Una preciosa canción melancólica de Joan Manuel Serrat, que dirige su luz hacia todo aquello que te tiene tan “a su merced como hojas muertas” y que hace que “lloremos cuando nadie nos ve”. La realidad es más amable y sonriente, porque es una experiencia reiterada el que “todo viaje de mil kilómetros empieza por un paso” o que los tres grandes secretos de una relación sana son “gracias, perdón y permiso” y que un “pienso en ti” puede ser más eficaz que el antidepresivo más potente. Las pequeñas cosas, los pequeños trazos, los minúsculos acordes de un momento…decantan frecuentemente la excelencia de una experiencia humana.
Durante muchos siglos, lo observable a simple vista fue el mecanismo de ignición de la razón humana, buscando una ley o un patrón que explicara ese fenómeno ante nuestros sentidos. Y por muchos siglos, como consecuencia, nos hemos sentido cómodos profundizando en esa pasión del ser humano de entender y utilizar esa comprensión para dominar el mundo que podemos observar y admirar a nuestro alrededor.
Sin embargo, nuestro avance tecnológico hizo real -quizás de un modo menos íntimo al que el autor le dio- esa frase que Saint-Exupéry atribuye a un astuto zorro en “El Principito”: “lo esencial es invisible para los ojos”. La increíble intuición de Demócrito, uno de esos irrepetibles griegos que se dedicaron a escudriñar el mundo a su alcance para exprimir su sentido, nos regaló el concepto de átomo. “Lo que no se podía dividir”; la unidad constituyente más pequeña de la materia. Hasta finales del siglo XIX esa hipótesis gozó de buena salud, hasta que el mundo subatómico nos abrió sus puertas y tras ellas se desplegó un micro universo fascinante. ¡Que nos lo digan en estos momentos en los que un microscópico ser viral de horrible peinado está volviendo patas arriba nuestras sociedades!
Los recursos humanos cuánticos, como paradigma de inspiración de la gestión de personas, comparten esa trayectoria. Corrijo, propongo que deberían compartirla. Como primera acción, eliminando ese horripilante “Recursos” de su denominación; a continuación, aceptando algunas de las sorprendentes propiedades que rigen la “vida” y las “relaciones” de estas partículas y que la ciencia va descubriendo de modo continuo.
Antes de particularizar algunas de ellas, quiero referirme al enfoque probabilista que reina en el estudio del mundo subatómico en contraposición al carácter determinista y al principio de certidumbre que son comunes en la física clásica; una cualidad que me viene como anillo al dedo para establecer un paralelismo con la gestión de personas: si descendemos a niveles de partículas básicas (individuos o “quienes”) en entornos sub-corporativos (inferiores al término plantilla o equipo) tenemos que considerar que las reglas generales, las herramientas de amplio espectro, las relaciones causa-efecto “inexorables” de las políticas existentes tienen que ser superadas por consideraciones de probabilidad, de incertidumbre, de alteraciones del estado de los individuos por su observación o la acción generalizada sobre ellos.
Cuando los científicos estudian los quarks, los nucleones, los neutrinos, los piones, kadrones, haones, muones, tauones, bosones…abandonan la actitud clásica de medir, definir y predecir reacciones determinadas. Para ellos, el proceso de medición altera de forma incontrolada la evolución del sistema. Es un error pensar dentro del marco de la física cuántica que medir es revelar propiedades que estaban en el sistema con anterioridad. La observación lo altera todo. La indeterminación lo preside todo. En el reino de las pequeñas cosas y de las pequeñas formas hay que abandonar la tentación de saberlo todo y de influir en todo de forma predecible.
En la gestión de personas cuántica, el nuevo paradigma de “liderazgo no invasivo” podría conducirnos hacia una liberación de energía sin precedentes, la apertura de puertas lógicas mucho más ricas y creativas, nuevos entrelazamientos eficaces de información y gestión respetuosa de emociones que unirán más sólidamente voluntades. Las decisiones de sus partículas elementales -los “quienes” individuales- basadas en su reconocida y probada libertad de sumarse o no a un proyecto organizativo serán la clave. No la brillantez de nuestros modelos.
En la mecánica cuántica, el cuanto denota el valor mínimo que puede tomar una determinada magnitud en un sistema físico. En la gestión de personas cuántica -la de las pequeñas cosas y las cosas pequeñas- el quien debe ser ese valor mínimo y central del sistema. Y la incertidumbre, la probabilidad, la observación no invasiva, la microgestión y la receta de proximidad…las maneras de liberar su energía.
Porque en ese campo individual -tan frecuentemente olvidado o minusvalorado por nuestras acciones de empresa- es donde Serrat canta que ocurren cosas que nos “tienen tan a su merced como hojas muertas”. Solemos pensar que implantarlas o anunciarlas es la razón de su éxito, cuando sólo son efectivas por decisión de los individuos -los quienes– a los que van destinadas. Sólo los quienes -nuestros “cuantos” humanos- tienen la llave para liberar su energía cuándo, cómo, dónde y porque les da la gana.
Cuidaos mucho y cuidad a los vuestros. Como repetimos en estos momentos de incertidumbre: “la victoria depende de cada uno, porque de uno puede depender la derrota”. Y cuando vuelva ese espejismo de certidumbre al que nos acostumbramos y que llamamos rutina, será también la clave.
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