Ecos de la Pandemia
Ya ni se acierta a ver por el retrovisor aquello de mascarillas, PCR, distancia de seguridad o retos inverosímiles en redes sociales para hacer que el tiempo pasara más rápido. Hoy son otros los titulares que abren telediarios: la tragedia bélica, escalada (lo contrario a desescalada, por si os suena de algo) de precios o desavenencias sentimentales de la clase noble española. Sí, hemos vuelto a nuestro día a día.
Pero no todo es como antes. O, al menos, no completamente.
Quienes nos dedicamos a la gestión de personas dentro de las organizaciones llevamos tiempo levantando la mano en señal de aviso, de peligro. Desde el otro lado del charco, el país de las hamburguesas y los perritos calientes, se lleva tiempo cocinando una revolución silenciosa a la que se denominó “La Gran Renuncia”.
Este proceso consiste en la salida masiva de trabajadores de empresas americanas, justo en la época posterior a lo más complicado de la pandemia, por diversos motivos: desencanto con su modelo de vida, diferencias con los valores de sus empresas o búsqueda de otros objetivos vitales.
A ojos de nuestra forma de pensar latina, mediterránea y, más concretamente, española, esto es una locura, algo impensable. En el país del “te han hecho fijo, hijo” o “estudia unas oposiciones, que es algo seguro”, el vértigo de lo desconocido es un riesgo que no todos quieren correr.
Pero, en un mundo tan conectado como el que vivimos, ¿no nos hemos enterado de lo que está pasando? ¿Cómo han reaccionado nuestras organizaciones?
Nos ponemos frente al espejo.
Cambios, cocinados a fuego lento
El último día de abril de 2021, Matthew Smith, Corporate Consultant en una prestigiosa firma con sede en Chicago, anunciaba a su empresa que se iba. Durante los últimos meses había reflexionado sobre su estresante día a día y no era lo que de niño hubiese imaginado. Tenía en mente tomarse seis meses sabáticos para aprender a hacer surf en Hawái y, a partir de ahí, decidiría hacia dónde encaminaba su vida.
Durante esa misma jornada, pero en el país del jamón, la tapa y el flamenco, Paco Martínez, Técnico en Finanzas en una afamada empresa nacional, está llegando a un punto de no retorno. No aguanta más el ambiente diario, las decisiones incomprensibles por parte de la gerencia y la nula flexibilidad laboral de la que gozan. Hoy tan sólo pidió salir treinta minutos antes para asistir a la obra de teatro de su hija, recuperaría ese tiempo cuanto antes. La respuesta fue negativa.
Paco ha tenido días en los que ha pensado en dejarlo todo, resetearse mentalmente e ir a por otro reto profesional que le llene verdaderamente. Pero ¿quién paga la hipoteca? Aunque sus ahorros no están mal, nadie le garantiza un nuevo trabajo en el corto plazo.
Un problema, dos modelos
La teatralización de la realidad nos permite acercar situaciones cotidianas que revisten cierta complejidad a personas ajenas a los conflictos que tienen lugar en las trastiendas de las empresas. Es evidente que comparar a Matthew con Paco es una quimera, además de no ser justo porque obviamos un sinfín de condicionantes culturales que inciden directamente en el curso que toman sus caminos.
Pese a ello, no podemos quedarnos en lo gracioso del tópico, sino que debemos ahondar en la problemática que viven las organizaciones en las dos orillas del Atlántico: ¿por qué cada vez más trabajadores se bajan del barco? No nos engañemos, aunque Paco siga yendo diariamente a su silla en la oficina, él ya no está en la empresa. Se ha desconectado emocionalmente y, sin esa conexión, el trabajador está apagado. No existe.
Intentaremos extraer algunas ideas que nos ayudan a entender qué está pasando:
– Miedo: A lo desconocido, como hemos dicho anteriormente, por parte de los trabajadores. Pero, en España, también por parte de muchas empresas. Temor a que el empleado vea series en Netflix cuando teletrabaja, a que piense que puede entrar y salir cuando quiera o a que se cuestione ciertos procedimientos que “siempre se han hecho así” (esta frase ha destruido más equipos que los ERTE).
– Dos realidades: Matthew deja su empresa y se va a hacer surf a una playa paradisíaca porque en su país es algo asumible a nivel cultural y laboral. Por un lado, nadie le va a juzgar por ello, es un profesional libre que decide parar un tiempo. Volverá más fuerte.
Por otra parte, el mercado laboral le garantiza que, más pronto que tarde, encontrará otro acomodo que le encaje. Es un juego dinámico, hay movimiento de oferta y demanda. Es fácil empezar y terminar con una empresa.
– Teletrabajo: Un actor que apareció por sorpresa en 2020 y que no termina de encajar en la tragicomedia que es nuestro país en materia laboral. Bien es sabido que somos un territorio de trinchera. Conmigo o contra mí. Madrid o Barça. Tortilla con o sin cebolla. Trabajo remoto o fundir los plomos en la oficina. No existe la opción de que sea un ingrediente inigualable para hacer de España el plato perfecto para albergar talento internacional.
Ambos casos significan un fracaso para sus respectivas compañías, con la diferencia de que uno se ha manifestado con la salida de Matthew y otro no, ya que el cuerpo de Paco aparece todos los días en su centro de trabajo.
Si hacemos un símil médico, ¿qué enfermedad es más peligrosa, la que aparece en una radiografía o la que es indetectable?
Creo que la respuesta cae por su propio peso.
La gran… Expulsión
A ojos de la literatura contemporánea que estudia y analiza el entorno laboral, Paco y Matthew forman parte de esa Gran Renuncia, pero no han tomado las mismas decisiones. No son lo mismo. De hecho, el late motiv de este conjunto de palabras es poner en entredicho el término “Renuncia”, pues hoy en día contamos con información suficiente como para analizar y evaluar las consecuencias más visuales de lo que está ocurriendo a nivel global.
No entender la flexibilidad que demanda el talento en el mercado o la adaptabilidad que se necesita para fidelizar (que no retener) a los mejores representa la mayor de las miopías que puede padecer cualquier persona con responsabilidad en la empresa. Si no somos capaces de llegar hasta ese punto, ¿por qué descansamos la responsabilidad de esta marcha masiva a factores externos? O incluso en los propios empleados.
Expulsar es mucho más que despedir o forzar a una persona a salir. También es no escuchar a Paco. El contexto es complejo, nadie lo niega, precisamente por eso es más importante que nunca que no perdamos el pulso de nuestro equipo.
Escuchar y fidelizar para crecer. No hay mejor medicina para esta enfermedad.