¿Pero para que sirve eso del coaching ejecutivo?

Ayer me preguntaba un amigo “¿Pero… para qué sirve eso del coaching? ¿Es para gente con carencias de inteligencia emocional?” No, le contesté. El coaching es un proceso alucinante para personas valiosas con ganas de dar lo mejor de sí mismas y de alcanzar sus metas. Es mucho mas que un curso, mucho mas que una mentoría y no, definitivamente, no es psicología.

Mi relación con el Coaching empezó de forma agridulce, me hablaron de esta disciplina cuando vivía en Chile, que es la cuna del coaching ontológico, y decidí poner cara y ojos a eso que llevaba años haciendo de forma asilvestrada, sin saber que tenía un nombre propio, durante mis 20 años de experiencia. Al principio me pareció un poco etéreo, pero poco a poco, nos fuimos conociendo mejor y nos fuimos gustando. Desde entonces no he dejado de formarme en esta disciplina que empieza a sonar fuerte en España mientras se suben al carro muchas muchas personas como una salida fácil. Pero no, no es fácil. Estas son mis conclusiones tras un proceso agridulce en el que aprendí que las herramientas, son herramientas y que, lo importante, es cómo y quién las utiliza.

Elige bien a tu coach, es fundamental que sea un profesional con experiencia en el mundo corporativo pero aún más importante es la conexión y la confianza.

Un buen coach sabe leer entre líneas, entendiende el entorno profesional del coachee, por qué actúa como actúa y necesita lo que necesita, cuáles son sus fortalezas y qué le está limitando para alcanzar su mejor versión y alcanzar sus metas, entiende “qué gafas lleva puestas” y cómo le hacen interpretar la realidad para ayudarle a ampliar su visión.

El coaching te ayuda a encontrar tus propias respuestas, no te las da empaquetadas, por eso sus resultados son sostenibles. Pese a eso es habitual que el coachee, dada esa conexión y confianza, otorgue a su coach unos superpoderes que no tiene y le pida las respuestas “¿pero tú, qué harías…?”, pero solo debe obtener preguntas porque, el superpoder, es del coachee que es el protagonista del proceso, sólo tiene que encontrarlo y ponerlo en funcionamiento.

Las habilidades se desarrollan, sin duda, pero la base del coaching es la empatía y he conocido a pocas personas que sean capaces de entender desde el punto de vista del otro, dejado a un lado sus juicios y creencias, aunque se sepan de memoria los libros de Echeverría. Hay que saber leer las señales y enfocar el proceso de coaching con una linterna con el foco en el otro.

La empatía es clave, pero no suficiente… el coaching busca contener y tensionar. Sacar al otro de la zona de confort, retarle, incomodarle incluso. Es la práctica de hacer preguntas poderosas, de identificar etapas de cambio, es ser capaz de ayuda al otro a abrir los ojos y que sea capaz de salir de sus esquemas mentales viendo las cosas desde otros puntos de vista.

Los cursillos express y la falta de rigor de ciertas escuelas están dañando la profesión. Para ser coach es necesario, además de una dilatada trayectoria profesional y un desarrollo y formación constante, un profundo autoconocimiento, vocación de servicio, pasión por las personas para poder ver lo mejor en el otro, madurez y estabilidad emocional y no todo el mundo está capacitado para poder serlo.

Trabajar con personas es una gran responsabilidad, especialmente cuando te entregan su confianza, hay que ser muy consciente de cómo acompañar cada proceso para no llevarlas a un lugar equivocado pero sin duda, después de esta relación con el coaching, agridulce primero y de profunda confianza después, puedo decir bien alto: “Si, quiero”.