¿Cuánto tiempo llevamos hablando de abordar la tan ansiada transformación? Pues ese momento, sin planificarlo, ha llegado. Pero no lo ha hecho solamente en la parte digital, ni únicamente en nuestras organizaciones, sino que ha llegado afectando todo lo que nos rodea, variando nuestro día a día, alterando nuestras costumbres, modificando nuestros hábitos. Se ha instalado entre nosotros y en nuestros entornos para quedarse, porque es una realidad que, cuando la pandemia pase, el cambio perdurará.
Este cambio lleva aparejado una nueva forma de entender la manera de relacionarnos, en lo personal y en lo profesional. Hoy las mascarillas no nos dejan ver la mitad del rostro de las personas que tenemos enfrente, el concepto de cercanía ha cambiado alejándonos mínimo a 1,5 m, los codos o las manos en el pecho han sustituido a un cálido apretón de manos, las reuniones y eventos de empresa han sido reemplazadas por Teams… Todo lo que se había escrito y teníamos tan asimilado sobre la comunicación no verbal, el protocolo, el engagement…. ha quedado obsoleto de un plumazo, no vale, hay que cambiarlo, reinventarlo y probarlo sobre la marcha.
Intentando hacer un diagnóstico de la situación actual de las empresas, encontramos realidades muy diversas: empresas prácticamente al 100% en teletrabajo, otras con grupos burbuja, las que están ocupando sus oficinas con todas las medidas de precaución posibles … pero, en todo esto, ¿cómo está nuestra gente? ¿Cómo están gestionando trabajar en soledad? ¿Cómo de robusto es el vínculo que mantienen con la empresa? ¿Cómo le ha afectado a él y su entorno emocionalmente el confinamiento?
Hay una realidad en las empresas que no ha cambiado pese a la COVID y es que las compañías las formamos las personas, pero, ¿cómo estamos velando por ellas?
Inmediatamente antes del confinamiento estábamos en un momento de pleno foco en nuestros workplace, en crear un concepto de entorno único y confortable para las personas que trabajamos y visitamos las empresas. Nuestro objetivo era generar una experiencia única en las personas que nos visitaran a través del nuevo concepto de espacio y de la atención que les brindáramos en esa visita. Y, ¿ahora qué? Nuestras visitas se ven reducidas a la mínima expresión para intentar contener el círculo de contactos.
Tengo el firme convencimiento de que la necesidad de esa filosofía de excelencia es ahora más necesaria, simplemente hay que reinventarla y reorientarla, redirigir el enfoque de nuestros esfuerzos hacia nuestros compañeros y poner en el centro a nuestro cliente interno. Hoy, en muchos casos, nuestras propias casas se han convertido en nuestras oficinas, pero ¿estamos consiguiendo trasladar a “esas nuevas sedes” de nuestras compañías la filosofía de workplace?
Pienso que es uno de los grandes retos que tenemos por delante en esta nueva etapa: ser capaces de acompañar y ayudar a nuestros equipos de manera diferente a cómo hacíamos hasta el mes de marzo. La mala noticia es que las necesidades de nuestras personas van cambiando diariamente, como lo hace nuestro entorno. La buena, es que sabemos cuidarles y acompañarles, lo único que tenemos que explorar es cómo hacerlo de manera que sea efectiva en este periodo. No existe la fórmula mágica común a todas las organizaciones, pero me consta que muchas empresas de diferentes sectores se han puesto manos a la obra, ofreciendo medidas de lo más diversas, en función de las necesidades detectadas entre sus equipos: acompañamiento psicológico a trabajadores que lo requieran en este momento, recordatorios sobre ergonomía e higiene postural, nuevas opciones formativas relacionadas con la tecnología, las nuevas plataformas de comunicación, las habilidades necesarias para afrontar reuniones en remoto… incorporando a sus oficinas figuras que garanticen el cumplimiento de las nuevas medidas de Seguridad y Salud o que sirvan de nexo entre las oficinas y las personas que están trabajando desde casa, facilitándoles con sus gestiones, el cumplimiento de sus tareas del día a día, sin necesidad de desplazamientos innecesarios.
Entiendo que este es el gran reto que tenemos por delante: diagnosticar nuestra organización, conocer en qué estado se encuentran nuestras personas y adoptar las medidas que les acompañen y les doten de seguridad para afrontar este momento. ¡A por ello!
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