La vida está compuesta por momentos. Al enfrentarnos a cada momento nuestro cerebro detona una mentalidad, una visión de la situación, basada en nuestras creencias, asunciones y los correspondientes sentimientos y pensamientos. Esta mentalidad influye en la manera de afrontar el momento. En otras palabras, el comportamiento está directamente relacionado con la mentalidad que se haya adoptado.
Permítanme un ejemplo. Imaginen un profesional que está impartiendo una conferencia. El ponente observa que algún participante sonríe o muestra una cara divertida. Bajo una mentalidad positiva, probablemente entenderá que la charla está siendo amena y agradable. Bajo una mentalidad negativa, a lo mejor considera que le están faltando al respeto. Pueden imaginar que el comportamiento del individuo será completamente diferente dependiendo de la mentalidad que haya adoptado.
Las mentalidades son universales y cada mentalidad positiva tiene su correspondiente “sombra” o mentalidad no positiva. Adoptar una u otra puede depender de muchos factores: la importancia del momento, la situación personal, el cansancio, la relajación, etc.
Para cambiar la forma en la que reaccionamos en momentos clave, es fundamental ser consciente de uno mismo y prestar atención tanto a las mentalidades constructivas que exhibimos, como a las sombras que nos impiden adoptar la forma de pensar adecuada. Se puede elegir la mentalidad que procede en cada momento. No es fácil porque las emociones son poderosas y muchas creencias están firmemente asentadas a través de la experiencia y la educación. Si embargo, tenemos la capacidad de anular las reacciones emocionales negativas, como el miedo y la ansiedad, aunque sean predominantes en el momento concreto que vivimos.
Establecida la relación entre mentalidad y comportamiento, la conclusión natural es que cambiar el comportamiento requiere trabajo y poner el foco en la mentalidad subyacente. Esto ocurre también en el ámbito del aprendizaje y el desarrollo profesional.
Imaginemos que queremos mejorar nuestra capacidad de escucha y asistimos a un curso para desarrollar habilidades de “escucha reflexiva”. Se trata de un proceso que ayuda a las personas a combatir sus propios prejuicios y, además, permite interpretar lo que otros dicen y dar a las personas la oportunidad de rectificar. Con un uso adecuado, esta escucha reflexiva nos ayudará a generar confianza y empatía, debido a que las personas se sentirán realmente escuchadas.
Tras haber realizado el curso, y con la intención de aplicar lo aprendido, nos encontramos con un compañero que nos da una gran noticia personal para él: va a ser promocionado. Está noticia nos afecta porque ambos estamos en un proyecto muy importante y crítico, y su salida podría afectar negativamente al proyecto.
Aunque puede haber otras mentalidades que se disparen, veamos estas dos:
- Esperas que tu colega cumpla con sus obligaciones antes de moverse a su nueva posición.
- Consideras que debes apoyar tu compañero en este momento.
Si optamos por la primera mentalidad, hay muy pocas posibilidades de que puedas aplicar lo aprendido en las sesiones de “escucha reflexiva”, ya que tu creencia principal es que tu compañero tiene que cumplir con sus compromisos laborales anteponiéndolos a su promoción. El proyecto es lo primero. Por el contrario, si adoptas la segunda mentalidad seguramente mostrarás más empatía, que es la base de la “escucha reflexiva”.
No se trata de tener o haber adquirido la habilidad de “escucha reflexiva”. Bajo la primera mentalidad las habilidades están bloqueadas porque la mentalidad te “dirige” hacia otros comportamientos. Bajo la segunda mentalidad la escucha casi aparece de forma natural. No existe disonancia entre mentalidad y comportamiento.
El momento también afecta a la mentalidad. No sería igual su tu compañero te hubiera dicho que está pasando por un mal momento personal y necesitas unos días de descanso, o que tuviera que atender una situación de salud personal o familiar. En estas situaciones es más sencillo que se dispare la segunda mentalidad.
Esta vinculación tan estrecha entre momento, mentalidad y comportamiento es la razón por la que el cambio de comportamiento no podrá llevarse a cabo sino se hacen los cambios de mentalidad adecuados. Desarrollar una habilidad no implica inmediatamente un cambio en el comportamiento sino existe armonía con la mentalidad. Por ello, es necesaria la práctica continua en diferentes momentos, reflexionando sobre la mentalidad con la que se afrontó el momento y el comportamiento mostrado o la habilidad aplicada, para que las personas asienten los nuevos hábitos y, por ende, se alejen del uso instintivo de los viejos patrones de comportamiento.
La mayoría de los planes o programas de desarrollo individual que se imparten en las organizaciones se centran, principalmente, en el desarrollo de habilidades. Pero sin trabajar el cambio de mentalidad, difícilmente se producirá el cambio buscado.
1 comentario en «La importancia de la mentalidad para modificar el comportamiento»
Fabuloso artículo!!
Ignacio, gracias
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