Los planes de pensiones son un vehículo interesante para ahorrar a largo plazo por una razón fundamental: el mayor aliado en una inversión es el que se alarga en el tiempo, de manera que cuanto antes se empiece a acumular capital mayor efecto va a tener sobre el saldo final. En ese sentido, los planes de pensiones son un instrumento que permite diferir en el tiempo esa acumulación de capital y por tanto ir generando una rentabilidad que se recuperará en el momento de la jubilación. Son también el vehículo favorito de los españoles para ahorrar: el 61% ahorra para su jubilación en un plan de pensiones; de ellos el 50% lo hace en planes individuales y asociados y el resto en planes de empleo. Lo ideal para lograr un buen plan de jubilación en comenzar desde muy joven a ahorrar entre un 7 y un 10% de los ingresos mensuales.
Pero no solo existen los planes de pensiones sino que existen otros instrumentos que también son aptos para esa inversión a largo plazo: por ejemplo los fondos de inversión, que a diferencia de los planes de pensiones son totalmente líquidos, es decir, que en cualquier momento se puede recuperar el dinero; invierten en una cartera de acciones pero, a diferencia de los planes de pensiones, no se pueden utilizar para reducir la factura del impuesto sobre la renta. Existen también los planes de previsión asegurados, que suelen estar integrados en una póliza de seguros y la diferencia fundamental es que tienen una rentabilidad asegurada. También se puede invertir en planes de ahorro a largo plazo, conocidos como planes de ahorro 5, que están pensados para pequeños inversores. También está la inversión directa en acciones y, por último, se puede ahorrar también para la jubilación mediante la inversión inmobiliaria que en definitiva se trata de comprar un piso, alquilarlo y con los ingresos del alquiler complementar la pensión; una de las dificultades mayores de la inversión inmobiliaria es que se necesita desembolsar mucho capital al inicio.
En resumen, cuanto antes se pueda ir acumulando capital mayor efecto sobre el saldo final, y hay que pensar siempre qué interesa más: los beneficios fiscales de esa inversión que se hace a largo plazo, la rentabilidad o la liquidez del producto. En función de estos tres parámetros podremos elegir uno u otro con mayor acierto.
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