8 de noviembre de 2024
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Los Recursos Humanos Cuánticos (IX): El ambiente cuántico

Los Recursos Humanos Cuánticos (IX): El ambiente cuántico

A lo largo de estos funestos e históricos meses nos hemos sorprendido por muchos datos del mundo tenebroso creado por el coronavirus. Hay muchos que desafían a la ciencia y otros que lo hacen a la decencia, pero estos derroteros no nos sirven para componer una editorial con algo de equilibrio en este prestigioso medio,

Uno de esos datos es que, por primera vez en la historia, algunas de las primeras vacunas elaboradas y aprobadas proceden de una técnica distinta: las vacunas del ARN. Sustancias antigénicas que no proceden de virus atenuados o modificados, sino de secuencias de ARN mensajero que logran “despertar” a nuestro sistema inmune e identificar una amenaza como si fuera el propio coronavirus el que estuviera a la puerta de nuestras murallas.

Un logro tecnológico que presenta multitud de ventajas, aunque también tiene sus contratiempos. Entre otros, el de tener que conservar las vacunas de esta familia a temperaturas extraordinariamente bajas y difíciles de mantener en equipos convencionales. Un ambiente gélido que resulta irrisorio si lo comparamos con el requerido para operar adecuadamente en un sistema cuántico.

Los sistemas cuánticos son altamente sensibles a perturbaciones, de manera que cada qubit debe tener un aislamiento casi perfecto del entorno que le rodea. Este aislamiento se consigue mediante superconductores, los cuales se consiguen, a su vez, al aplicar muy bajas temperaturas a ciertos materiales. Una perturbación, o interferencia, puede hacer que el estado del qubit en cuestión se modifique (por su alta sensibilidad), lo que conlleva a resultados erróneos y, obviamente, a un ordenador inservible en la práctica. Por todo ello, es imprescindible dicha refrigeración y -como consecuencia- un gran espacio físico donde situar el ordenador.

La temperatura que ha de mantenerse en el entorno cuántico debe ser muy cercana al cero absoluto: menos 273 grados centígrados. Para mantener componentes cercanos al cero absoluto hoy en día se requiere de una refrigeración considerablemente grande y cara. Como gran éxito, se ha conseguido operar con una temperatura quince veces superior, lo que no es un gran consuelo si aclaramos que estamos hablando de menos 269 grados centígrados. Para dejarnos helados.

 

Pero vayamos al grano: lo que buscan estas temperaturas más que polares es generar la adecuada estabilidad, para que la energía de las partículas se centre en la operativa que deseamos y no en su propio y natural comportamiento paradójico e inestable. Para ello hay que reducirla a la llamada “energía del punto cero” o energía fundamental del sistema.

En el sistema en el que trabajan nuestras partículas organizativas sub-departamentales, los quienes –también llamados personas- esta energía residual es también necesaria aunque no en su versión gélida, sino en su concepción más cálida. El entorno de los recursos humanos cuánticos necesita gozar de una energía estable, de un ambiente cuántico no sujeto a vaivenes, a caprichos, a demasiadas incoherencias, a la desconexión entre lo dicho y lo hecho.

Una energía “cálida” que alimente un entorno equilibrado entre la lógica empresarial, la credibilidad de los objetivos y la adecuada consideración al juego de las emociones humanas. El triángulo de la adecuada y sana persuasión de los quienes. Porque a semejanza de los cuantos y las partículas subatómicas, que pueden resultar excesivamente paradójicos, probabilísticos e impredecibles en entornos de alta energía, los quienes agudizan sus habilidades de desenganchar con lo que una empresa quiere e ir por libre, cuando la frialdad del ambiente empresarial o su incoherencia los agrede.

Un ordenador cuántico es una herramienta formidable, si su usuario consigue alinear las propiedades extraordinarias de las partículas subatómicas de las que se compone con los objetivos de las operaciones que quiere realizar. Para ello, debe buscar la ausencia de energía.

Una organización cuántica puede ser una institución formidable, si sus directivos consiguen alinear las formidables cualidades de sus partículas subdepartamentales –los quienes, las personas- con sus objetivos. Para ello, deben buscar un ambiente cuántico de energía positiva basada en la lógica razonable, la credibilidad de las palabras y las acciones y el sano juego de las emociones.

La alternativa, en ambos sistemas de la realidad, es quedar a merced de la indeterminación, la probabilidad, la superposición inmanejable, el entrelazamiento… Un coste de oportunidad demasiado gravoso.

Esta serie llega a su fin, pero aún me queda proponer un plan de acción cuántico para nuestras organizaciones. Es lo menos que puedo hacer para cerrar el círculo, No es que alguien lo espere ni lo necesite, pero a vosotros –queridos lectores- qué más os da y a mí me apetece cerrar la consideración de este mundo fascinante con algo de acción.

Porque como afirma uno de sus teóricos actuales: “Pensarás que es ridículo. Excepto porque puedes hacer experimentos que muestran que es realmente lo que pasa; así funciona la naturaleza. Así que, más allá de lo que puedas pensar que tiene sentido o no, mejor intentar entenderlo». Y así es.

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