– Hola, cariño. ¿Ya has vuelto de la entrevista?
– Sí.
– ¿Tan pronto?
– No me he presentado.
– ¿Cómo que no te has presentado? ¡¿Por qué?! La oferta parecía chula…
– He mirado reseñas en internet. Echaban pestes de la empresa. De 300 reseñas la gran mayoría le ponían 2 estrellas de 5. Y tendrías que ver lo que opinan del salario y del trato a los trabajadores… No quiero que me vuelva a pasar como lo otro que dejé.
– Pero cariño, de eso ha pasado ya 1 año. Tienes que trabajar. No podemos permitirnos que vayas escogiendo si ir a una entrevista o no.
– ¡Y aceptar cualquier cosa, ¿no?! Las personas tenemos un corazón y unos sueños. No somos máquinas. ¿O tú estás de su parte ahora? ¿Ya eres tan vampiro como ellos? Y no me alces los brazos de esa forma. Eh, ¿por qué me miras así?
– ¿Y cómo te estoy mirando? Mi trabajo pende de un hilo, y lo sabes. Me están cambiando los turnos expresamente y me están poniendo a los trabajadores más ineptos. Estoy quemado y me están quemando. Me han planteado reducirme el sueldo, y al no aceptarlo me han quitado las reuniones de los lunes y otras responsabilidades más.
– Por favor, no alces la voz. Que el niño está durmiendo.
– Argh…
– Ya hemos hablado de todo esto miles de veces. Los cambios nunca resultan fáciles. No puedo borrar quince años de profesora, ni tampoco un año cuidando de nuestro hijo. La magia no existe así, pim pam, sin más. Esto no es Disney.
– No sé… Voy a ponerme un vaso de cerveza. ¿Quieres uno?
– No, gracias. A ver, la oferta parecía buena. He ido hasta sus oficinas y he estado a punto de entrar. Sólo que… he visto a toda una serie de gente sentada esperando en la salita. Gente joven, prácticamente sin pelos en el cuerpo aún. Niños y niñas recién salidos de la universidad, o ni siquiera eso.
– ¿Y? Quizás iban a otra oferta. Además, sobre las reseñas, hay muchos perfiles falsos, y muchas personas despechadas. Quizá les trataron
muy bien durante toda su estancia allí y luego al echarlos se volvieron paranoicos. No hagas caso de todo lo que salga por internet.
– A ver, ¿recuerdas la oferta?
– Sí, claro. Buscaban a una auxiliar administrativa con inglés para el departamento de exportación. Ofrecían un plan de carrera para poder llegar a ser jefe o jefa de departamento. Decían que la edad no importaba. Bueno, al menos para ti, ya que tienes 40 años. El salario era… ¿Cuánto era?
– Ese es el problema, amor. El salario era una p*** mentira. El salario es una beca.
– ¿Una beca? ¡No me j**as!
– Sh… El niño, cari. Sí, una beca. De ahí que pidiesen estudios finalizados recientemente.
– ¿Y tú cómo lo sabes si no has ido a la entrevista?
– En la entrada he estado escuchando una conversación de una chica. Vestía como todos los que había dentro en las oficinas. Hablaba de la oferta. Se sentía… fatal, ¿sabes? Avergonzada. Incluso diría que ridícula. Mencionaba a los que estaban ahí sentados esperando, y a los que aún faltaban por venir. Decía que para encontrar a alguien debían tener a muchos candidatos, porque o muchos no venían o no aceptaban el trabajo después de la entrevista. Soltó también que sólo consistía en un parche para llenar un hueco temporal. Sí, eso. ¿Por qué me miras así?
– Porque hablaría de otra oferta…
– ¡No! No… De todas formas, esta es la tercera o cuarta vez que me pasa.
¿Por qué no facilitan la vida a gente que no tenga 20 años con salarios más dignos si quieres empezar una nueva vida? ¿No tiene uno derecho a iniciar otro camino? Siento que sin enchufes no tendré éxito. Hace años era todo tan diferente… Te enseñaban un oficio. Confiaban en ti.
Tenían paciencia y te iban formando. Te escuchaban en la entrevista. Ahora o tienes experiencia, y larga, o te meten un salario de risa con el que no puedes ni alquilarte una habitación.
– ¿Y por qué no vuelves a ser profe otra vez?
– ¿Quieres que te recuerde las noches que lloré en la cama? La memoria te falla, por lo visto. ¿O no recuerdas la de noches que discutíamos?
¿Te repito la noche aquella en la que insinuaste el divorcio? ¿Lo hago?
¿Eh?
– No hace falta, amor.