Escribo porque me gusta, escribo porque me libera, escribo porque me encanta compartir mis pensamientos, ideas, reflexiones o sentimientos, escribo porque sino lo hiciera me “saldrían subtítulos”, y escribo porque además de todo eso… hace ya 3 ediciones que tuve la suerte de ser galardonada con el Premio Literario de RRHHDigital y fue ese empujón que muchas veces necesitas de fuera para lanzarte a hacer algo que es muy tuyo.
En estas circunstancias tan surrealistas que estamos viviendo con el COVID-19, mis queridos amigos de RRHH Digital me pidieron colaboración y por supuesto que acepté. Y hoy quiero compartir la vivencia de una #Millennialconcanas, que a pesar de haber vivido un rato largo, todavía la vida la sorprende (como a todos) de maneras inimaginables.
Estos días están siendo de grandes aprendizajes… De repente cuando tu vida se reduce a 4 paredes (de 200 ó de 45 m2, me da igual) te das cuenta de lo importante, de lo que tienes, de lo que quieres y de lo que no quieres perder.
De repente dejas de ser espectador de una película catastrofista de domingo por la tarde a ser protagonista del fin del mundo… al menos, del mundo como lo conocíamos hasta ahora.
Creo que estamos pasando por diferentes fases… la primera es cuando de repente te das cuenta que estás en un estado de fuera de control, fuera de TU control, e intentas no dejarte llevar por el pánico de las RRSS, las tonterías de los memes o de las compras compulsivas y te preguntas si serás el único superviviente de la película a la que le queda un poco de sentido común cuando a todos les ha picado la estupidez zombi que les ha obligado a comprar papel higiénico como si fuera WIFI enlatado, un producto sin el cual no podríamos vivir.
En una segunda fase, volvemos a los básicos: comer, dormir, trabajar (sí porque mucha gente sigue trabajando y mucho, para que luego digan que no se podía teletrabajar) y sobre todo a ocuparnos y preocuparnos por lo básico: la salud, la alimentación, la familia, los amigos…
Necesitas saber cómo están las personas que quieres y que no puedes ver, esos padres mayores a lo que ahora por precaución no te debes acercar, a ese familiar o amigo cercano que es persona de riesgo porque está pasando o ha pasado una enfermedad; a ese amigo médico o personal sanitario que estos días te lo imaginas agotado y desesperado porque material, física y psicológicamente no dan para más…
Esos básicos en los que te das cuenta que “el día de la marmota” tenía un sentido y era que había una lección que aprender, ¿Cuál es la tuya? ¿Que no pasabas tiempo con tus hijos? ¿Que ibas con el piloto automático a todo? ¿Que no valorabas lo que tenías? ¿Que tu ego era el que te dominaba porque en tu tarjeta de visita ponía no sé qué título rimbombante y hoy miras al personal de los supermercados, al conductor del autobús, o la limpiadora de la oficina como unos de los héroes de esta película surrealista?
Quizá había que parar, y como los seres humanos a veces somos torpes en leer o interpretar los cambios externos, pues ese mundo VUCA que nos avisaban llegó como un tsunami… porque quizá estábamos consumiendo compulsivamente cosas que ahora nos damos cuenta que no necesitábamos… ¿Qué lección nos vamos a llevar de esto? ¿Será un aprendizaje que nos lleve al cambio real o no modificará nuestros viciados hábitos? El planeta desde luego lo está agradeciendo…
Veremos cuál es la tercera fase y entretanto hagamos entre todos que este esfuerzo merezca la pena, por ti, por tus hijos, por la gente que quieres, por volver a humanizar las relaciones, las empresas, el consumo, porque ahora toca #pararparacontinuar, #mequedoencasa, #frenalacurva.
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