Septiembre es siempre un mes dual. Dual porque representa el fin: el fin del periodo estival y para la mayor parte de nosotros, de las vacaciones, y, al mismo tiempo, representa el comienzo: toca volver, reincorporarse a los trabajos y empresas, y arrancar una nueva etapa en ellas.
En esta ocasión, septiembre es, si cabe, más dual que nunca. Más dual porque hasta ahora volvíamos con la mochila cargada de energía, ilusión, propósitos, retos… y este año, lo hacemos también con incertidumbre, desconcierto, preocupación, inseguridad y miedo.
Más dual porque, por un lado, nos esperan enormes desafíos en esta vuelta que nos obligan a tomar decisiones y actuar; pero, al mismo tiempo, el contexto de complejidad e inseguridad que hace imposible predecir qué va a suceder tiende quizá a impulsarnos a pensar que lo mejor es presionar el botón de pausa y posponer decisiones hasta que el panorama se aclare un poco más.
Y más dual, sobre todo, porque aunque es innegable que estamos ante una crisis importante y, como en toda crisis, la necesidad de optimización y eficiencia pesa, más todavía lo es que la transformación es un imperativo para todos y esta requiere de acciones e inversiones…
Llevamos años diciendo que el principal vector de la transformación digital es el talento. Pues bien, ha llegado el momento de someter nuestro discurso al juicio de la verdad, y quien la dictamina son los hechos. Es momento de apostar, de verdad, por el talento. Primero, por supuesto, por el talento interno. En este arranque de curso necesitamos conocer al detalle la calidad del talento con el que contamos y su potencial para impulsar nuestras organizaciones a alcanzar un nuevo futuro; y tenemos que poner todos los recursos necesarios para maximizar el desempeño y la eficacia de nuestros profesionales. Toca, por tanto, actuar para poner en forma el talento de nuestra organización.
Y segundo, por el talento externo. Hemos de tener perfectamente identificados los gaps de talento y determinar el talento que vamos a necesitar traer de fuera. Soy consciente de que la contratación es siempre una decisión compleja y que en estos tiempos económicamente inciertos puede ser un desafío mayor. Pero el talento es la vía principal para mejorar las capacidades y ampliar el margen de actuación y las oportunidades de la empresa, y es por ello que la adquisición de talento no es una decisión que convenga postergar.
Por muy incierto que sea el panorama, por mucho miedo que dé, por muchas dificultades que se nos presenten, no podemos atrincherarnos y esperar. El mayor riesgo que corremos en estos momentos es ser infectados por la parálisis pandémica que incrementa el riesgo de dejarnos fuera del mercado y genera, sí o sí, pérdida de oportunidades. En este nuevo curso necesitamos acelerar el ritmo y transformar nuestras organizaciones, y demorar la inversión en talento no es alternativa viable si queremos superarlo con nota. Y no me cabe ninguna duda de que podemos conseguirlo, y que ¡vamos a conseguirlo!
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