Hoy 13 de enero celebramos, de nuevo, el Día Mundial de la Depresión.
Depresión, según el diccionario, se define como la enfermedad o trastorno mental que se caracteriza por una profunda tristeza, decaimiento anímico, baja autoestima, pérdida de interés por todo y disminución de las funciones psíquicas.
Depresión es una gran palabra que nos produce un sinfín de sensaciones, desde miedo, aprensión, desasosiego, rechazo…. en gran medida motivadas por el desconocimiento.
Es, como decía, una gran palabra, así como un enorme concepto, tanto que su impacto es universal, tanto que es la primera causa de discapacidad a nivel mundial, tanto que un 3,8% de la población la padece según la OMS. Además, un hecho muy significativo es el aumento de casos entre adolescentes y mayores de 65 años.
Es cierto que en estos momentos y quizás como un efecto “beneficioso” de la pandemia que estamos viviendo, este tipo de situaciones se están visibilizando más y culturalmente se está realizando un lento, pero confío imparable cambio, para desmitificar este tipo de alteraciones del ámbito emocional y haciendo así más fácil la aceptación de que nos puede afectar a todos y cada uno de nosotros, que no es un fenómeno que sólo les ocurre a los otros.
Para que podamos hacer más manejable este gran concepto quizás deberíamos aprender a fragmentarlo en trocitos más pequeños que nos haga más fácil su “digestión”.
Lo primero de todo es ser capaces de identificar este tipo de situaciones. Por lo general, es fácil aceptar que cuando una parte de nuestro cuerpo, desde el punto de vista físico, duele o se limita su funcionalidad es porque algo no va bien y es el momento de consultar con un especialista. Identificamos un problema físico, lo aceptamos y buscamos solución.
Entonces, ¿por qué es tan difícil interiorizar que cuando algo de nuestro ámbito emocional no funciona o “duele”, lo admitamos y vayamos a buscar la mejor ayuda especializada?
El tema es complejo y la respuesta no es sencilla y probablemente tenga muchas facetas. Lo primero de todo, es como hemos dicho identificar alguna disfunción y para poder hacerlo debemos ser conscientes de su posible existencia y de la necesidad de pedir ayuda.
Pero, no quiero cargar con más peso esa gran palabra, por ello me gustaría compartir pequeñas cosas que sirven para ayudarnos a saber qué algo va mal en nuestra parte emocional. Debemos aprender a “escucharnos” a oír lo que nuestro cuerpo nos está diciendo. Debemos a aprender a dedicarnos tiempo a nosotros mismos, a practicar la tan comentada escucha activa.
Hay multitud de sencillos detalles que debemos ser capaces de identificar tales como: dificultad para concentrarnos en las tareas diarias, no tener ganas de realizar cosas que hasta ahora nos motivaban (leer, hablar con amigos, salir a pasear, etc.), dificultades para dormir, falta de apetito o por el contario necesidad de comer compulsivamente, irritabilidad.
Todas estas señales nos deben alertar de que algo no va bien al igual que hacemos cuando por ejemplo nos duele una articulación.
Las causas que pueden llevarnos a situaciones como la depresión son muy variables, desde una predisposición genética a causas ambientales como pérdida de un ser querido, cambios laborales, cambios en nuestras condiciones de vida como nos ha ocurrido a consecuencia de la pandemia. Por ello los tratamientos para este tipo de procesos pueden ser variados requiriendo en algunos casos apoyo farmacológico, así como psicológico y se deben mantener a medio-largo plazo.
Como conclusión podemos decir que lo importante es:
- Concienciarse de que este tipo de situaciones nos pueden afectos a todos
- Prevenir, teniendo hábitos de vida saludables: comer bien, hacer ejercicio, hacer cosas que nos gustan, etc. La salud emocional está claramente relacionada con la salud física
- Identificar las señales lo más tempranamente posible
- Actuar, solicitando ayuda a profesionales
- Tener claro que hay tratamientos que solucionan estas situaciones
No debemos olvidar que las emociones son tan sólo uno de los pilares que nos permiten encontrarnos bien. Pero también hay que prestar atención a la parte física, la social, la profesional y la financiera. El objetivo es encontrar un equilibrio en todos estos pilares para poder ser más felices.
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