Era primavera y hacia un día soleado estupendo, antes de subir a mi planta, aprovecho para dejar los tapones de plástico y las pilas en el centro de reciclado que tenemos en el comedor de la compañía.
Esa mañana salía de la rutina diaria, además de revisar los correos y preparar los dailys con el equipo, tenía que recibir a una nueva compañera en su primer día de trabajo y después tenía que realizar una entrevista a un candidato.
10:55 am. Me aparece un chat en el ordenador, son mis compañeros del área de personas, indicando que ya ha finalizado el curso de entrada y puedo ir a buscar a Silvia, nuestra nueva compañera.
Termino de actualizar las tarjetas en el Kanban para que el equipo tenga distribuido el trabajo y bajo a por Silvia. No la conocía previamente porque fue otro compañero quien lidero el proceso de selección, cuando llegue a la sala donde se realizaba el curso de entrada, buscaba una chica morena con ojos grandes y marrones y con una gran sonrisa en la cara. Apareció detrás de mí y al verla le dije:
-Hola tu debes de ser Silvia ¿no?
-Si supongo, tu debes ser Manuel.
Si ya estaba nerviosa por ser su primer día de trabajo, noté como se ponía más nerviosa por la forma en la que recogía sus cosas, le dije:
-Bienvenida, tranquila ya has pasado el proceso de selección y eres una más del equipo así que fuera los nervios y disfruta de la experiencia.
Noté que las palabras causaron efecto, mientras le iba enseñando la oficina nos fuimos conociendo hasta que subíamos a nuestra planta. Allí le presente a los compañeros del área que no estaban teletrabajando ese día y a sus compañeros de proyecto, con lo que nos iríamos a un espacio informal para comentarle el proyecto y que esperábamos de ella.
Una vez aclaradas las dudas la dejé en buenas manos, mientras yo proseguiría mi jornada con la satisfacción de un padre cuando ve que uno de sus hijos empieza a andar sus primeros pasos.
– ¡Madre mía como pasa el tiempo solo faltan 15 minutos para la entrevista! -Pensé
Voy a chequear la sala de la entrevista y mis notas sobre el CV de Alejandro, un perfil recién licenciado, referenciado por un compañero.
12:57 pm. (llamada al móvil)
-Si, dígame. -dije.
-Buenos días, Manuel, su candidato ya ha llegado, está en la recepción planta 1. -Muchas gracias bajo a por él.
Cuelgo, despejo mi mesa y la dejo libre para que otro compañero lo pueda utilizar en mi ausencia. Como hay que bajar 2 plantas, decido bajar por las escaleras y así aprovecho a acumular pasos en mi aplicación del móvil.
Cuando llego a la recepción, Alejandro estaba impoluto con su traje azul marino, nervioso como un flan y cuando cruzamos las miradas, ambos supusimos quiénes éramos.
Tras el saludo inicial, y las preguntas para romper el hielo, siempre aprovecho el camino a la sala para enseñar espacios de la oficina para ir enamorando al candidato. Al final la atracción debe ser mutua y más cuando quieres que sea una relación larga.
Antes de ir a la sala pasamos por el office por si Alejandro quiere agua, café o una infusión. Ya que vamos a estar un rato hablando de nosotros, que mejor que poder tener algo para acompañarlo.
Una vez listas las bebidas, nos vamos a la sala y comenzamos la entrevista. Cuando llevamos 15 o 20 minutos de la entrevista, yo empiezo a notar temblores en el suelo:
-Bueno, si Alejandro no dice nada serán cosas mías. -Pienso para mí.
A los 5 minutos la luz de la sala empieza a titilar, en ese momento Alejandro que también se había dado cuenta del temblor, no pudo disimularlo y comentó con voz nerviosa:
– Parece que la luz ha hecho algo raro. ¿No?.
A lo que yo intento hacer uso del sentido del humor para calmarlo.
-Será que se nos ha olvidado pagar el recibo de este mes.
Ambos soltamos una carcajada y parece que ayuda a destensar los nervios.
La sala en la que estamos es acristalada como si fuera un escaparate y se ve toda la planta. Nos habíamos sentado de tal forma que Alejandro no veía lo que sucedía en la planta, cuando empezaron a suceder una serie de acontecimientos a cuál más inquietante.
Mientras Alejandro me contaba que es lo más complejo que había hecho en la carrera, yo empiezo a ver como las luces de la planta se apagan (mientras que la sala seguía con luz), veo como poco a poco la gente se mira unos a otros y empiezan a abandonar la planta apresuradamente.
Un compañero me hace una señal para que salga, en ese momento interrumpo a Alejandro y cuando salgo para hablar con el compañero…
¡PAM! Uno de los tubos de iluminación a pocos metros donde estábamos explota y el compañero que me había llamado se asusta y sale corriendo.
En ese momento no sabía que ocurría y tuve que pensar con rapidez, entré a la sala con decisión y le dije muy sereno a Alejandro.
– Tenemos que abandonar el edificio, por favor, recoge y acompáñame.
Alejandro no lo dudo y me hizo caso. En ese momento mi candidato para mí era como el mismísimo presidente de los EEUU y yo era su guardaespaldas, asique mientras recogía pensé
cual era la escalera más cercana, y me acordé que era la misma por donde había bajado a recogerle.
Salimos de la sala y fuimos hacia la escalera, cuando al girar por el vestíbulo vimos que todo el mundo había escogido la misma opción.
– ¡Mierda, esto parece la M-40 por las mañanas! -Dije.
Entonces recordé que había unas segundas escaleras que estaban más alejadas, pero merecía la pena intentarlo:
– ¡Ven! Hay otras escaleras al otro lado del edificio.
Si Alejandro antes no había dudado, ahora por su expresión menos todavía.
Cuando llegamos a las otras escaleras, ya recordé porque todo el mundo había cogido la otra escalera, en ese lado del edificio no habían terminado las obras y estaba todo patas arriba. Sacos de yeso, una hormigonera, el cableado sin tapar, partes del falso suelo sin cerrar…le miré a los ojos y le dije:
-No te preocupes, estamos de obras. Quizá te manches el traje con restos de yeso, pero confía en mí que ya he utilizado estas escaleras otras veces.
Entre los restos de obra, la iluminación inexistente, el olor a yeso y pintura que había, solo faltaba que subiera una manada de zombies a comernos, menos mal que eso no es muy probable…aunque como hemos empezado el año quien sabe.
Tras sortear las obras, llegamos a la escalera y el escenario era muy distinto, veíamos bajar a otros compañeros, pero era algo más fluido, con lo que pudimos bajar sin problemas.
No se si a consecuencia de la adrenalina o la tensión, pero yo seguía notando que el suelo temblaba, me lo guarde para mí, aunque las caras de la gente que teníamos alrededor me decían que ellos también lo notaban.
Salimos del edificio, donde antes había un estupendo día de primavera, ahora había una especie de calima o nube de polvo que nos hizo estornudar a más de uno mientras nos dirigíamos al punto de encuentro que nos habían enseñado tantas veces en los simulacros, y que tantas veces nos habíamos quejado pensando que no valían para nada.
Durante el recorrido que duró unos minutos, seguí utilizando el sentido del humor para tranquilizar a Alejandro y a uno mismo:
– Pues así son las entrevistas aquí. Lo hacemos para observaros en situaciones de crisis.
Lo que provocó la risa de Alejandro y algunos que estaban alrededor. En ese momento vi a un compañero de Prevención de Riesgos y me acerqué para preguntarle….
Brrrrrrrrrrrrr….Brrrrrrrrrrrrrrr……(sonido de cortacésped)
Miro hacia abajo y veo al jardinero de mi urbanización cortando el césped: -No son ni las 9 y ya están cortando el césped.
Me doy cuenta que me aprieta el asa de la taza de café, le doy un trago y compruebo que ya se ha templado y no está abrasando.
-Aaiisss. -Suspiro.
Dirijo la mirada hacia un pequeño olivar que se ve desde mi salón, me transmite mucha paz ver ese rinconcito verde dentro de toda la urbe. Como echo de menos los tiempos en los que íbamos a la oficina e interactuábamos con los compañeros, compartíamos alegrías y momentos difíciles que entre todos los superábamos juntos:
-Tiruri, Tiruri.- Sonido Mensaje instantáneo
Vuelvo la vista a mi ordenador y tengo 2 mensajes y el recordatorio de 15 minutos que tengo una reunión.
-Aaaaiiiisssssss. -Suspiro.
Doy un trago de café, le doy un beso a mi mujer y le deseo que tenga un buen día, resignado me siento delante del ordenador sin saber cuándo podré levantarme.
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