La evaluación individual a personas es la principal herramienta para contratar y promover a empleados y directivos para un puesto o cargo determinado, pero si además este proceso se realiza de forma equitativa, conseguiremos crear empresas íntegramente inclusivas, que aprovechan la diversidad.
Actualmente, las organizaciones establecen una serie de criterios de forma clara y específica, que ya no dependen del instinto del responsable de contratación del personal, sino que miden, mediante determinadas herramientas, el posible éxito que puede tener un empleado en el ejercicio de su actividad en una empresa. Recientes estudios demuestran que este tipo de evaluaciones, que son validadas no sólo por los conocimientos del candidato, sino también valorando su manera de pensar, provocan unos resultados óptimos, justos y precisos para los participantes, reduciendo los efectos discriminatorios y promoviendo la inclusión.
Además, no sólo son útiles en el momento de la contratación, sino también durante el ejercicio de la actividad del empleado desde el puesto que ocupa. A través de dichas evaluaciones, los directivos pueden identificar y asignar iniciativas y oportunidades de desarrollo para los miembros de su equipo e incluso proponer un ascenso, debido a las habilidades demostradas durante la evaluación, por lo que el problema de sesgo quedaría relegado a un segundo plano. De esta forma, los gerentes identifican el potencial de los empleados garantizando así las oportunidades de talento.
De ahí que este tipo de evaluaciones sean cruciales, por un lado ponen especial atención en los comportamientos y mentalidades que son necesarias para desempeñar las funciones en un puesto de trabajo, y por otro analizan los conocimientos y las habilidades necesarias del día a día, como son: solucionar problemas, asesorar en una determinada situación, atender a un cliente enfadado,… Cuando la evaluación, en lugar de llevar a cabo estas valoraciones califica únicamente el conocimiento, deja de lado a personas con determinados atributos, que realmente podrían ser de utilidad, por lo que repercute de forma negativa en ciertos grupos por motivos de raza, color, religión o estado socioeconómico.
Una evaluación justa y equitativa, que promueva con éxito la inclusión, estaría alineada con las mentalidades y comportamientos necesarios para el trabajo y se basaría en una simulación que replique los retos del día a día en el puesto, y aquellos que la pasen favorablemente serían contratados, tal y como ocurrió con una empresa de servicios financieros hace unos años. Esta compañía priorizaba experiencias laborales específicas relacionadas con las financieras, asumiendo que serían mejor para el puesto, pero reconocieron que perdían oportunidades de contratar personas más diversas y no tan tradicionales. Tras varios años aplicando esta nueva forma de evaluar, un estudio reflejó resultados reveladores: candidatos considerados como “no tradicionales” aprobaron la evaluación en igual proporción, además, predijo el éxito tras varios años para estos candidatos”.
En definitiva, las evaluaciones basadas en simulaciones de su día a día, en este momento en el que la inclusión es fundamental para las organizaciones, son una solución probada y testada para seleccionar y desarrollar candidatos de toda índole, acordes a determinados puestos o cargos y que son el futuro y sostenibilidad de las organizaciones.
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