Este año ha sido un año muy complicado. Todos hemos afrontado una enorme dificultad para cubrir nuestros objetivos. Pero el 2020 se acaba, llega el 2021 y tenemos que mirar hacia adelante. Las necesidades del año que viene pueden o no variar, pero sabemos que van a estar ahí, y tenemos que anteponernos a ellas si queremos cubrirlas. Es momento de volver a poner en marcha el carro, aunque este año las ruedas se hayan vuelto cuadradas, y programar la formación es la mejor manera de tener claro hacia dónde dirigirnos.
En el sector de la bonificación, nos surgen numerosas cuestiones relacionadas con la rentabilidad y los intereses. ¿Es posible rentabilizar la formación y no convertirla en un negocio sino hay un plan estratégico detrás? Yo creo que no. Sin plan y definición clara, en muchas empresas la formación se hace para cubrir el crédito de FUNDAE, sin objetivos ni compromisos para/con los empleados.
¿Es posible encontrar puntos de encuentro entre el contenido formativo y el negocio de la empresa? ¿Y el negocio del proveedor? Últimamente solo existen las novedades, las tendencias, pero nos dejamos llevar por “lo último” sin darnos cuenta de que es el “mismo perro con distinto collar”. Nos olvidamos lo que realmente necesitamos, lo que es útil para la empresa y para sus trabajadores. Es por ello que tal vez el concepto de las 5R de sostenibilidad aplicadas a otros ámbitos, sea útil en la formación. Entrarían en juego las palabras de reducir, reparar, reusar, recuperar y reciclar: No compre más y solo la que necesita, lo viejo si es de calidad sirve, es preferible apostar por la calidad frente a la cantidad, la calidad tiene un precio…. Todo esto lo teníamos claro, ¿no? ¿Y qué ha pasado?
Ya sabemos que a lo largo del año siempre habrá espacio para las novedades y urgencias, pero es difícil mantener la mejor perspectiva de inversión para la empresa sin un plan previo y organizado, útil de cara a no perder nunca de vista nuestros objetivos. Para obtenerlo, y organizar la formación de manera correcta, existen una serie de pasos que podemos seguir: detectar necesidades entre nuestros compañeros; observar y examinar lo realizado en años anteriores, lo que sirve como un indicador; y tener muy en cuenta cuando se hicieron los cuestionarios de evaluación, no solo contar su puntuación.
No es necesario decir que son muchas, muchísimas, las empresas que creen verdaderamente en la formación y muchos, muchísimos, los proveedores que se afanan en conseguir una calidad que perdure. Generalmente son “los sin ruido”, aquellos que se mantienen al margen de confrontaciones, modas y plazos. Pero al finalizar el año, en el momento en el que nos encontramos, es donde se materializa más que nunca el cuánto frente al cómo, y muchas empresas empiezan a realizar formación a golpe de negocio de bonificaciones. Esto nos debe llevar a preguntarnos: ¿valió la pena la inversión de formación? ¿O solo conseguimos llegar al crédito? La formación es un fin en sí mismo, eso está claro, pero consumir el crédito de formación es para muchas empresas, no solo un fin, sino una necesidad, y por ello la planificación previa de la formación asegura encontrar el equilibrio entre ambas.
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