A finales del siglo XX Michael Lombardo y Robert Eichinger plasmaron su modelo 70:20:10 para el desarrollo del talento en su libro «The Career Architect Development Planner» en el que exponen que una combinación adecuada de interacciones de aprendizaje está compuesta por un 70% de experiencias que ocurren a través de vivencias y retos a los que se enfrentan, un 20% a través de aprendizaje social y un último 10% de consumo de información, datos y experiencias de otros de una manera unidireccional.
Y es en este segmento de interacciones de desarrollo en el que encontramos la gran mayoría del aprendizaje de los trabajadores. Más allá de que los investigadores enumeran una serie de formas de desarrollo -como las asignaciones a proyectos transversales, el aprendizaje a través de la experiencia o la observación-, resulta particularmente interesante en el contexto digital en el que nos encontramos el desarrollo profesional a través de la simulación utilizando nuevas tecnologías como la Realidad Aumentada (AR) o la Realidad Virtual (VR). Estas permiten ir más allá de las limitaciones del entorno físico y sumergirnos directamente en él, ampliando la interactividad y creando una operativa similar a la requerida en el puesto de trabajo con la que practicar competencias.
Así, durante los próximos años, según IDC Research, la implementación de estas nuevas tecnologías aumentará un 17%, convirtiéndose en una de las mayores inversiones en desarrollo por parte de los equipos de recursos humanos. Empresas como Inditex, Walmart, KFC o UPS las han empezado a implementar en sus procesos de aprendizaje con gran éxito, logrando hacerlos más interactivos, realistas y personalizables, demostrando que la tecnología también tiene una función didáctica y de desarrollo profesional. Se trata, además, de un proceso que tiene continuidad y futuro asegurado, ya que es de esperar que el desarrollo del futuro metaverso las potenciará y las llevará a un nuevo nivel de inmersión y realismo, incrementando su utilidad y su integración en los planes de formación.
Pero la ventaja más importante que aporta la aplicación de la tecnología en la formación es la capacidad de personalizar las experiencias, ya que cada individuo interioriza y aprende de una forma específica y única. La tecnología permite adaptar la enseñanza a las personas, tanto en su contenido como en la forma en la que se le proporciona al usuario, con lo que permitiría crear formaciones únicas y totalmente adaptadas a cada individuo. Un ejemplo sería la implementación de la Inteligencia Artificial (IA), que permite a los empleados practicar y ejercitar conocimientos y habilidades en un contexto seguro, además de recibir guía y feedback acerca de su desempeño.
Por lo tanto, la diversidad individual es el contexto que separa la gestión del talento del desarrollo del mismo. Es materialmente imposible que desde las organizaciones se pueda definir una sola manera de obtener el talento que necesitan, al igual que no hay un itinerario único ni una acción definitiva que sirva a todas las personas. Por ello, las empresas necesitamos habilitar diferentes medios para que cada persona encuentre su camino para desarrollar su propio talento, adoptando nuevos enfoques y tipos de formación que permitan desarrollarse de una manera más adecuada al nuevo contexto profesional. Además, estos medios pueden encontrar un eco mayor en la Gen Z y sucesivas.
Es aquí donde la tecnología tiene y tendrá un papel fundamental durante los próximos años, permitiendo que los empleados desarrollen sus habilidades y su carrera profesional. El reto ahora recae en las empresas, que serán las encargadas de seleccionar las tecnologías que mejor permitan el desarrollo de cada uno de sus empleados teniendo en cuenta sus circunstancias personales y su punto de partida único. De hacerlo de forma correcta, la integración de tecnología y desarrollo de la carrera favorecerá el crecimiento profesional de los trabajadores.
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