La mitad de mi sangre es leonesa. De pura cepa. Desgraciadamente no frecuenté mucho la tierra de mi padre hasta que en 2018 un proyecto profesional con la que fue una de las joyas de la industria farmacéutica española, me llevó a esas queridas tierras. Era parte de la remuneración: volver a las raíces y convivir con los coherederos de una genética e historia comunes.
Uno de mis primeros proyectos fue la implantación de políticas corporativas. La salida a Bolsa era inminente y teníamos que presentar al Consejo de Administración nuestro compromiso con los más altos estándares de la regulación. El Reglamento General de Protección de Datos era una de ellas y con el objetivo de conocer mejor sus entrañas y sus consecuencias, acepté la invitación del INCIBE (Instituto Nacional de Ciberseguridad) cuya sede -lo ignoraba hasta ese momento- se encuentra en León.
Descubrí en esa sesión que León es mucho más que la cecina, o que el único lugar de España que albergó una legión romana por más de trescientos años, o que esos maravillosos Prieto Picudo o Bierzo o una parada obligatoria del Camino de Santiago. León cuenta con un organismo que es una entidad de referencia internacional para el desarrollo de la ciberseguridad y de la confianza digital en nuestro país. Aún recuerdo la mezcla de temor contenido y abandono resignado e ignorante con la que dejé sus instalaciones, tras ser alertado contundentemente acerca de la web profunda, la brecha de nuestros sistemas de seguridad o a facilidad con la que entregamos inocente y bobamente nuestros datos personales a cualquier tercero con visos de legitimidad. Había que encriptar a mansalva y había que evitar trasiegos innecesarios de información en dispositivos periféricos.
La “encriptación”. Uno de los términos clave en la era de la ciberseguridad y del ciberdesvalimiento. Definida como “transcribir en guarismos, letras o símbolos, de acuerdo con una clave, un mensaje o texto cuyo contenido se quiere proteger” en nuestro Diccionario de la Lengua. La realidad es que pocos de nosotros la usamos cotidianamente -mea culpa- en nuestros intercambios de información. Sin embargo, en la comunicación interpersonal, es habitual enviar mensajes cifrados, ya sea por la complicidad, la pertenencia a un grupo de amigos o a una institución social…Decir sin decir y hablar de Málaga para referirse a Malagón en mucho más habitual en nuestros intercambios informales que en los revestidos de formalidad.
En los intercambios críticos de información y en los sistemas de almacenamiento de grandes cantidades de datos, la encriptación -el cifrado- es una técnica común. Especialmente, en las transacciones que implican movimientos de dinero público o privado. Los “asaltadores” de este moderno “Far West” utilizan sus siniestras habilidades para descifrar esos sistemas de protección -lo que hemos adoptado con el extranjerismo “hackear”- y llevarse el dinero o nuestra preciosa información, alterando nuestra paz privada, gubernamental o social.
Una de las novedades asombrosas con las que se presenta la tecnología cuántica es que las propiedades de superposición de las partículas subatómicas permiten que se encuentren en varios estados a la vez. Así, al poder encontrarse simultáneamente en estado de “0”, “1” o en los dos a la vez y combinar esa situación entre un haz de ellas pueden multiplicar exponencialmente su potencia algorítmica y hacer caer cualquier sistema de cifrado -por potente que fuere- como si fuera un castillo de hojaldre fino en una tarde de viento del Moncayo.
Por otro lado, la fortaleza del cifrado cuántico entre dos extremos es casi impenetrable. Ambos puntos de emisión y recepción están entrelazados a distancia -otra asombrosa y paradójica propiedad de las partículas subatómicas- con una clave especial y cualquier intento de sortearla es inútil, porque con tan sólo observar el sistema e intentar actuar sobre él provocarán un cambio en el estado del mismo; es la entrada en juego de una tercera asombrosa propiedad cuántica, que es que cuando observamos el sistema alteramos su estado actual.
¿Qué tiene todo esto que ver con la gestión de las personas?, ¿reaccionan igual nuestras partículas, aventuradamente bautizadas por quien escribe como “quienes” o “recursos humanos cuánticos”? Mucho y sí. Las comunicaciones entre seres humanos siempre cuentan con un cifrado subyacente; en las organizaciones, ese cifrado suele traducirse en prejuicios o ideas preconcebidas que cada organización construye, voluntaria o involuntariamente, diaria e ininterrumpidamente. Puede ser que los colaboradores de la empresa A, o un grupo relevante de ellos, traduzcan cualquier memo de la Dirección con la clave de cifrado: “traduce compromiso de todos por deslomarnos los mandos intermedios”, mientras que cuando alguno habla en su evaluación anual y dice “estoy comprometido”, en realidad está diciendo que está cogido por sus partes pudendas, porque a sus 45 años prefiere este purgatorio al infierno del edadismo y de un mercado de trabajo opaco y basado en criterios de relación por encima de otros más eficientes.
O puede que ese cifrado sea de confianza mutua, que también los hay. E incluso puede que cuando la Dirección observa a los quienes, éstos no cambien su comportamiento -como lo haría una partícula subatómica sin libre albedrío y sometida a las leyes de su mundo- sino que se muestren tal como son y como opinan, porque el cifrado de esos “quienes” se lee como “a pesar de sus errores humanos tienen voluntad de servicio y lideran con el ejemplo”.
Sea como fuere -y ojalá fuere como esta última situación- la gestión de los recursos humanos cuánticos puede ser saboteada o potenciada sin que el sistema rector lo sospeche mínimamente por delicados y sofisticados sistemas de cifrado y descifrado, que los “quienes” poseen tanto de serie como derivados de su aprendizaje y su experiencia. El que acepte esta verdad paradójica, podrá reforzar su defensa competitiva. El que no, caerá como ese castillo de hojaldre en una tarde ventosa, que ya hemos traído a la vista en nuestra galería de imágenes.
Una vez más, Peter Drucker -el gran maestro de la disciplina de la Administración de Empresas- lo resumió de un modo maestro: “lo más importante de la comunicación es escuchar lo que no se dice”. Amén.
Por cierto, “hQfUlSwDfLrQ” es un cifrado muy simple. Hay premio para el que lo resuelva. No puedo asegurar cuándo lo entregaré, gracias al baile de medidas de nuestros gobernantes para proteger su poltrona y para ampliar las posibilidades de que junto a ser infectados, acabemos desquiciados. Pero lo haré.
1 comentario en «Los Recursos Humanos Cuánticos (VII): la Comunicación Cuántica y la hQfUlSwDfLrQ»
Enhorabuena Enrique. Confieso que en una publicación tuya anterior, no me quedaba nada clara esta aproximación desde la computación cuántica a la gestión de personas. Me ha gustado mucho el enfoque. Me parece muy novedoso por lo que aporta como reflexión. Seguimos aprendiendo de los que saben. Un abrazo
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