Jack Nilles, físico de profesión y ex ingeniero de la NASA, sentó las bases del teletrabajo en la década de 1970. En plena crisis petrolera en los Estados Unidos, Nilles buscaba reducir los desplazamientos al trabajo para disminuir la contaminación ambiental y los problemas con el transporte, su propuesta fue crear el telecommuting como una alternativa a la movilidad, “llevar el trabajo al trabajador y no el trabajador al trabajo”; sin embargo, en ese momento no se contaba con los medios tecnológicos suficientes para su desarrollo. Han pasado 40 años y, a pesar de estar en la cuarta revolución industrial y de que algunas grandes empresas ya llevan algunos años ensayando medidas de trabajo flexible, lo cierto es que la práctica del teletrabajo no se ha extendido, y en España menos. CEPSA, IBM, Microsoft, BBVA, Telefónica, entre otras, y recientemente ING implantaron modelos de trabajo que incrementaban la atracción y el compromiso de los profesionales, sobre todo de aquellas posiciones relacionadas con la tecnología y más difíciles de captar.
Ahora se plantea crear una ley para regular el teletrabajo, sin embargo, para cambiar la forma de trabajar en las empresas y el estilo de liderazgo presencial hace falta más que una ley, porque para muchos jefes y responsables de recursos humanos trabajar sigue siendo estar en la oficina, como antes, como siempre, y si es hasta muy tarde, mejor. Para normalizar las nuevas maneras de trabajar, además de una ley, necesitamos un cambio de mentalidad y de estilo directivo, mucha tecnología y voluntad por parte de empresa y trabajadores.
El teletrabajo tiene más beneficios que inconvenientes, entre ellos su contribución al mantenimiento y la generación del empleo, así como al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la agenda 2030; además, su implantación generaría empleo en zonas desfavorecidas y revitalizaría los núcleos rurales; y también serviría para la inclusión de personas en riesgo de exclusión. Según el estudio “Barómetro DCH, La Gestión del Talento en España 2019”, realizado por EAE Business School y la Organización Internacional de Directivos de Capital humano, uno de los factores que hacen a las compañías más atractivas para trabajar es la política de flexibilidad y conciliación, incluso por encima de la carrera profesional y la retribución.
La pandemia ha supuesto un empujón para su implantación definitiva en muchas grandes empresas. Sin embargo, la situación de las PYMES en España, que son las que configuran mayoritariamente nuestro tejido empresarial, es completamente diferente; y no solo por el estilo de liderazgo y la cultura sino por la falta de medios tecnológicos y la pesada carga del “esto siempre se ha hecho así, ha funcionado, para que lo voy a cambiar”. Modificar la forma de trabajar es necesario, sobre todo con un estatuto de los trabajadores de 1995, cuando empresas como Google no habían nacido y Amazon cumplía un año de edad.
El proyecto de ley de teletrabajo en España es un esfuerzo por adaptar el trabajo a las personas, pero parte de una hipótesis incorrecta: el control frente a la confianza. El trabajo a distancia debe estar basado en cinco pilares: el cambio del estilo de liderazgo desde el control a la confianza, la responsabilidad por parte de la empresa y el trabajador, la definición del trabajo por objetivos en función del perfil profesional, la personalización y flexibilidad por colectivo y edad, y la Tecnología. Y sus límites deben estar basados en un pacto de confianza y responsabilidad entre la empresa y sus trabajadores.
1 comentario en «¿Es necesaria una ley de teletrabajo?»
Excelente párrafo final.
Regular es equivalente a limitar la flexibilidad y el acuerdo entre las partes. El afán regulatorio es un característica de determinado modelos socioeconómicos imperantes.
Se sigue partiendo de un apriorístico perfil empresarial.
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