Somos tan efímeros como las personas mismas, porque nuestra voluntad de perdurar se diluye en la volatilidad del propio carácter humano, tan cambiante y esquivo, que dificulta dejar grabado un recuerdo recurrente. No hay profesión más complicada que aquella que implica una relación perdurable con el género humano y sus cambiantes intereses.
Se nos ocurrió decir sin hechos que éramos socios estratégicos como medio para hacer valer una posición de decisión al nivel de otras direcciones en los Consejos y Comités de las organizaciones. El medio ha desgastado nuestro esfuerzo y tesón, y de una cruel bofetada de realidad nos ha recordado cuán efímeros somos, como aquello que labraron los que nos precedieron.
Lo que dejas atrás no regresa.
¿De verdad no vamos a aprovechar la oportunidad que por una vez nos brinda un destino caprichoso y cruel?
Cantaba Joan Manuel Serrat a Antonio Machado, algo así como que “todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos […] Nunca perseguí la gloria, ni dejar en la memoria de los hombres mi canción”. Aunque todo pasa, también todo queda, porque todo desaparece y a la vez permanece. Y el ser humano no es una excepción, porque lo propio es pasar para acabar desapareciendo, pero desaparecer después de haber hecho un camino, que sea senda despejada para otros. Son versos llenos de sabiduría de pura vida.
Hoy necesitamos de esta sensibilidad, para reconocer la urgencia de volver a mirar hacía el humanismo en la dirección estratégica de personas; para equilibrar los platillos de la digitalización y la persona de una balanza llamada “empresa 5.0”, donde la aguja marca que el factor humano es el recurso más valioso.
La nueva empresa habla el lenguaje de la unión entre lo digital y lo humano. Una realidad en la que desimaginar de forma continua todo lo que nos rodea, para devolver el foco a las personas como impulsores de la competitividad de la organización, y donde la tecnología no es la meta, es el instrumento para mejorar su desempeño, aportando valor diferencial.
Ahora bien, la tecnología, tan facilitadora, al mismo tiempo hace efímera la labor humana. Algoritmos que seleccionan y despiden; chatbots para la atención al empleado; automatismos que trabajan 365 días en tareas rutinarias de escaso valor; maquinas que aprenden por sí mismas para anticiparse al comportamiento humano. La tecnología abre la mente a los nuevos trabajos que están por llegar, pero al tiempo recuerda lo efímero de nuestro presente laboral en el que en muchos de los que existen hoy, no sobrevivirán a sus avances. Serán borrados por el viento.
En la época de la personalización total de la experiencia del cliente, muchas áreas de personas suman y suman herramientas tecnológicas, porque creen que digitalizar es poner un robot detrás de cada decisión. Error. Digitalizar la dirección estratégica de personas es escoger las herramientas adecuadas para cada necesidad y ponerlas al servicio de las personas.
En la era de la digitalización del talento el “y yo más que tú”, es el primer paso hacía la impersonalización en la relación con las personas.
Las organizaciones desean centrarse en sus personas, pero son vagas. Dejar una huella perdurable, requiere que la dirección estratégica de personas sea cada vez más inteligente, más elegante y más humanista para conseguir una empresa, donde cooperación y co-creación sean las máximas que marquen las relaciones entre las personas, y las de éstas con la tecnología.
Deberemos hacer gala de una inteligencia integradora del espacio científico tecnológico con el espacio humano. Tender puentes para alinear inteligencia racional (competencias técnicas) con inteligencia emocional (competencias blandas o soft skills) es un objetivo prioritario que está encima de la mesa de las grandes direcciones y que debe ser impulsado por quienes mejor conocen el género humano, las áreas de personas de las organizaciones. El liderazgo que precisa la nueva realidad empresarial persigue la creación de entornos colaborativos en las que todos los profesionales puedan contribuir y compartir sus conocimientos, sus propuestas y sus críticas de forma libre, al objeto de ayudar a detectar nuevas palancas u oportunidades de crecimiento en común y alineados. Estos nuevos líderes de personas son transparentes y accesibles, lo que les permite mantener un dialogo constante que focaliza a las personas para hacer que las cosas ocurran y que en el proceso para alcanzarlo además disfruten, al ser conscientes sobre cómo sus acciones individuales impactan en beneficio del grupo, dando así un sentido cierto a lo que hacen.
Después viene la elegancia como camino hacia el respeto, la integridad y la empatía entre quienes deben cooperar y aunar sus dos inteligencias por un objetivo común superior. Sólo así se puede disfrutar durante el proceso cooperativo de co-creación de la experiencia. Queremos ser excelentes para atraer y fidelizar el talento. La elegancia nos ayuda a ordenar el caos al que tiende en muchas ocasiones las direcciones estratégicas de personas. La elegancia genera un clima estimulante en el que la persona se ve retada a actuar para crecer y avanzar.
Por último, siempre humanistas. Una idea sin propósito es un cascarón vacuo del que emana un tufo a vanidad. El propósito es lo que perdura. Las nuevas generaciones del talento buscan una cultura con propósito integradora de valores como el liderazgo, la pasión, la responsabilidad, el aprendizaje y la diversidad. El propósito lo construyen los lideres de las organizaciones, quienes son a su vez responsables de forjar culturas sólidas, que ofrezcan estabilidad, proyectos de carrera, inclusión en los resultados de la empresa y que ayuden a sus personas a dejar su huella en el mundo, un mundo mejor a través de su trabajo.
En este nuevo mundo, seguimos siendo nuestro peor enemigo. No se valora la importancia de la dirección estratégica de personas porque muchos de sus líderes hoy no son ni inteligentes, ni elegantes y mucho menos humanistas. Por eso son efímeros, porque son egoístas.
Ha llegado el momento de comenzar a vivir Recursos Humanos en estado puro y abrir el camino.
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