Valorar el trabajo que se realiza es importante dentro de la empresa, hace que la persona se sienta valorada. Se aumenta el sentimiento de pertenencia a la compañía y se confecciona una rueda positiva al conseguir, de esta forma, que la motivación del trabajador crezca.
Ana había trabajado varios años en una empresa donde no se le preguntaba sobre sus inquietudes y no valoraban su esfuerzo extra al ir más allá de sus funciones para solventar incidencias con los trabajadores y clientes. Sólo recibía órdenes que cumplir. Alguna vez intentó sugerir mejoras, pero el reducido presupuesto que le daban para ello era ridículo.
Pero le surgió una oportunidad, una mejora laboral. Dado que no se sentía identificada con la filosofía de la empresa en que estaba, no dudó en aceptar la propuesta.
Se trataba de un reto. La empresa le ofrecía la posibilidad de participar e influir en la dirección del barco. Aunque el sueldo era el mismo, el cambio no suponía una mejora salarial, ganaba en motivación y en sentimiento de utilidad. Su cabeza estaba llena de planes. A través del departamento de RRHH pretendía influir en la mejora de la producción de la empresa. Una vez ordenados sus pensamientos, se dedicó a conocer a su equipo de trabajo. No se fijaba en lo que hacían, sino en sus puntos fuertes y débiles, además de lo que eran capaces de lograr.
Transcurrido un tiempo hizo una reunión con todos los trabajadores del departamento. Lo primero que hizo fue explicarles cómo influía el trabajo que hacían en la empresa y les enseñó una serie de datos para que entendieran la importancia de sus funciones. Les explicó como, cada decisión que tomaban, influía tanto en el beneficio de la empresa como en el rendimiento de su trabajo. La mayoría estaba perpleja, nunca habían tenido acceso a la totalidad de los datos ni sabían que su forma de trabajar podía importar tanto.
Entonces, lanzó la pregunta:
— ¿Cómo pensáis que podéis ayudar a la empresa para mejorar los beneficios?
Algunos se quedaron con la mente en blanco, jamás pensaron que les plantearían algo así. Otros se movieron en el asiento, ansiosos por hablar y dar ideas.
—Pensadlo durante esta semana. El lunes enviadme un correo con lo que se os haya ocurrido. Nos hay ideas malas. Cualquier gesto, por pequeño que parezca, puede influir de forma positiva.
Esa semana transcurrió de forma diferente. Todos estaban atentos para encontrar mejoras o cambios que podían ejercer en sus funciones. Querían implicarse en la propuesta que Ana les había hecho. Esto fomentó el sentimiento de pertenencia. Empezaban a comprender el papel que jugaban dentro de la organización.
A la semana siguiente, el lunes, Ana comenzó a recibir los correos de su equipo. Le llegaron propuestas e ideas de todo tipo. Desde el punto de vista de los trabajadores más antiguos, que conocían la empresa desde los inicios, hasta del personal que se acababa de incorporar y estaba adentrándose en el mundo profesional de los Recursos Humanos.
Pasó un tiempo estudiando las propuestas y viendo hasta qué punto cada idea podía ser útil y factible.
A lo largo de la semana mantuvo reuniones con cada uno de ellos. Ponían en común sus ideas y marcaban objetivos según sus posibilidades mediante beneficios, en unos casos monetario y en otros ofreciendo tiempo libre. La contribución individual iba a ser recompensada.
Pero Ana también elaboró algunos objetivos grupales, también quería avivar en la compañía el trabajo en equipo. Sabía que la diferencia de cada persona complementaba a las demás. Además de ayudarse, iban a aprender sobre las funciones de sus compañeros, lo cual les ayudaría a estar más conectados y ser más conscientes del esfuerzo de cada uno.
La pregunta de Ana inició una serie de mecanismos mentales que agudizaron también la creatividad de sus compañeros en base a su formación y experiencia, lo cual enriquecía al departamento, influyendo de forma positiva tanto a la los beneficios de la empresa como a la calidad del trabajo. Había conseguido un mayor sentido de pertenencia. Cada uno, según sus posibilidades y con sus propios retos adaptados a sus quehaceres, estaba trabajando con otra perspectiva, haciendo suyos los logros de la compañía.
Una vez consolidado esta forma de trabajo en su equipo de Recursos Humanos, trasladó y trabajó con la misma idea en los diferentes departamentos: logística, marketing, almacén, soporte
informático, prevención, etc.
Todos reaccionaban con sorpresa, no estaban acostumbrados a que alguien de otro departamento les preguntara sobre sus opiniones o ideas, pero Ana había llegado para hacer un cambio de visión.
Una vez que toda la empresa comenzó a trabajar con el mismo sentir decidió tener una reunión extraordinaria con gerencia.
—Te hemos visto trabajar duro este año. Has ido encajando pieza a pieza el puzzle. Ahora, gracias a ti, tenemos el cuadro con el que mi socio y yo estábamos soñando en nuestros inicios. ¿Qué necesitas?
Esas palabras dibujaron una amplia sonrisa en la cara de Ana. Era el momento de decir el motivo de su reunión.
—Antes de nada, quería agradeceros la oportunidad de crecimiento profesional que me habéis brindado. Este año he disfrutado haciendo mi trabajo más que en toda la vida laboral que llevo a mis espaldas. Pero, ya que he demostrado mi valía, me gustaría tener la posibilidad de concretar mis siguientes metas.
—De acuerdo —dijo otro de los socios—. Establezcamos de nuevo tus objetivos e incentivos. Dinos, ¿cómo piensas ayudar a la empresa para mejorar los beneficios desde ahora?
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