue copando una alta demanda. Para que esto sea una realidad, empresas grandes y pequeñas deben estar concienciadas, entre otras medidas, en crear un clima laboral satisfactorio, en crear líderes y no gestores, en dar oportunidades de desarrollo y crecimiento personal, en respetar el horario laboral… En resumen, en poner a la gestión de personas en el centro de su estrategia sean grandes corporaciones o pymes.

Cosamos, con nuestro tejido empresarial, un traje a medida con una tela resistente que soporte la lluvia, la nieve y también temperaturas no tan extremas para que sea de muy larga duración.

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