Un cambio de era. Una época de cambio de paradigmas. Contemplando algunos de sus cambios asociados, me vi enganchado hace una temporada al introducido por la teoría cuántica, cuyas aplicaciones prácticas tan diversas son crecientemente reales (láseres, relojes atómicos, fibra óptica, ordenadores cuánticos…). Así, con vuestro permiso y mi osadía de profesional de personas metido a físico de “todo a cien” continúo con otra colaboración en la línea de mi “colapso de la función de onda” particular refiriéndome a lo que podríamos aprender del paradigma cuántico aplicado a la gestión de personas.
Refresquemos algunos conceptos.
En general y sin entrar en detalles en los que no debo aventurarme para evitar ser tildado -con acierto- de pedante, frívolo o temerario hay que dejar claro que las propiedades de la Física Cuántica enfocada a niveles atómicos y subatómicos son muy diferentes a las de la Física Clásica, que describen la naturaleza a nuestra escala. Cuando llegamos al mundo de lo microscópico, las leyes que lo rigen son peculiares y mucho más sutiles. Recordad esto.
La Energía en sistemas de dimensiones atómicas no se intercambia de forma continua, sino en forma discreta por medio de paquetes mínimos de energía, llamados “cuantos”.
Además, la Física Cuántica se caracteriza principalmente por no ser determinista sino probabilista. Y por el efecto del observador sobre el experimento, esta rama de la mecánica describe el fenómeno de los “multiversos” o universos paralelos coexistentes. Cada observación puede generar un universo paralelo diferente.
Hasta aquí, prometo no haber fumado nada caducado.
En la Gestión de personas predomina, en general, la visión clásica de la Mecánica y la escala de dimensiones de trazo grueso: un sistema, ante un determinado estímulo, tenderá a actuar siguiendo leyes semejantes y produciendo efectos similares. Y lo hará con una energía continua positiva o negativa. Por esa razón, abundan tantos conceptos y propuestas que se refieren genéricamente a “los empleados”, la “plantilla”, los “equipos”. La casuística es interminable y no voy a referirme exhaustivamente a ella por no herir susceptibilidades ni criticar iniciativas o teorías llenos de buena intención de cambio y orientación humanista…salvo odiosas o excéntricas excepciones.
Algunas de las más recientes, como los intentos de mejorar la “Experiencia de Empleado” e implantar eficazmente la “transformación digital” mantienen, por lo general, ese enfoque. Las sugerencias de acciones son enunciadas como palancas que moverán engranajes generales hacia la consecución de efectos positivos globales en nuestra empresa. Un mecanismo causa-efecto con garantías de impacto colectivo.
Pero resulta que el mundo interior de cada persona en la organización es -con toda probabilidad- mucho más discreto -o segmentado en la unidad mínima de energía que representa a cada persona- que lo que pueda experimentar una inanimada partícula física de ínfimo tamaño. Lo que en la Física cuántica se describe como “cuanto” (o unidad de energía), en la gestión de personas cuántica se debería denominar el “quien”.
Cada “cuanto” reacciona de una manera probabilista única ante un experimento; esto es un hecho -sorprendente- de la teoría cuántica. Pues bien, cada “quien” hará algo semejante bajo los postulados de la gestión de personas cuántica; y no sólo porque funcione por leyes de un mundo a otra escala sino porque desde el inicio de los tiempos el ser humanos – el “quien”- se caracteriza por comportarse habitualmente haciendo “lo que le da la real gana”. Ni más ni menos.
Y aquí entra el concepto de “multiverso”. No es una realidad totalmente aceptada por la comunidad científica, pero es coherente con el supuesto cuántico de que al observar un experimento el observador altera la realidad. Por tanto, pueden producirse con diferente grado de probabilidad realidades y efectos muy diversos. Vamos, lo que ocurre con los “quien”; lo que ocurre con las personas.
Porque espero que nadie me niegue que al analizar los resultados de una encuesta de clima suele prescindir de los comentarios individuales, para poder llegar a alguna conclusión general. Simplificar para entender, lo llamamos. Eso, suponiendo que nos queramos creer la sinceridad y credibilidad de las respuestas de los participantes al sentirse observados. Y así, con muchas otras situaciones. Pero tomamos decisiones y desarrollamos planes de acción con esa información.
¿Es posible descender al nivel de los “quien” del modo por el que la mecánica cuántica ha descendido al nivel de los “cuantos”? Nuestra era digital lo permite en mucho mayor grado, de eso no hay duda. Sobre todo, es importante tratar en términos probabilistas y no deterministas las informaciones sobre las personas. Si los fotones o los neutrinos lo requieren, los humanos aún más.
Los multiversos de nuestro equipo humano son innumerables. Sólo acercándonos del modo menos invasivo posible -por medio de la escucha activa, la observación a distancia de momentos clave en la vida de una organización, la atención a los comportamientos reales y no los esperado, los indicadores generales de actividad de un equipo, la generación de entornos de confianza…- lograremos que aumente la probabilidad de que se libere la energía de cada “quien” en línea con el objetivo y la necesidad de nuestra acción de empresa.
Porque en el paradigma cuántico no existe el “café para todos”, sino multitud de referencias para su preparación. Así, el “café puede tomarse con la ‘leche’ de situaciones diversas”. Y en ocasiones, la “mala leche” disfrazada, oculta y eficaz.
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