Una de las máximas que nunca se me olvidará de los años en los que formé parte de la cultura de Procter & Gamble es la de los dos momentos de la verdad. Antes de la revolución digital, toda la organización y todos los departamentos en una compañía multinacional de gran consumo trabajaban para que cuando el cliente fuese al lineal de una tienda, nuestro producto estuviese presente (primer momento de la verdad) y lo eligiese de entre todo el surtido de marcas (segundo momento de la verdad). Siempre me llamó la atención esta manera sencilla de concentrar los esfuerzos de toda una empresa y la misión de todos sus departamentos hacia un objetivo común.
Sin embargo, el verdadero momento de la verdad desde mi punto de vista está no está en el día a día, sino en las situaciones críticas. Cuando un ser humano sufre un accidente de coche, vive un momento de riesgo para su vida o la de sus seres queridos, se ve envuelto en una situación de potencial violencia o experimenta el fallecimiento repentino de alguien cercano, por poner algunos ejemplos, es cuando vemos cómo es esa persona realmente. Al igual que los seres humanos, las sociedades, así como las organizaciones y las empresas, tienen sus momentos de la verdad, en el ámbito que les corresponde.
El pasado sábado, escasos minutos después de la declaración del Estado de Alarma en nuestro país, me di cuenta de que la sociedad ha identificado, por fin, que el momento que estamos viviendo es realmente uno de esos momentos de la verdad. Escuchar a miles de personas aplaudiendo desde sus balcones a los profesionales sanitarios que se están dejando la piel para poder salvar vidas en los hospitales y centros médicos fue emocionante. No sólo por el gesto en sí, sino porque por primera vez en mi vida he sentido que la sociedad en su conjunto ha asumido su conciencia colectiva y ha ejercido (está ejerciendo) un liderazgo real frente a la falta de referentes en nuestra clase dirigente.
Dejando de lado cualquier tipo de análisis sociológico y valoración política, mi foco de reflexión estos días se centra exclusivamente en el liderazgo. Desgraciadamente tienen que ocurrir calamidades para que la gente muestre verdaderamente cómo es en realidad. Veo una sociedad con responsabilidad, en su práctica mayoría, y una cultura que incluso afronta con humor el momento de mayor riesgo para su supervivencia de los que hayamos conocido las generaciones vivas. Una sociedad que se ha levantado en contra de las luchas de poder, de la falta de capacitación, de los egoísmos y de las irresponsabilidades de los políticos, de cualquier signo, que en teoría nos lideran.
Procede trasladar esta reflexión al ámbito empresarial y analizar cómo cada uno está afrontando este momento de la verdad. Por una parte, tenemos a unos auténticos héroes, los autónomos y pymes, que son los que se juegan cada mes su supervivencia y ahora están analizando cómo van a poder salir de una crisis económica que, si bien técnicamente se perfila por los expertos como una U corta, puede dejar por el camino a gran parte de nuestro tejido empresarial.
El comportamiento de las grandes empresas y multinacionales tiene un análisis más interesante aún. Algunas están respondiendo a este reto sin precedentes de manera ejemplar, poniendo a las personas por encima de sus resultados a corto plazo y asumiendo que pérdidas actuales traerán su supervivencia en el futuro. Otras, por el contrario, están actuando de manera irresponsable al poner en riesgo la seguridad de sus empleados y clientes, echando por tierra todos los discursos sobre sus teóricos valores. Del mismo modo que la sociedad se ha levantado ante la incompetencia e irresponsabilidad de sus líderes y ya se está hablando de exigencia de responsabilidades cuando termine este paréntesis (afortunadamente hay consenso colectivo en que este no es el momento de hacerlo), no me cabe duda de que los empleados, así como los clientes y el resto de stakeholders de las compañías harán lo mismo cuando la actividad recupere su curso. ¿Voy a sentirme comprometido hasta ahora con mi compañía si ha puesto su objetivo de resultados a corto plazo por encima de mi seguridad física y poniendo en riesgo a mi familia?
Veo con orgullo cómo algunos compañeros y amigos directivos de Recursos Humanos se desviven en este contexto inédito. Llevamos años reclamando el reconocimiento de la función, pidiendo una silla en el comité de dirección y nos lamentamos de la paulatina pérdida de relevancia y autonomía de los profesionales de Recursos Humanos en favor de otras áreas. Pues señores, este es nuestro momento de la verdad. Nos ha sobrevenido una circunstancia histórica para demostrar de qué estamos hechos y si realmente somos capaces de aportar valor en las situaciones críticas.
En la prensa del fin de semana se alaba a algunas organizaciones que han sido pioneras y proactivas en enviar a su gente a trabajar desde sus hogares antes de las declaraciones de los Estados de Emergencia y posteriormente de Alarma. El análisis de los articulistas incide en que cuentan con una ventaja clara al ser empresas de servicios y haber estado trabajando los últimos años en la implantación paulatina del teletrabajo. Disiento radicalmente.
Disiento porque entre las empresas del mismo sector que son competidores directos hay ejemplos nefastos de gestión por parte de Recursos Humanos y la dirección. Disiento porque no se trata de una cuestión de capacidad tecnológica (cientos de empresas sin recursos tecnológicos adecuados han tomado la decisión de teletrabajar, contando posteriormente con la oferta de recursos gratuitos por grandes proveedores). Disiento porque no se trata de que un modelo de negocio pueda teletrabajar y otros no (tenemos casos en que empresas con centros de producción, servicios logísticos y atención a cliente han implantado teletrabajo de forma masiva, con soluciones creativas y responsables para las posiciones que no tienen más remedio que realizarse presencialmente).
Disiento porque el análisis causal es incorrecto. Lo que lleva a estas empresas a asumir esas decisiones es el liderazgo. El liderazgo en la gestión, al dar un paso adelante y tomar las riendas ante un problema al que nunca antes nos hemos enfrentado. Y el liderazgo en valores, estableciendo prioridades y comunicando claramente qué es lo más importante en una situación crítica. Del mismo modo que la sociedad con sus dirigentes y los empleados con sus empresas, las organizaciones y los comités de dirección juzgarán el papel que Recursos Humanos está asumiendo en estos momentos. Es nuestro momento de la verdad, compañeros.
Hay casos que me causan estupor por la nefasta gestión que están realizando. Pero mi espíritu es muy positivo al ver que hay muchos otros que están siendo ejemplos a seguir. Me enorgullezco de mis amigos, esos que están liderando el comité de crisis en la oficina después de enviar a todos los empleados a sus casas; de los que aseguran que no van a dejar de acudir al centro de trabajo mientras tengan empleados en fábricas o centros logísticos que no puedan teletrabajar para acompañarles, por supuesto aplicando las medidas de protección adecuadas; de todos los que lamentablemente están articulando ERTEs como medidas temporales con el fin de poder mantener el empleo en el futuro.
Todos los días nuestra sociedad está dando las gracias a nuestros héroes sanitarios. Yo quiero dar las gracias a todas las empresas con valores y a todos los profesionales que se juegan el tipo cada día por sus empleados, demostrando que lo importante son las personas.
Gracias, de corazón.
1 comentario en «El momento de la verdad»
Nuestro mecanismo de protección natural es una desgracia en ocasiones. Ojalá no funcione esta vez. Ojalá no se borren de nuestra memoria esos comportamientos solidarios, generosos y ejemplares que tan bien reflejas, Juan, porque solemos eliminar de nuestro disco duro todo lo relacionado con un gran sufrimiento, una elevada tensión o una tremenda contradicción. Es nuestro mecanismo de defensa para no ser aplastados por la angustia. Ojalá sigamos considerando a cada individuo con su valor, cuando no haya que hacerlo por compasión o solidaridad. Muy buen artículo.
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