La epidemia del coronavirus Covid-19 está generando, cual efecto mariposa, un reguero de víctimas y consecuencias negativas en muchos sectores económicos que exceden el puramente sanitario. Sin embargo, mirando al reverso de la moneda, se puede decir que algunas de las medidas que está provocando pueden servir como un inmenso laboratorio de pruebas. Y cuando digo esto estoy pensando, por ejemplo, en la recomendación del Gobierno chino y de algunas empresas multinacionales en el norte de Italia de trabajar desde casa para evitar contagios. El que millones de empleados realicen sus tareas a distancia será un experimento magnífico para analizar a gran escala los pros y contras de esta modalidad de trabajo, cada vez más apoyada, pero que, por supuesto, también tiene sus detractores.
En España, solo en torno al 8% de los empleados practican el teletrabajo, aunque es una modalidad que prefieren el 69%, ambas cifras según datos ofrecidos por empresas de trabajo temporal, que también señalan que el grupo de edad que más lo solicita es el de quienes tienen entre 25 y 45 años, es decir, la generación X y los millennials, seguidos de los menores de 25 años. Se trata, por tanto, de los grupos más jóvenes del mundo laboral. No obstante, de acuerdo con la citada encuesta, incluso el apoyo de las generaciones en activo que menos apuestan por esta modalidad de trabajo supera con creces el 50%.
Pero hoy en día hablar de teletrabajo se queda corto. Las empresas más innovadoras en la gestión de sus recursos humanos van un paso más allá. Así, se están llevando a la práctica tendencias como el llamado Smart Working, con orígenes en el mundo anglosajón, que es mucho más que simplemente trabajar desde casa. Se puede decir que es casi una filosofía de gestión de los recursos humanos que busca obtener los mayores rendimientos poniendo a disposición de los trabajadores todas las herramientas de las que dispone la empresa. Hay que puntualizar que, desde el punto de vista técnico, lo que permite poner esto en marcha son los adelantos tecnológicos, que facilitan la actividad laboral no solo desde el salón de casa, sino desde cualquier sitio en el que, por poner un ejemplo, llegue la inspiración (los transportes públicos, cafeterías, etc). Mientras que, desde la perspectiva de las relaciones laborales, para que funcione, sin ninguna duda, debe existir una verdadera y real voluntad por parte de la empresa, además de plena confianza en su equipo humano. Y, por supuesto, el serio compromiso de este último.
Por mi experiencia, puedo decir que la organización del capital humano está evolucionando cada vez más hacia la búsqueda del bienestar, de la calidad de vida y todas aquellas empresas que quieran atraer y mantener al mejor talento deben ofrecer programas de trabajo flexible, que favorezcan la conciliación de los horarios con la vida familiar, adaptándose a las distintas necesidades, pero también con la formación, las actividades deportivas, de autocuidado y de ocio. Eso sí, hay que tener claro que los empleados que se sumen a este tipo de modalidad deben hacerlo de forma totalmente voluntaria, pues hay empresas en las que conviven hasta cuatro generaciones, con sus respectivos periodos vitales, y no se puede imponer el trabajo a distancia a quienes prefieren acudir a la oficina.
Dicho esto, mi opinión es que lo ideal es optar por modelos mixtos, en los que unos días se trabaja desde la distancia y otros se acude al centro de trabajo, siempre de manera flexible para conjugar las preferencias de las personas con las necesidades de los proyectos. Esta opción favorece la integración en los equipos mejor que si se trabaja continuamente en la distancia, genera más compromiso y evita el sentimiento de desconexión que se produce en los modelos de teletrabajo puro. El correcto funcionamiento requiere, especialmente en las compañías grandes, que siempre haya una perfecta supervisión por el equipo que gestione la conciliación dentro del equipo de Recursos Humanos de la compañía.
Si todo lo explicado anteriormente se implanta de manera correcta, nuestra experiencia es que favorece la corresponsabilidad en el hogar y en el cuidado de los hijos, se reducen los niveles de estrés, se favorece el buen clima laboral, la felicidad y el compromiso de los empleados, además de incrementarse la productividad y, por ende, beneficia al negocio de la compañía. Porque, en definitiva, se pone más el foco en el desempeño que en el presentismo. Habrá que ver si los análisis que se realicen de la obligada experiencia de teletrabajo china e italiana provocada por el coronavirus añaden más beneficios, o perjuicios, a los que ya estamos constatando quienes lo llevamos practicando desde hace años.
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