Decidimos qué vamos a estudiar cuando todavía somos apenas adolescentes y a partir de ahí, muchas veces, vamos pasando de uno a otro trabajo por inercia. No es de extrañar, por tanto, que muchos de nosotros acabemos dedicándonos a algo que no nos gusta del todo. Y ni siquiera eso tiene por qué significar que no podamos avanzar en esa profesión y llegar a un puesto directivo. Según un estudio de la Universidad de Phoenix, el 58 % de los adultos está interesado en cambiar de profesión, así que no hay que avergonzarse de darle la espalda a una carrera que realmente no nos gusta, sea cual sea nuestro momento vital.
Puede que estés quemado (es conocido el síndrome del burnout profesional) por demasiado estrés, demasiadas horas o demasiada presión, o que necesites un cambio total de actividad o de sector. Si esta idea se nos ha pasado por la cabeza es que ha llegado el momento de plantearnos algunas cosas. Aunque la situación puede darnos un poco de vértigo, ¿cómo saber si debemos, realmente, dar este paso? Estos son algunos de los indicadores de que deberías cambiar de profesión. Si cumples tres o más de ellos deberías empezar a plantearte tu futuro:
- Te aburres: Una persona pasa un promedio de 90.000 horas de su vida en el trabajo. Son muchas para pasarlas aburrido o hastiado. Aunque haya rutina, el trabajo no tiene por qué ser monótono: puede ser atractivo, interesante y satisfactorio. Si estás realizando las mismas tareas semana tras semana y año tras año por el mismo sueldo y con muy pocos retos, tal vez algún día te arrepientas de cómo pasaste tu tiempo antes de llegar a la jubilación.
- No estás progresando: ¿Cuándo fue la última vez que te ascendieron? ¿Hay algún sitio donde puedas ascender o has llegado a tu techo profesional? ¿Aprendes regularmente cosas nuevas? Teniendo en cuenta que hoy en día el ritmo de progreso tecnológico es más rápido que nunca, si no has conseguido añadir competencias prácticas o cualificaciones que puedas incluir en tu curriculum vitae, probablemente no estés progresando a buen ritmo.
- Tu sueldo está estancado: El dinero no lo es todo, pero la compensación por tu trabajo debe ser justa. Si ni siquiera te acuerdas de la última vez que te aumentaron el sueldo, es muy probable que no estés ganando lo que vales.
- Estás sobrecargado: El hecho de que se te pida que haga tareas adicionales o que trabajes horas extra con poco reconocimiento puede darte la sensación de ser un “chico para todo”. Puede pasar que uno tenga que quedarse hasta tarde o trabajar los fines de semana de vez en cuando, especialmente si te apasiona lo que haces, pero si la sobrecarga es constante y mantenida en el tiempo acabará por provocarte ese temido efecto de ‘quemado’ y hacerte perder la ilusión.
- No aprovechas tus capacidades: Por supuesto, lo que has estudiado no siempre es lo que quieres hacer con tu vida. Pero si tienes un conjunto particular de competencias que disfrutas aplicando pero no tienes posibilidad de aplicarlas en tu trabajo actual, deberías buscar una profesión en la que estén demandadas (pueden ser idiomas o capacidades creativas, ¡todo aporta!).
- Tu organización tiene problemas: Si la empresa para la que trabajas tiene problemas, esto se notará en el ambiente laboral. Si hay despidos o se está redefiniendo la forma de realizar las operaciones puede significar oportunidades para unos, mientras para otros sería la señal de que es hora de irse.
- Tu sector tiene problemas: Si tu sector ha entrado en crisis este podría ser el momento perfecto para cambiar de trayectoria profesional. Eso no es nada nuevo, y seguirá pasando. No todos tienen la suerte, dentro de estos sectores en evolución, de ‘verle las orejas al lobo’ antes de que sea demasiado tarde.
- No soportas a tu jefe: Mucha gente no renuncia a sus trabajos, renuncia a jefes que no soporta. Incluso si tienes un cargo directivo, casi todos tenemos un jefe, presidente o una junta de accionistas que puede hacernos la vida imposible. Si ese sentimiento es, además, mutuo (y casi siempre suele serlo), terminarás odiando tu trabajo y no desarrollando todo tu potencial.
Antes de dar el paso tómate un día o dos de descanso y desconecta de verdad, haz una lista de todas las cosas que te gustan y otra de las que no te gustan de tu trabajo actual y, si crees que estás en una encrucijada demasiado difícil no dudes en pedir ayuda profesional (un coach o un terapeuta pueden obrar maravillas).
Y recuerda que nunca, nunca se es demasiado mayor para cambiar de profesión. Es una tontería pensar que tu trayectoria profesional lleva incluido un temporizador y que en el momento en que alcanzas una cierta edad ya no puedes cambiar de horizontes. Esto se basa en la idea de que al terminar la secundaria ya DEBES saber qué quieres hacer con el resto de tu vida. Esta forma de pensar no tiene ni pies ni cabeza, y menos aún en un mundo tan innovador y cambiante como el actual. Así que, ¡si quieres cambiar de profesión, ve a por todas! La vida es demasiado corta para estar de mal humor y frustrado en el trabajo. Hay un montón de trabajos maravillosos esperándote.
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