22 de noviembre de 2024
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Telepresentismo

Telepresentismo

Empezamos bien, no lo habíamos elegido ni tan siquiera decidido, pero fue nuestro salvavidas cuando empezó la tempestad y como tal lo acogimos e integramos sin rechistar, hablo del teletrabajo. Rápidamente resaltamos sus bondades, reconocimos su sentido y utilidad, lo conectamos con la transformación digital, entendimos que había venido para quedarse y que sin duda nos ayudaría a conseguir la tan ansiada conciliación de la que llevamos tiempo hablando sin hacer nada al respecto.

Por fin, hemos visto como algunos líderes han colgado la capa en el perchero de su casa y han empezado a soltar determinados comportamientos para dar paso a otros mucho más adaptados y efectivos que les ayuden a hacer frente a esta nueva situación.

Hemos visto líderes preguntando cada día a las personas de su equipo cómo se encuentran y qué les inquieta, desde la empatía más auténtica, esa que solo se consigue cuando alguien está viviendo en primera persona la misma experiencia que tú y, por tanto, se muestra sensible a tu realidad y plenamente conectado con ella.

Hemos visto líderes que han descubierto con cierta sorpresa las aficiones de los miembros de su equipo a través de la estantería repleta de libros de Marta, los recuerdos de los viajes de Andrés, los trofeos de Pilar o la batería del estudio de Pablo.

Hemos visto líderes que han conectado con la sensibilidad y el lado más personal de sus colaboradores cuando han visto a algún pequeño irrumpir en una reunión de trabajo para mostrar el dibujo que acaba de realizar y se le ofrece atención, cariño y comprensión.

Pero además de estas muestras de evidente humanización, todo apuntaba a la posibilidad de realizar reuniones mucho más acotadas en el tiempo, dirigidas, limitadas y productivas. Así mismo, parecía aflorar una clara determinación a la hora de descartar el control como una conducta asociada al liderazgo, puesto que hemos constatado que no es más que una mera ilusión, no solo no es posible “controlar” sino que te acabas convirtiendo en víctima de tu propio control.

A estos beneficios se sumaba además la posibilidad de dotar a los profesionales de una mayor autonomía e independencia en su gestión, poner el foco en la productividad y no en la presencia, ahorrar costes de emplazamientos y desplazamientos que, en el caso de estos últimos, a su vez aminoran la sensación de estrés, entre otras muchas cuestiones no menos alentadoras e importantes.

Ahora bien, ya sea por falta de experiencia en entornos digitales o por los hábitos y costumbres adquiridos en entornos presenciales, nos estamos encontrando con los primeros síntomas de hiperconexión y telepresentismo, lo que equivale a estar “todo el día conectado” en una jornada que además tiende a alargarse más de lo habitual. Hemos vuelto a conseguir un desequilibrio que esta vez se hace aún más llamativo y paradójico cuando el resultado es que no se puede conciliar “trabajando desde casa”.

Si a esto le sumamos que, dada la situación, no estamos operando en las mejores condiciones en cuanto a tranquilidad, espacio y privacidad; además de la dificultad para generar conversaciones de forma espontánea y natural, esas que se dan por el simple hecho de compartir un espacio de trabajo, estamos viendo como un buen número de profesionales “desean” volver a la oficina.

En tiempos de incertidumbre, cambio y teletrabajo, en los que todos somos conscientes de que tenemos que aprender a operar de una forma distinta, incorporando la flexibilidad como nuestra máxima aliada, es importante reajustar el plan (diseñar, probar y corregir) para asegurar el bienestar de las personas y, en consecuencia, la productividad de los equipos.

Comparto algunos reajustes que nos pueden ayudar a conseguir nuestro reto:

  • Postergar para priorizar. Implica posponer y/o limitar todas aquellas actividades (mails, whatsapp, reuniones…) que nos impiden priorizar lo verdaderamente importante, atendiendo a criterios de coste y productividad. Esto que debería ser un mantra para nosotros, cobra en estos días especial sentido y relevancia, especialmente en el caso de las reuniones virtuales que, sin darnos cuenta, pueden convertirse en una nueva modalidad de presentismo.
  • Perder para ganar. Concentrar las actividades más importantes en las horas en las que sabemos que somos más productivos/as nos ayudará a ganar eficiencia. La falsa sensación de “pérdida de tiempo” cuando uno no está todo el día ocupado se suele traducir habitualmente en bajo rendimiento.
  • Desconectar para conectar. Si en la oficina se hacen pausas, por qué no hacerlas en casa, son igual de importantes y necesarias. Los descansos forman parte de la productividad.
  • Debilitar para fortalecer. Acotar las actividades individuales en beneficio de otras de carácter relacional que nos permitan abrir conversaciones (one to one), compartir experiencias y tender puentes para la colaboración y la transversalidad. Además de alejarnos de la sensación de soledad (en el ámbito laboral), nos permiten fortalecer la calidad de las relaciones.
  • Limitar para expandir. Cuando la dedicación al trabajo envuelve el resto de facetas de nuestra vida, se convierte en nociva para nuestra salud y bienestar. Se hace necesario marcar límites para poder abrir espacio a los momentos de ocio y desconexión que nos conduzcan a estados de fluidez y relajación.
  • Desaprender para aprender. Ya que se dan menos oportunidades y contactos para que podamos aprender de nuestro entorno de forma natural, plantearse retos y promover proactivamente nuevas experiencias de aprendizaje nos servirán como proveedores de motivación.
  • Borrar para editar. Muchas veces somos nosotros mismos los que nos apegamos a nuestros usos y costumbres, incluso a la hora de poner límites, por lo que hacer un reset para replantearnos cómo queremos SER y ACTUAR nos ayudará a editar nuestro futuro y conseguir resultados diferentes.

Solo nosotros estamos en disposición de decidir qué hacemos con lo que tenemos. Si decidimos positivizar la situación y sacar el máximo partido de nuestros recursos, podemos hacer que nuestro trabajo se convierta en una actividad gratificante en la que estemos dispuestos y motivados para invertir nuestro tiempo y energía.

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