El COVID y sus efectos han marcado la actividad de todos los sectores y profesiones desde hace ya un año. Han dificultado todas y cada una de las tareas que desarrollamos, pero hay actividades que se han visto especialmente castigadas. Una de ellas ha sido la del transporte de mercancías. Los conductores profesionales -trabajadores esenciales que llegaron a triplicar sus esfuerzos para garantizar el suministro de productos básicos a la población durante el Estado de Alarma- han tenido que hacer frente al año más complicado de su historia.
Conducir un camión es, ya de por sí, una de las labores más duras que existe y cada vez son menos los jóvenes que se inclinan por una salida profesional que hace casi imposible la conciliación y requiere tanta dedicación. Así lo reflejan las cifras de la Dirección General de Tráfico (DGT) que, antes del comienzo de la pandemia, ya mostraban un notable envejecimiento de este grupo profesional. El 72% de los 253.000 conductores con permisos de conducir C y C+E tiene más de 50 años. Cada año, unas 30.000 personas abandonan esta profesión y sólo 2.000 hacen las pruebas necesarias para conseguir el permiso de conductor de camión.
Si la tendencia hasta ahora ya reflejaba una notable falta de profesionales, los acontecimientos de 2020 no han supuesto precisamente un incentivo. Con motivo del COVID ha descendido la actividad; ha sido necesario implementar medidas higiénico-sanitarias; los cierres de la hostelería han afectado a las áreas de descanso de los transportistas; ha habido restricciones a la movilidad -distintas en cada país y en cada área- y aunque, en general no se ha impedido la circulación de mercancías, sí se han producido incidencias y cortes temporales. A todos ellos han venido a añadirse los provocados por las inclemencias temporales y, en el caso de las rutas internacionales, por el Brexit.
Retrasos en la remuneración
Por si todo esto fuera poco, la actual situación económica ha agudizado un problema endémico de este sector: los retrasos en los pagos. Los datos del Observatorio de la Morosidad confirman que, de media, los profesionales del transporte reciben el pago de su trabajo en un plazo medio de 84 días, pese a que el plazo máximo legal -para cualquier empresa y sector- es de 60. Es más, un 35% de los clientes llegó a abonar el trabajo en un período superior a 90 días desde la prestación del servicio.
Estos plazos, difícilmente asumibles para cualquier empresa, pueden resultar críticos para los transportistas autónomos. La situación supone tal amenaza para el sector que se ha aprobado una modificación de la Ley de Ordenación del Transporte Terrestre para incluir un régimen sancionador contra la morosidad.
Transformación digital: gestión más eficiente e ingresos regulares
Afortunadamente, las actuales herramientas digitales permiten a los profesionales del transporte concentrarse estrictamente en su labor de conducción, al simplificar las tareas relacionadas con la facturación y facilitar la optimización de rutas. Recurrir a una plataforma basada en inteligencia artificial como Ontruck supone, por un lado, aumentar la eficiencia del vehículo o la flota -ya que se reducen o evitan los trayectos en vacío- y por otro, agilizar la tramitación de albaranes y facturas.
El transportista no tiene que crear una factura cada vez que hace un trabajo. El equipo de esta plataforma genera la autofactura, entre el 1 y el 5 de cada mes, con los detalles de cada carga realizada el mes anterior. Al finalizar el mes, el transportista recibe una transferencia por el importe de todos los servicios realizados y recogidos en esa autofactura. Por ejemplo, todas las cargas realizadas del 1 al 28 de febrero se pagarán el día 30 de marzo siempre y cuando estén los albaranes y el servicio sin incidencias pendiente de gestionar.
Así, aunque siga siendo una profesión desafiante, quienes opten por conducir un camión pueden concentrarse en eso, precisamente: en su vehículo, en la carretera y en la esencia de un trabajo que resulta imprescindible para todos, sean cuales sean las circunstancias.
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